Bajo el alter ego de Dease, el cantante, compositor, actor y modelo Francisco Baccega edita su primer álbum solista, “Anfis | Bena”.
“Si hay algo que me propuse mostrar, o en cierta forma evidenciar con mi relato, es que es posible soñar otros mundos además de este –afirma Dease-. Es posible escribir un cuento, inventar una historia, y habitar esa realidad soñada, producto de la quimera, en la que no hay verdades corruptas, ni símbolos decapitantes. Todo fluye, porque todo es nada, y logra renacer gracias a la magia henchida de la insigne fantasía”.
¿De qué trata “Anfis Bena”?
Es un disco que nace a partir de un sentimiento de extranjería para con el mundo externo: la idea/noción de sentirse turista, foráneo, en la realidad común y lo que nosotros apercibimos como un “afuera”. Desde muy chico, para ser más concreto desde que tengo uso de razón, me sentí un completo extraño en la vida misma y en todo aquello relacionado con el fútil hábito. Siempre las relaciones, particularmente sus intercambios, me traslumbraron superfluas y encontraba un pringoso vacío en la mera anuencia de asistir al mundo y colegir que todo sea tan volátil. En la medida que fui creciendo, y los años pasaron, mi visión por sobre las cosas se fue agravando, pero también el mundo que me rodeó fue cambiando y deviniendo en bloques cada vez más errantes. Es así que al chocar de lleno contra la realidad y entender verdaderamente sus formas, decidí escribir este disco basado en la búsqueda de una significancia empírea, llámese “trascendencia espiritual”, capaz de inmortalizarme, capaz de saber nombrarme y capaz de poder narrar. Para mí las narraciones sueldan relatos, y los relatos son mecanismos divulgadores de sentido e identidad.
¿Cuándo sentiste que estabas listo como artista para entrar a grabar tu primer disco?
Cuando no encontraba otro remedio que la propia música y el anzuelo de la necesidad era más brusco que la pértiga del saber. Como dice Rilke: “Una obra de arte es buena cuando surge de una necesidad”. En esa índole de su origen está su juicio y, en ese juicio, gravita el llamado a ser artista.
¿Cómo viviste todo el proceso de producción y grabación y cuáles fueron los sentimientos una vez que escuchaste el álbum terminado?
A decir verdad, el proceso de producción y grabación fue lo que más disfruté porque no hay nada que me plazca más que la férvida expectativa, y el misterio que, en mayor o menor medida, envuelve a esa expectativa tan dulce. Cuando estás haciendo un álbum todo su contenido se halla muy fecundo y, en efecto, es muy gratificante penetrarlo con ideas, motivos y sensaciones andantes. Es, como en el sexo, cuando más viva se halla la pasión. Luego, una vez lo acabas, no es que deja de gustarte ni resulta insípido, pero se vuelve algo completo, con forma, inteligible; fácil de designar bajo el saber de los sentidos. Claramente hay algo en todo el proceso evolutivo que se muestra muy interesante a ser concreto y, si bien cuando lo es, luce hermoso, la realización previa guarda más incertidumbres que la mera corporalidad. Aún así, es muy regocijante esgrimir la pieza terminada porque recién ahí es cuando comenzás a habitarla. Si antes la viviste, porque la estabas construyendo y le estabas buscando una forma, ahora la habitás porque esa búsqueda te ha enseñado a vivirla y te ha permitido otorgarle una forma.
¿A qué le canta Dease?
Dease le canta a la oscuridad, pero no a cualquier tipo de oscuridad. Sino más bien aquella que vive dentro nuestro y muchas veces cobra el nombre de “alienación”, “marginalidad”, “locura”, “romance”, “homosensualidad”, “nostalgia”, “vacío”, “culpa”, “caos”, etc; todo tipo de fenómenos, y epifenómenos, propensos a ser cohibidos, aplacados y mutilados desde la mirada ajena. Porque, tristemente, tendemos a definirnos a partir de una mirada externa y, tristemente, los otros solo nos aceptan heridos y mutilados. “Es tedioso hablar de alienación”; “es tedioso hablar de marginalidad”; “es insano estar loco y escudriñar la locura”; “es de estúpidos enamorarse y creer en la idea un profuso romance”; “es absurdo escarbar en la sexualidad porque uno ya preliminarmente está definido”; “es absurdo ceder a la nostalgia porque solo el tiempo presente es lo que importa”; “es inútil pensar en la culpa porque la culpa es un invento cristiano”, y todo esa clase de impudicias son las que acaban maniatando a una sociedad y engendrando una oscuridad, la cual, lejos de ser individual o exclusivamente propia, es colectiva. Por consiguiente, la oscuridad interna es lo que más disfruto retratar. A veces lo hago desde una óptica subjetiva y a veces desde una óptica más global. Pero casi siempre tiendo a escenificarlo desde la mirada de un alter ego que protagoniza mis canciones y convalida mis sensibilidades: Dease.
¿Cómo recomendás escuchar este disco? ¿Es para escuchar haciendo qué actividad?
Tal cual está dispuesto: siguiendo la lógica de los pasos en ambos lados, “orbes” (NdeR: se refiere a la canción “Orbe” que abre el disco y al octavo track “Orbe 2”), a propósito de que es un disco pensado para la actividad y no la pasividad indolente. Los pasos no escapan a la idea metafórica de un oyente virtual desplazándose de canción a canción y habitando cada uno de ellas a medida que las divisa. Sin dudas es un disco para disfrutar con la luz apagada mientras se practica la actividad de la concentración y el ánimo de la lucidez. Esto es: estar presente a lo que discurre sobre nuestros sentidos y apartar cualquier tipo de impericia que pueda pisotear la experiencia retenida en la m; de ser uno para y con la música, de adentrarnos en ella, y construir nuestro propio relato.