Dueño de un swing inimitable, el babasónico silencioso pasará a la historia como uno de los mejores bajistas del rock nacional contemporáneo.
Con mucho dolor comunicamos que en la mañana del sábado 12 de enero falleció Gabriel Manelli, víctima de una invasiva enfermedad contra la cual luchaba hace tiempo. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo vamos a extrañarlo mucho. Lo recordaremos, seguro, como alguien distinto, que entre muchas cosas se preocupó por hacer del mundo un lugar con más arte.» De esta manera, aproximadamente a las ocho de la noche del domingo 13 de enero, Babasónicos hacía pública la noticia a través de su sitio de internet. Gabo había fallecido horas antes, por la mañana, acompañado de su familia, víctima de una especie de cáncer conocido como linfoma de Hodgkin. Tenía 38 años. Fue uno de los bajistas con mayor inventiva y personalidad del rock argentino de los últimos veinte años.
Gabriel había nacido el 2 de septiembre de 1969 en el hospital de Barrio Uno, en Ezeiza, y vivió gran parte de su vida en Monte Grande. El mayor de tres hermanos, realizó sus estudios secundarios en el ENeT N» 1 de Llavallol. Allí, junto con Gabriel Guerrisi y Ricky Rúa, formó un trío llamado Salto al Vacío, que fue el germen de Los Brujos de Transilvania, posteriormente Los Brujos (a secas). Tras abandonar esta agrupación por diferencias de intereses con sus compañeros, formó parte de Juana La Loca (con quienes grabó el casete Autoejecución, que fue editado por el sello de Daniel Melero Catálogo Incierto), Los Macarra (banda hardcore que no dejó registro alguno) y por último fundó Babasónicos con Adrián Rodríguez, Diego Tuñón, Diego Castellano, Mariano Domínguez y Diego Rodríguez. Grabó en todos los discos que editó la banda hasta la fecha (los ocho oficiales más los tres discos de rarezas), y colaboró en Fin de semana salvaje, San Cipriano y Guerra de nervios de Los Brujos, en el disco solista de Alejandro Alaci (ex integrante de Los Brujos, ahora en Electrón), en el álbum de Luchi Camorra y en varios registros de Daniel Melero. También produjo al grupo Coco. Mannelli además participó del aún inédito nuevo álbum de Babasónicos, que el resto de la banda mezclaría este mes en Londres junto con Phil Brown, quien ya colaboró con ellos en Anoche. Esos eran los planes del grupo antes de este hecho.
Si bien cada uno de los integrantes del sexteto tenía un importante rol dentro del grupo (gente con «un sistema de vida arrojado y maravilloso», según Daniel Melero), no es exagerado señalar que la columna vertebral rítmica de Babasónicos (el «swing», tal como ellos lo definieron disco tras disco) descansaba en buena medida en el tridente que formaban el bajo de Gabo, la guitarra de Mariano y la batería de Castellano. «Gabo es el músico más consistente, con sus líneas de bajo heterodoxas y propulsivas, siempre protagónicas y diferentes. Es un ser misterioso, especialmente arriba del escenario (en el trato personal es de lo más afable): casi siempre opera en la penumbra y mantiene un rictus entre inexpresivo y recio, al estilo Clint Eastwood», escribía Pablo Plotkin en la nota de tapa del número 96 de ROLLING STONE (marzo de 2006). En esa misma nota, Mannelli dejaba bien en claro los ambiciosos objetivos de los Babasónicos desde su origen: «Nosotros teníamos la idea de hacer un grupo de quince años de trayectoria antes de hacer las canciones. Estábamos muy seguros de hacer diez discos aun antes de hacer el primero». De acuerdo con lo enunciado en Arrogante rock: conversaciones con Babasónicos, el reciente libro de Roque Casciero, Mannelli fue quien compuso junto con Dárgelos «Viva Satana!». «Cuando estábamos haciéndolo le dije: «Tengo esto, es muy irregular». Y Gabo es tan raro que en vez de corregirme mantuvo lo irregular. Como se acordaba de los errores, entonces tenía la capacidad de repetirlos y hacer que empezaran a formar parte del swing. ¡Guau'», decía el frontman. Y también es el involuntario protagonista de «Deléctrico». «Panza, Adrián y yo habíamos terminado nuestro trabajo en el estudio, que era pegar los caños y esas cosas, y estábamos esperando que llegara Gabo, que era electricista porque fue a un colegio industrial. Era el único que sabía de polaridad y esas cosas, entonces era el Deléctrico. Pero Gabo no venía y Panza empezó a decir: «¿Va a venir o no va a venir el Deléctrico?». Empezaron a joder así y Adrián le hizo una melodía en ese mismo momento, la cantábamos y nos reíamos todos», señala Diego Rodríguez.
Durante la Gira Infame, Gabo empezó a arrastrar una serie de dolencias que no se iban. Los análisis médicos derivaron en una biopsia y en un diagnóstico: linfoma de Hodgkin. Así fue que el bajista grabó Anoche en medio de su tratamiento, y reservó sus presentaciones en vivo para los shows en Capital (en el resto, su lugar era ocupado por Carca). La noticia trascendió entre amigos, allegados y periodistas especializados, y se dio una suerte de silencio stampa tácito. Eso, sumado al tradicional hermetismo babasónico, hizo que el músico afrontara el intento de cura de su enfermedad con la tranquilidad de no ser interpelado por los medios y el público. Algo similar a lo que ocurrió en su momento con Federico Moura y su convalecencia. El último show que dio con el grupo fue en el Luna Park, presentando ese álbum, performance que quedó documentada en el CD+DVD Luces.
Tras el deceso, el futuro de Babasónicos se presenta como un interrogante. Más allá del álbum nuevo que tienen entre manos, el grupo deberá decidir, luego de elaborar el duelo, si seguirá en la ruta. Entretanto, sólo queda recordar las palabras del propio Gabo acerca del «ser babasónico», su fino sentido del humor y su postura reservada y parca: «Babasónicos es una entidad que no va a dejar de existir por más que alguno pueda dejar de ser babasónico, como en su momento pasó con Peggyn. En ese sentido, tengo la suerte de seguir siendo parte de este ente comprometido con que las cosas no estén siempre igual: construir un mundo de fantasía y hacer las cosas de manera no ortodoxa es un modo de forzar ese cambio. En términos artísticos, Babasónicos significa libertad. La riqueza interna está en que somos unos delirantes que logramos filtrar lo mejor del delirio de cada uno, la esencia, lo inasible, y esto colabora con la riqueza cultural. Por más que quieran taparlo con mierda, existe un hambre de cultura. Y nosotros, de alguna manera delirante, trabajamos para saciar esa hambre».