En esta larga entrevista nos cuenta sobre “Malosetti Vivo”, pero también repasa su trayectoria, el jazz, el rock y Spinetta.
Cuando supe que había nacido el mismo día que yo, me sorprendí. Bueno, el mismo día diez años antes, pero es lo mismo. Y después sentí alegría, porque era en cierta forma una manera más de sentir algo en común con Javier Malosetti… además del amor por el bajo, por el jazz, y por tantos otros estilos musicales.
Y nuestro encuentro comenzó hablando de eso, y filosofando sobre la edad… que no es un referente de nada. Me daba el ejemplo de su padre, 71 años y parece un pibe. ¿Será que la pasión por la música mantiene el alma joven?
Y arrancamos la nota, entre sonidos de piano y batería que comenzaban a dibujar en el aire la maravillosa noche que luego vendría.
¿Por qué decidiste volver al trío?
Con el quinteto fue una separación feliz por parte de todos. Yo quería virar para otro lado. Tampoco fue esa cosa de que la banda entró en una decadencia musical, ni nada. Estábamos en el mejor momento, donde la banda esta aceitadísima y se iban dando las cosas de un modo impresionante. Pero bueno, me dieron ganas de cambiar un poco, también los roles y la forma de encarar mi lugar en mi banda.
En un trío no hay quién toque la melodía de una canción que no sea el piano o el bajo, antes confinados a la sección rítmica. No es como en el quinteto que yo puedo optar por dar un paso al frente y tocar la melodía, sino que en este caso no queda otra. Por otro lado no hay tanta dispersión inclusive en el show…no lo digo mal, pero en el sentido de que los vientos terminan de tocar su solo, se van caminando para atrás y se quedan en un costado charlando entre ellos, mientras hay tres tipos incendiándose toda la noche desde que empieza hasta que termina el show…en este caso no pasa.
Es una cosa de mucha energía y una interacción de tres músicos que no de detienen en ningún momento.
Con vos el bajo cobra un papel principal, y rompe con esa idea del bajo nada más que para acompañar. Cómo llegaste a eso?
Tanto el bajo como la batería siempre fueron instrumentos de una oscura sección de acompañamiento en la orquesta. A partir de lo que fueron los discos del jazz-rock de los ’70… la batería y el bajo adoptan cierto carácter solista y se pueden poner en frente de sus bandas.
Creo que a partir de eso, son dos instrumentos que pueden liderar ambos terrenos: el del músico que se queda abajo manteniendo el groove con el batero, y el músico que da el paso al frente y tiene algo que decir en el preciso momento en que la música lo requiere.
En este caso está bueno porque Andresito es un gran pianista y tecladista, y es un gran bajista con su mano izquierda, un bajista que admiro. Las líneas que hace son de un vuelo que a veces un bajista es difícil que tenga. El puede tocar un contrabajo con su mano izquierda y aún tiene la derecha para el órgano o el piano eléctrico, entonces se convierte por ahí en un trío virtual. Con un contrabajista de máquina, y yo toco la viola, y Pepe sigue tocando la batería… hay un poco de guitarrista en el show, y un poco de cantor también.
Por qué decidiste presentar tu disco en Rosario antes que en Buenos Aires?
Rosario es un lugar, al igual que cualquier lugar del interior del país, es una alegría espectacular tocar porque cuando tocamos se siente una hermosa sensación de mucho cariño, de mucho respeto, y una atención inusitada por ahí…no tan conocida en Capital, donde uno está acostumbrado a tocar en lugares en los que por ahí la gente no te da tanta pelota…a menos que toques en un teatro, como éste. Rosario tiene una connotación especial como otras muy pocas ciudades tienen, que es un semillero muy importante de artistas y lo fue toda la vida. Entonces el público tiene el oído más agudo. Así tanto como el placer, el orgullo, la alegría, y la emoción que significa ir a tocar tu música al interior y que la gente te venga a ver y eso…también significa una especie de desafío, de hacerlo bien… porque se dan cuenta acá si está bien o no. Porque están acostumbrados a escuchar bien, porque hay tantos músicos y tantos artistas… El desafío y el compromiso de tocar ante un público con el oído más agudo.
Vos tenés una influencia grande jazzera de tu papá, pero no te quedaste solo con eso, sino que tomás diferentes estilos y géneros musicales y con todo eso formás una fusión muy interesante. De dónde tomaste esos otros estilos?
Lo que pasa es que no solo mi viejo con sus discos de jazz era el que ponía música en casa. Mi vieja tenía un oído muy fino y que le gustaba escuchar mucha música. Si escuchaba jazz no escuchaba boludeces, tenía muy buen gusto. Era bastante más abierta. Y ese punto de eclepticismo lo ligo más de mi vieja que de mi viejo, que fue un músico de jazz acérrimo y que nunca tuvo influencia de otra música que no sea esa.
Esta bueno disfrutar de todas las músicas, la música es tan grande, tan grosa, que embanderarse como en un club de fútbol me parece que es un error.
Un realizador me parece que tiene que estar más abierto. Si vas a casa y mirás los discos te sorprenderías, hay de todo, me gusta escuchar música de todo el mundo. Hay un mayor porcentaje de música negra, como el blues, el jazz, el rhytm & blues, o la música soul de principio de los ’70. Folcklore de todo el mundo, música clásica. Rock a full, inglés o rock americano, rock nacional de pendejo mucho también. La verdad que disfruto de muchas músicas muy diferentes.
