Daniel Melero, agitador electrónico, se refiere a “Acuanauta”, su nuevo disco que está disponible sólo en Internet. La entrevista de Ricardo Cabral, para La Voz del Interior.
La Barra es un típico bar porteño de los años ’30. Está ubicado en Retiro. Allí, Astor Piazzolla y Horacio Ferrer pensaron la operita María de Buenos Aires, que se estrenó el 8 de mayo de 1968 en la sala Planeta.
Daniel Melero, un habitué, abre hoy nuevamente el juego. A 20 años de la edición de Silencio, disco fundamental del rock argentino, realizado con soportes analógicos e instrumentación, cuando el artista conducía Los Encargados, y a 10 de Operación escuchar, ópera prima de la electrónica sudamericana, despista a cualquier oponente.
Una vez más su carrera adquiere visos de “objeto de culto”: el no-músico es y ha sido para la industria una figura incómoda, capaz de coquetear con lo popular y subvertirlo -su intervención en Soda Stereo, a principios de los 90-, o de trabajar con artistas diversos, provenientes de la mal llamada “vanguardia”, de Casanovas a Los Látigos, fortaleciendo sus rutas y estéticas.
Su última obra en las bateas fue Después, en principio un disco de 12 canciones donde se mixturaban el pop, la electrónica ambient y el dub jamaiquino, con sus bases melódicas en atmósferas densas. En principio, ya que fue acompañado por un disco quíntuple, pleno de información sonora y audiovisual.
No hay regreso. Hay, sí, una consecuencia previsible: cada obra de Melero funciona siempre en oposición o contraste a la anterior. Pasadas las canciones de Después, en Acuanauta, su nuevo capricho, sólo hay un torrente de materia orgánica dulce que se desplaza por la red.
Entre tanta furia de los netlabels -sellos virtuales de música- y voces que se levantan contra la gratuidad, Melero parece reírse y confirma su carácter de adelantado. Acuanauta estará disponible únicamente en el sitio www.kent.com.ar, en su versión 1.0, para ser renovada por nuevas manipulaciones propias en tres meses -versión 1.5-, y modificable por cualquier usuario que desee bajar los programas a su computadora. O, sencillamente, guardar los 12 mp3 que se localizarán en la web en breve tiempo.
Para acompañar esta entrevista probablemente haga falta un glosario de nuevas tecnologías. Y para escuchar Acuanauta, sólo hace falta haber navegado al menos una página en Internet.
–“Acuanauta” sucede a “Después”, tu última obra de canciones y disco quíntuple con video entrevistas, música, fotografías…
–Sííííí, después de Después (risas). Generalmente, cuando termino un disco y me pongo a hacer canciones, inmediatamente esas canciones no llegan a nada. Todavía están contaminadas con la idea anterior. Entonces, hace un tiempo que me dedico a hacer sonidos que aplico en canciones que se desarrollan más tarde. En Acuanauta empecé a utilizar una serie de procedimientos para hacer los sonidos que eran totalmente diferentes de cómo los había generado jamás. Y ellos comenzaron a tener una entidad tan poderosa, tan fuerte, que empecé a darme cuenta que eran un contexto en sí mismos.
–¿Qué plataformas o herramientas de sonido usaste?
–Es muy curioso, porque en realidad lo que hice fue usar un editor que se baja gratis de Internet.
–Porque ahora la mayoría de los músicos electrónicos utiliza el programa Live, y un poco menos el Max (plataforma de interacción de sonido e imagen).
–No me parece mal. El Max yo lo tengo, inclusive lo he usado en Después. Utilicé muchos plugins (programas de computadora que interactúan con otros programas) que están hechos en Max, que se bajan gratis de Internet. Lo cargué a ese editor de audio, un editor común de dos canales, para cortar y pegar, y me puse a jugar con plugins de lo que se denomina “síntesis granular”: tomar elementos de un sonido y aplicarlos modulando a otro. En general para jugar utilizo música que no me guste, o que no me resulte interesante. En un principio comencé con temas de David Hasselhoff, el de la serie de tetas (se refiere a Baywatch) y los empecé a multiplicar.
–Pero también utilizaste material tuyo, ¿no?
–Después empecé a utilizar sueltos míos, algún fragmento de guitarra acústica, un fragmento de una trompeta que no usé en el disco anterior, infinidad de mp3s, algunos que me gustaban. Porque lo que me gustaba se transformaba en algo tan distinto… Aprendí a darme cuenta en qué podría llegar a transformarse eso.
–¿Tiene algo de “noise” la obra, de ruido?
–No, yo diría que llega a ser melódico. Si fuera verdad que un feto puede oír en la panza de su madre, cosa que no es verdad, tal vez se debe escuchar así. Muy parecido a oír música bajo el agua. Como oír música en un medio para el cuál el oído no está diagramado, diseñado.