Ahí a la vuelta de esquina,
bajo nubes de cemento,
un callejón cobraba vida aquél sábado Otoñal.
Se asoma un viejo loco,
a puño remangado,
pisa el pucho descalzo y me llega a susurrar:
«Es una viaje de ida, mi otra vida es la farsa».
Y un salto lo hizo volar, casi ví al Diablo bailar.
Era su vida puesta en un ademán.
Era un loco lindo aquél.
Aquél viejo loco me enseñó
más que una danza, más que una pasión.
Y en su bolsillo, un pañuelo dejó leer su pregón:
«Que la noche es larga,
pero aunque no brille, la Luna siempre está.
Que la vida es corta,
pero da revancha, no dejes de bailar».
Hoy el viejo baila arriba,
me dejó de testamento
su pilcha que emanaba tango, murga y arrabal.
Hoy somos varios locos,
locos enamorados,
pateando adoquinados por toda la ciudad.
Y si un lunes se avecina, que arranque la matanza.
Así me enseñó a volar, a una sonrisa robar.
Que el corazón siempre se banca otro round.
Y ahora estoy tan loco como él.