A dos años del lanzamiento de su álbum debut, el cuarteto de rock experimental Sobreviento celebra media década de formación y se prepara para componer y grabar nuevo material.
“Además de ser el año en que más presentaciones en vivo tuvimos, también contamos con la posibilidad y energía de trabajar en paralelo, puertas muy adentro, todo lo que es el proceso creativo, nuestro seteo emocional, el mood de los cuatro –señala el bajista Sebastián Verdún–. Salieron unas cuantas canciones. Nos estamos conociendo. Cargados los pinceles pero la hoja está en blanco. Estamos con el vértigo y la ansiedad de empezar a palpar lo que vendrá, parece que viene con sustancia. Seguramente sea un disco”.
Sobreviento completa sus filas con Flor Wosh (voz), Pablo Boyé (guitarra) y Agustín Piva (batería); en 2015 lanzaron su disco debut “Cielo y caer”.
Al respecto, el encargado del bajo apunta: “Lo sacamos como de un tirón, el proceso fue hermoso pero era como un alud de muchas cosas. Ahora estamos más maduros y pacientes, las cosas tienen que macerar para que se puedan disfrutar mejor. Estos últimos dos años fueron de mucho crecimiento y sobre todo en los escenarios, minutos de shows y bastante ruedo. Eso fue fundamental para forjar un sonido sólido, más fluido y natural. Crecimos mucho”.
Con la mirada puesta siempre en la autogestión y la construcción colectiva, el conjunto lleva adelante también sus propios ciclos (“Habrá Música” en Circe Fábrica de Arte, “Te abracé en la noche” en PuntoArte; y “Nuevos Trapos” en Vuela el Pez) y además impulsan su revista digital cultural Vamos Por Las Tramas; dejando el claro que la misma intención de ocupar distintos espacios en la escena, también se traslada al concepto sonoro en el que abarcan muchos géneros y colores musicales y que le dan gran valor e importancia a la poesía y las palabras.
“Con el tiempo vas a aprendiendo que a las canciones no hay que apurarlas –afirma Sebastián-. Si bien es necesario estar en constante ejercicio en el momento creativo, en el afán de la manija uno quiere resolver una canción lo antes posible. A veces chocás contra la pared una y otra vez y a veces la clavás al ángulo. Creo que la clave está en saber cuándo hay que parar la bocha, ver el panorama, abrir la cancha y limpiar el terreno otra vez. Estamos en eso”.
Son un conjunto joven, 5 años es poco aún. ¿Qué han aprendido en este trayecto?
Un montón, prácticamente todo lo que sabemos hoy. Arrancamos siendo músicos y metiéndonos en este mapa artístico casi en el mismo momento que arrancó Sobreviento. Aprendimos a tratar de cuidar el contenido de lo que decimos y tocamos, a hacer las cosas de tal modo en que el mensaje y el momento artístico no se vean afectados ni contaminados. Aprendimos el valor de la organización, de lo colectivo, del trabajo en equipo, de hacer las cosas con buena leche. Es más lo humano que lo musical. Y lo musical también fue más que mucho. Estamos muy agradecidos también de poder conocer a maestros que nos hicieron y nos hacen de faro para ver el camino más claro, desde lo humano y desde lo artístico.
¿La autogestión y la independencia es el camino en el que mejor se sienten?
No conocemos otra forma. Nunca hicimos algo que no fuera desde la autogestión y la libertad a la hora de la toma de decisiones. Todavía hay mucho que aprender, pero viendo en perspectiva el trayecto recorrido en estos 5 años, la forma en que encaramos cada desafío a corto y mediano plazo, sus resultados y lo que nos deja proyectar hacia el futuro, podemos concluir que sí, que la autogestión, a pesar de las coyunturas malas, es una forma de encarar las cosas que nos hace sentir libres y crecer bien. Sanamente.
Foto: Jacqueline Isoldi