Este último disco también tiene de todo, y tiene temas míos. Pero cuando toco un tema de los Beatles no me pongo el traje y hago “yeah, yeah, yeah”, y cuando toco un tema de F. Liszt como en “Villa” no es una orquesta de cámara. Si no que estamos tocando lo que somos, y le damos una vuelta de tuerca para que todo pase por un mismo filtro y finalmente tenga una entidad sonora definida. Y ese filtro puedo ser yo.
En el jazz hay un cierto prejuicio que es un estilo musical “para entendidos” (a pesar que el jazz nació como una expresión netamente popular), pero vos como que rompés un poco con eso…en tus recitales se ve mucha gente joven…
Lo que pasa es que lo que yo toco es una música que tiene una gran influencia de jazz, pero que es netamente popular. Últimamente “popular” quiere decir para infradotados. Pero no es solamente la música popular “esa”…la música de la tele. Esa es la única que asoma por los medios masivos de comunicación que han sido apestados por los negocios de las multinacionales. Pero, el término popular es un término divino, hermoso. Hacer música popular… una música que disfrute todo el mundo. Jazz, rock… no solamente los cantantes elegidos por castings televisivos. El jazz es una música popular, en algún momento se puso medio cabezona (cuanto más extraño, difícil, complejo y de difícil audición, estaba mejor)…lo cual es un error, porque así fue como se fue quedando sola, una música muy elitista.
No para mí, no es el jazz que me gusta. Me gusta el que me acuerdo, el que termina la canción y lo podés seguir tarareando. Yo lo que pretendo es no tocar para los músicos, ni para los entendidos. Si a ellos les gusta, buenísimo… porque son los que hablan bien de uno y la gente los escucha. Pero en realidad no toco para ellos, mi música no está destinada a deslumbrar a nadie. Que le guste a una persona como vos que sos estudiante de música, pero también a tu madre, a tu abuelita…que le guste el ritmo..y a los niños. Y también tiene siempre un cierto humor implícito, el humor es paralelo a la música. Y el misterio.
El 29 de marzo en el estadio de Obras tuvimos la oportunidad de ver en el mismo escenario a dos de los mejores bajistas del país: Diego Arnedo y Javier Malosetti. Para los que estuvimos de este lado, fue impresionante. Qué fue para vos?
Para mí fue algo increíble. Que me canten “olé, olé, olé, Javier, Javier” 18.000 personas…que encima son 18.000 personas que no es como en un festival de jazz que están todos sentaditos en sus butacas, sino que eran una horda de… no sé…. (risas) de iraquíes embravecidos con las remeras revoleándolas, y realmente había una fuerza y una energía tan grosa que me temblaba el alma. Me dieron una bienvenida atróz, en un recital de rock donde habían quemado las naves con los últimos temas que habían tocado antes que yo entre. Se presentaba el video de “Pepe Lui”, cuando terminaba el video el escenario quedaba a oscuras y salía yo después de eso. Y yo dije… “acá que voy a ser yo? Una masita en un banquete?” Y nada, tanto cariño de esa gente…aparte empecé a tocar los acordes de “Spaghetti del rock” y la gente lo cantaba arriba de los acordes del bajo… me arrancó la cabeza. Y después lo que tocamos con Diego, que es un ídolo, uno de mis bajistas preferidos y amigo. Muy lindo, inolvidable.
Contanos después de esta noche en Rosario, que es lo que sigue?
Tenemos bastantes shows por el interior antes del show oficial de presentación del disco en Capital… Ciudades en San Luis, Córdoba, Mendoza… Mar del Plata. Después de La Trastienda el 5 y 12 de julio, también tenemos bastante por el gran Buenos Aires. Y después con Luis Spinetta… sacó un disco nuevo, está terminando la tapa… El disco ya está masterizado, es impresionante. Empezamos a ensayarlo hace poco, lo habíamos grabado pero recién ahora lo estamos ensayando. Así que en cualquier momento salimos a tocarlo. Y hace unos ensayos dijo “me parece que este año también nos vamos para España”. Yo no dije nada pero me muero por ir de vuelta, aparte porque tengo muchos amigos músicos en España y está mi hermana…así que serán mis vacaciones por el viejo continente.”
Cuando escucho el virtuosismo de cada uno de los componentes del trío, me asalta una pregunta… ¿cómo tres tipos tan grosos pueden sonar bien juntos? Hay una conexión, un diálogo a través de los instrumentos, que generan un ensamble exquisito. Y el humor presente, que infiltra frescura entre las notas.
Javier hizo vibrar almas con su bajo de cinco cuerdas; también acarició guitarra eléctrica y nos regaló su voz, con un estilo casi folk. Toma la música en sus manos (esa que es tan grande… como él mismo dijo); por momentos la posee de manera enérgica, inmensa, plena… y otras la roza con la punta de los dedos, con una delicadeza extrema.
Lo acompañaron Pepi Taveira en batería y Andrés Beeuwsaert en piano eléctrico, quienes formaban parte del quinteto anterior.
Cuando me fui de la Sala Lavardén, caminando por las calles de Rosario y pensando en tantas cosas que habíamos hablado, de pronto me di cuenta que Javier también tiene el alma niña… ¿de dónde puede salir toda esa magia sino de los sueños que miran con ojos nuevos?