El ex cantante de El Otro Yo fue condenado a 22 años de cárcel por ser culpable de abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores.
El juicio demandó más de un año, a raíz de las denuncias de 10 mujeres, quienes acusaron a Aldana de haber abusado de ellas entre 1999 y 2010, cuando tenían entre 13 y 16 años.
El fiscal pidió una condena a 35 años, ya que se brindaron testimonios que «se refuerzan entre sí», que resultan «creíbles» y que además cuentan con pruebas «contundentes» de las vejaciones y los abusos sexuales a los que de acuerdo a los relatos las sometió el ex líder de El Otro Yo.
Aldana, por su parte, prefirió la victimización. Para su última jornada ante el tribunal concurrió con un cartel: «sin defensa no hay juicio». Y sus últimas palabras se cargaron de cinismo: «Lo mío es una condena mediática. Yo no soy culpable de lo que me acusan. No soy un violador, no soy un abusador y no soy un violento. Ellas no pueden sostener sus miradas conmigo y decirme lo contrario. Yo quiero el careo, que me miren a los ojos y me digan si las violenté». Y cerró con un versículo de la Biblia: «En los tribunales reina la maldad y la injusticia».
#NoNosCallamosMás
El patriarcado es especialista en ocultar y silenciar la violencia machista. Cualquiera que haya formado parte, de alguna manera, del mundo del rock, sabe que «pasaban cosas». En otras palabras, que los abusos de poder y la violencia sexual eran parte de la cotidianidad.
Pero el silencio comenzó a resquebrajarse allá por el 2016 cuando las mujeres se animaron a hablar: a través de una serie de videos, denunciaron a José Miguel «Migue» del Pópolo, cantante de La ola que quería ser chau, por abuso sexual. Esa fue la gota que rebalsó el vaso y que abrió la caja de Pandora de la violencia machista en el rock. Muchas mujeres comenzaron a compartir sus historias y muchos artistas fueron puestos bajo la mira por sus dichos y sus accionares.
Las mujeres que denunciaron a Cristian Aldana, ex cantante de El Otro Yo, relatan que el valor para hablar nació, en gran parte, de esa denuncia contra Del Pópolo. De saber, en definitiva, que no estaban solas. A través de una página de Facebook llamada «Víctimas de Cristian Aldana», ellas pudieron compartir sus testimonios que luego fueron llevados a la justicia a través de una denuncia realizada el 3 de mayo de 2016 por la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres ante el Juzgado de Instrucción 17, con intervención de la fiscalía 38. En dicha denuncia, se lo acusaba a Aldana de «abuso sexual agravado y corrupción de menores». Aldana ya había sido denunciado, días antes, por una ex pareja por cargos similares.
La respuesta de Aldana fue la misma que sostuvo durante los tres años que pasaron: adjudicarse el papel de víctima y provocar, apoyado en la complicidad del poder, a quienes se animaron a contar la verdad. El 20 de mayo de 2016, cuando se realizó una convocatoria en Capital Federal bajo el lema «Basta abusadores y violadores en el rock», el músico hizo una aparición, vestido de monja, cantando canciones sobre «el amor».
Finalmente, tras la movilización y presión de los movimientos de mujeres, el 22 de diciembre de 2016 fue detenido con prisión preventiva y, al año siguiente, a pesar de los pedidos de excarcelación, este procesamiento fue ratificado y Aldana permaneció en el Penal de Marcos Paz.
El juicio comenzó en mayo de 2018. El argumento de la querella fue demostrar que existe un patrón entre los testimonios contra Aldana: se trataron de abusos de poder, ejercidos no sólo por un adulto a menores, sino por un ídolo a sus admiradoras. La estrategia de la defensa es ya conocida: desacreditar a las víctimas, desacreditar las palabras de las mujeres.