La edición 2007 del Olavarría Rock sirvió celebrar la diversidad de propuestas, a través de una interesante programación, y también para confirmar que todo puede hacerse mejor cuando hay apoyo oficial. También auspició rock.com.ar.
La segunda edición del festival Olavarría Rock demostró que el esfuerzo puesto en la producción del evento da sabrosos frutos. Porque más allá de que todo es más fácil con la colaboración de organismos provinciales y nacionales vinculados a cultura, hubo incuestionables aciertos al momento de elegir las bandas participantes y en la manera de trabajar la difusión del evento. A lo largo del fin de semana hubo música para escuchar con la cintura (Los Vándalos), el pecho (Estelares), los oídos (Tipitos), la cabeza (Cielo Razzo y Las Pastillas del Abuelo) y los pies (La 25 y Pier). Todos contentos.
El puntapié inicial del Olavarría Rock 2007 se realizó el viernes y no fue una expresión musical sino un mimo intelectual. El primer paso del evento se materializó con una charla magistral de ese inagotable manantial de sabiduría y conocimiento que encarna la figura del periodista Alfredo Rosso. Durante una hora y media hizo un rápido paneo por el surgimiento del rock argentino y relató su progresión histórica década a década para unos cincuenta jóvenes que lo escucharon respetuosamente. Paso seguido hubo una escuetísima conferencia de prensa en la que representantes de organismos culturales municipales, provinciales y nacionales, más el factótum del festival (César Saldaín) marcaron algunos detalles sobre el evento. Después, el histórico guitarrista Héctor Starc (ex Aquellare) dio una sensacional clínica de guitarra que cosechó aplausos.
Día 1
La primer jornada musical se concretó el sábado y dejó un montón de música desparramada por los rincones del gimnasio del Racing Club. En un día algo frío el lugar se presentaba como un excelente cobijo para alrededor de dos mil almas necesitadas de rock en vivo. La grilla se empezó a desarrollar a las cinco y media de la tarde con la actuación de la banda local más pulida y prometedora en un horario tal vez demasiado temprano. Con la inclusión de dos vientos (trompeta y saxo), los muy precoses Rodadores dieron el recital más contundente de su carrera. La presencia de los caños dejó ver que las canciones del grupo están preparadas para tener una contundencia escénica importante. De seguro, cuando terminen de ajustar las tuercas van a arrollar.
Después le siguieron Vanguardia, Rey Lagarto y Zoom Cero y con ellos concluyó la primer selección de bandas locales. Ahí el escenario fue tomado por un grupo de treintañeros dirigidos por un hombre gordo, feo, con poco pelo y aspecto de forajido espantasuegras. El cantante de Los Vándalos representa algo así como la esencia del rock: un rosarino con cara de haberlas pasado todas y que sobre el escenario desborda carisma y fogosidad. Como respuesta a su entrega tuvo una agitada respuesta por parte del público joven de una ciudad que los recibía por primera vez. A lo largo de cuarenta minutos recrearon un rock and roll contundente, potente e imperecedero con canciones viciosas y arrebatadas.
Cuando ya eran las ocho llegó el turno de Estelares. Después de un brillante semestre que los ubicó como una de las revelaciones del 2006 y con una poderosa difusión radial de apoyo, a la banda se le abren puertas enormes y deja ver que toda la experiencia acumulada tiene un peso notable al momento de las definiciones. Durante casi una hora emocionaron con sus hermosas canciones de amor. Abrieron con «Las vías del tren» y tras ella siguieron la veraniega «Un día perfecto» y entre otros grandes momentos estuvieron «América» y «De la Hoya», a pesar que no forman parte del repertorio más difundido de la-banda-platense-de-Junín.
Después de ellos llegaría la actuación más fluida y musical de la noche: Las Pastillas del Abuelo dejaron en claro porque no se los puede reducir a una expresión más del tan cuestionado rock barrial. En todo caso, lo de ellos es música barrial, con tanto barro rioplantense como cemento urbano. Las envolventes texturas que crearon tan histriónicamente representadas por su cantante Pity dejaron una hora y media de música que llenó los oídos de colores. Además el sexteto mostró la capacidad de concretar momentos de notable intensidad musical como durante «Los oportunistas», «Enano» y «Skalipso».
La clausura llegaría a caballito del rocanroll arrugado, crudo y sin sutilezas de La 25. A los quilmeños les bastó presentar una seguidilla de esas canciones que vienen interpretando desde hace tantos años para que su público se sienta correspondido: «Mil canciones», «Vicios y r´n´r», «Quiero 25», y «Hacela de nuevo» entre las más celebradas. En su actuación dejaron claro que su búsqueda pasa por superar las mínimas complejidades posibles tanto a nivel melódico como narrativo. Lo que propone La 25 en vivo es un simple refugio para desalojados y en ese sentido cumplen con creces para lo que se espera de ellos. Si no se arriesgan a más por desinterés, incapacidad o demagogia es algo que sólo saben ellos.
Día 2
A las cinco y media de la tarde empezaron a desfilar algunas bandas locales: 2de3, Los Súbditos del Rey (hicieron un par de covers ricoteros), Surreal (aportaron una detallada interpretación de algunos clásicos, destacándose «Confortmbly Numb» de Pink Floyd) y Viejos Amigos (su rock and roll callejero se vio afectado por algunos problemas de sonido y definición). Tras ellas Gazpacho mostró un repertorio evidentemente muy ensayado de canciones de sonido neo alternativo escritas para encajar en el oído adolescentes cuya contundencia es innegable.
Tras ellas llegaría el número artístico que más sudor logró exprimirle a las casi dos mil quinientas personas presentes. Cielo Razzo presentó un set de quince elaboradas canciones capaces de provocar una sonrisa enorme en sus seguidores. La fórmula a la que arribó este septeto rosarino compone un rock ágil, percusivo, fluido y cadencioso donde todo parecería estar hecho para provocar la exaltación. En una lista muy parecida al de su reciente disco en vivo, se lucieron «Alma en tregua», «Miradas» y «Luna».
Lo de Los Tipitos fue una demostración de calidad artística brillantemente recibida en el clamor popular. Se nota que vienen tocando canciones como «Silencio», «Brujería» y «Campanas en la noche» desde hace ya tres años porque suenan mejor que en el disco. Sus melodías beatlescas deambularon por todo el gimnasio y se filtraron en oídos agradecidos por tanto talento. Lo mejor de su show fue el popurrí de inoxidables clásicos funky de los ´70 y ´80 entre los que se destacó «Billy Jean» y sobre todo el momento en que los cuatro bailaron un pasito para que la hinchada se los festeje. Cuando terminaron dejaron a la gente gritando por ellos un rato hasta que resolvieron cerrar con «El rock de los patitos», un rock a cara de perro.
El cierre del festival fue una sólida actuación de Pier en la que regaló una dosis de rock simplón, pausado y monocorde. Da la sensación de que la propuesta del grupo se basa en una batería fuerte que saca de foco las posibilidades melódicas que podrían alcanzar el bajo y la guitarra. Así y todo su interpretación de «Sacrificio y rock and roll» cristalizó el momento más festejado de todo el evento.
