“Mi naturaleza es mucho más freak que pop”, dice Carca, el ex Tía Newton, que ahora presenta su tercer disco solista.
“Carca nunca llega tarde”, (aclara Maitena, su jefa de prensa, cuando nota que empezamos a mirar repetidamente el reloj. “Desde que lo conozco”, agrega, “una sola vez se retrasó y fue porque se quedó con un ciego en el subte”. “Mala idea”, pensamos, recordando una de las lecturas obligatorias del secundario. “Resultó que el ciego era un violinista que tocaba con Lalo Schiffrin”, concluye Maitena, en el mismo momento que Carca abre la puerta.
Habría que ser ciego para no notarlo, aun en un cuarto lleno de gente: mide 1,90; lleva anteojos tornasolados y una cabellera que fue vista por última vez en el hombre de Neanderthal. “Hay gente que cree que mi pelo es funk, ¿qué le voy a hacer?”, dice, momentos después, en un bar, tostado mixto y jugo de pomelo (exprimido) de por medio. “Me ponen un poco paranoico las situaciones que no controlo y en las que puedo ser tomado por alguien distinto de quien soy.” Como todo artista que entrega su trabajo a una audiencia, Carca está expuesto a que se ensayen definiciones continuas sobre su música y su persona. ¿Es sónico? ¿Es alternativo? ¿Es moderno? ¿Es retro? Escuchar sus tres álbumes, uno tras otro, no hará más que confundir a quien quiera armar las piezas del Sistema Carca. En el primero, Miss Universo, incluyó casi todos los discos, experiencias y canciones que había acumulado hasta ese momento. ¿Ecléctico? ¿Experimental? El lo llama su “disco deforme”. Probablemente debió grabarlo para exorcizar los fantasmas de haber formado parte del malón de grupos nuevos que soportaron la carga -en algunos casos buscada, en otros no- de ser los alternativos. Mucho antes de que esta palabra resultara molesta, cuando era una marca que empezaba a vender, Carca editó “Un millón de años blues”, un disco registrado en cuatro canales que revisa el sonido del rock nacional circa 1972. ¿Ironía? ¿Retro? ¿Blues? Carca: “Quise grabar ese disco cuando vi que todos los grupos empezaban a hacer lo mismo que nosotros habíamos hecho cinco años antes. Fue mi reacción ante la moda de lo alternativo. Cuando todos se volvieron sónicos, yo estaba haciendo rock.” Su nuevo disco, editado por el flamante sello Reina de Corazones y llamado simplemente Carca, fue compuesto y grabado entre marzo y agosto en una casa de Palermo Viejo. Los músicos y el ingeniero de sonido vivían allí. Los babasónicos Adrián Dargelos y Diego Tuñón, productores del álbum, llegaban todos los días por la mañana y se iban muy tarde por la noche. “Me levantaba a las 9 y componía durante varias horas. Después del mediodía, el baterista y el bajista pasaban sus partes y a la tarde grabábamos. El trabajo era tan bueno que casi todo lo que quedó en el disco fueron primeras tomas. Había una energía increíble en la casa. Á veces pasaban dos semanas sin que saliéramos a la calle; tampoco podíamos salir mucho, porque estábamos en medio de la zona roja y todo era muy
Heavy metal: no queríamos dejar la casa sola con todos nuestros equipos. En cuatro meses, lo terminamos. La compañía no intervino para nada. Una vez, en algo del proceso, se pusieron medio paranoicos y quisieron escuchar lo que teníamos. Se produjo una situación medio tensa. ¿Cuál es la de mostrar una obra que no está terminada? En un momento yo les tuve que decir: «Si me seguís jodiendo, tiro la cinta al río y te quedás sin nada.» Por suerte, después todo se arregló.” Carca afirma que en este álbum intentó cambiar la concepción de su música, alcanzar un sonido nuevo. Sin embargo, en un primer momento, el disco parece retomar la senda del anterior, esta vez caminando sobre los pasos de Color Humano, aquel grupo de Edelmiro Molinari. “No me gusta el retro porque si. Me interesa aquello que en su momento no tuvo referencias. En la década del 70, Edelmiro era el único que hacía algo distinto. Pero la prensa se desarmaba en elogios para Spinetta. Si escuchás hoy los discos de Almendra y los de Color Humano te das cuenta dónde estaba parado cada uno. También me gusta que haya existido un tipo como Pappo, que se ve que fue a un concierto de Black Sabbath en Inglaterra y vino acá y dijo: «Esto es lo que hay que hacer.» Pero no todo lo viejo es bueno. Al mismo tiempo que Pappo’s Blues, acá teníamos a Sui Generis haciendo mariconadas.” Inesperadamente, cuando luego de escuchar “Visiones del campo” y “Asesina a tus vecinos” —los dos primeros tracks del nuevo disco- creíamos que ya podíamos cerrar la ficha de Carca como un arqueólogo del rock local, aparece “Nubes negras” y da de nuevo. A partir de ahí, el disco crece en otras direcciones: bastante hacia el Bowie modelo Hunky Dory, un poco hacia Brian Wilson e incluso, muy brevemente, hacia el trip-hop. Por primera vez, la melodía irresistible irrumpe en la música de Carca. “El desafío de este disco fue ir tras la belleza. Mi naturaleza es mucho más freak que pop. Un disco deforme te lo hago en una semana. Pero ya pasé por eso. Esta vez quise ir tras algo que no me sale tan naturalmente; en temas como “Playmate” me parece haberlo logrado. Este es el disco de alguien que escuchó rock pero su pretensión es otra. Por primera vez tuvimos los equipos necesarios para lograrlo. La idea de producción fue trabajar con los instrumentos más finos y versátiles posibles. Hay quien cree que se puede hacer música con cualquier amplificador o cualquier guitarra; es cierto que podés tocar así, pero no podés desatar una carga emocional. Aquí trabajé sobre cada sonido: no hay nada que se pierda, no hay música en vano.” Este trabajo, que iba a llamarse Carca 2000 (“después pensé que dentro de unos meses todo iba a ser 2000 y ese término podía empezar a sonar tan molesto como ahora la palabra rave, por ejemplo”), es un puente entre dos estados, un híbrido entre un disco oscuro y uno cristalino, una fusión entre sonidos viejos y otros muy nuevos. En la nueva dirección que eligió para su música, Carca se reinventó a sí mismo una vez más. Esta es la mejor de sus encarnaciones: un artesano pop con la sensibilidad sintonizada en el tercer milenio.