Ya desde el título, Memphis La Blusera parece proponer su álbum Hoy es hoy como una especie de manifiesto. Con su octavo álbum terminado, y en coincidencia con el vigésimo aniversario de su nacimiento, la banda parece sentir la necesidad de redefinir su presente para no quedar anclada en el pasado. A lo largo de catorce canciones despliega un abanico estilístico que confirma la apertura artística sugerida en su álbum anterior, Cosa de hombres, aunque en ningún caso pierde el sonido que la identifica. Lo mismo sucede con la particular visión de Adrián Otero, su cantante y letrista, que atraviesa por una suerte de aggiornamiento aunque sin apartarse de sus obsesiones de siempre: las de un tipo canchero de barrio, romántico y algo machista, que combina sabiduría callejera con reflexiones profundas propias de un tipo leído, mientras contempla el entorno urbano desde diferentes perspectivas. Á veces asume la primera persona, pero no siempre es autorreferente: también utiliza esa voz para ponerse en la piel de distintos personajes. Otras veces se muestra como un observador que pinta con precisión fotográfica la ciudad, una especie de laberinto poblado por criaturas anónimas -algunas pintorescas, otras siniestras— que corren presurosas con destino incierto. Esta visión encuentra un ejemplo casi arquetípico en “Caliente”, un boogie a la manera de John Lee Hooker que retoma la analogía (antes utilizada por Cantilo en “La jungla tropical”) de la urbe como una selva en la que prevalece la ley del más fuerte. Esa misma visión reaparece en “Una ciudad”, tema en el que, sobre un aire musical levemente funky, describe una historia de amor. En el tema que da nombre al disco, esta temática regresa actualizada (“Nadie fue al entierro del último poeta/ navega por Internet el próximo profeta, hoy es hoy”) y culmina con una imagen futurista que parece llevar cierta marca del darwinismo: “En el próximo milenio/ sobrevivirán los genios.” Es curioso, o quizá sea apenas un síntoma de esa ambivalencia que a veces propone la madurez, que Memphis intente trasponer los límites de un género de cuya creación fue responsable la propia banda. Si bien la visión urbana de Otero tiene sus antecedentes más remotos en las letras de tango, y otros más inmediatos en el primer rock nacional (a cargo de Moris o Manal, por ejemplo), fue precisamente Memphis la agrupación que recogió esa temática y la envolvió con los ropajes musicales del blues eléctrico estilo Chicago, con algunos ingredientes del blues-rock inglés y el soul característico de Motown. De ese modo, la agrupación estableció un modelo que sería imitado por numerosas bandas. Ahora, es ese mismo modelo -quizá suficientemente explorado en el pasado- el que intenta trasponer en algunas canciones de su flamante producción discográfica. En ese sentido, es especialmente destacable “Tangazo”, con la cual deciden ir hasta el final del camino y trasladar a la concepción musical ciertos modos expresivos del tango, un género que hasta ahora sólo había dejado huellas en sus sus letras. El resultado es muy logrado, con los arreglos y la guitarra de Esteban Morgado (director musical de Adriana Varela) y el bandoneón de Walter Castro como responsables de un acompañamiento refinado, casi barroco, que sostiene el decir arrabalero de Otero, muy en la tradición del Polaco Goyeneche.
“Tangazo” es, musicalmente, lo más novedoso de este álbum, aunque no lo único. El saxo de Emilio Villanueva -quien junto al cantante y el bajista Daniel Beiserman es uno de los miembros fundadores de Memphis- se ve enriquecido por el del Gonzo Palacios y por los teclados de Fabián Prado (también productor del álbum) en arreglos de vientos que funcionan como bloque, dándole a Memphis un sonido más contundente y cercano al de una big band. Esto se advierte principalmente en temas jazzeros como “La zancada”, un excelente instrumental (otra novedad para la banda) funky, con percusión latina; “Animal feliz”, que encuentra a Memphis con un sonido inesperadamente actual (cercano al de las bandas neo-swing como Royal Crown Revue), y “Vuelvo a casa mamá”, con aires de ragtime, la historia del típico separado argento que, después del divorcio, regresa a vivir con su madre.
Tratándose de un disco con tantas innovaciones, la elección de “El viento te lo dirá” como primer corte parece algo conservadora y no muy acertada: si bien es potente en lo musical, su sonido remite a lo más tradicional del grupo (concretamente, recuerda a “Tonto rompecabezas”) y la letra no es especialmente memorable. Todo lo contrario de “Blues de Hamburgo”, un inédito de las primeras épocas y el único blues propiamente dicho del álbum, pleno de feeling, con una poesía de carácter existencialista realzada por la brillante guitarra de Alberto García, un violero que demuestra su ductilidad moviéndose fluidamente entre el blues, el jazz y el rock.
En Hoy es hoy también aparece el rock 8l roll (“Adicción”) y una balada al estilo años so (“La última lágrima”). Quizás el álbum hubiera ganado eficacia si se le hubieran podado algunos temas, pero el balance es altamente positivo. Memphis muestra que continúa produciendo una obra representativa de su ciudad y de su tiempo (tanto es así que postergó la edición de un anunciado álbum en vivo apenas empezaron a aparecer los nuevos temas) y que, si bien sus miembros siguen siendo muchachos de barrio dispuestos a defender ciertos valores tradicionales, no pretenden quedarse abrazados a un farol añorando el pasado.