En la primera jornada del Cosquín Rock, hubo mayoría heavy y el predio húmedo resultó incómodo para caminarlo. Además, por motivos varios, la programación sufrió demoras. La crónica de Juliana Rodríguez, para La Voz del Interior.
La humedad en el predio, los controles estrictos a los automovilistas en el paredón, algunos desencuentros entre bandas y organización y mayoría heavy entre la concurrencia de 20 mil personas. Esos, más una atractiva y diversa programación artística, fueron los aspectos salientes de la noche inaugural del Cosquín Rock 2007, que hoy a la madrugada cerraba Las Pelotas.
La jornada comenzó temprano, con mucho movimiento en los alrededores del predio de la comuna de San Roque y en espacios clave de Córdoba capital, como la terminal de ómnibus y rockerías.
Ya con el programa en desarrollo y con las nubes insinuando una retirada, a las 6 de la tarde Carajo cerró su show en el escenario principal con un cover Smells like a teen spirit, de Nirvana, y con su clásico Sacate la mierda. Antes, los tucumanos Karma Sudaca tocaron, literalmente, para ellos mismos. Es que poca gente había a las 17, probablemente a causa de la amenaza latente de lluvia. Mejor suerte tuvieron los uruguayos Hereford, que tuvieron algo de quórum.
Puntuales, y afectados con un recambio de gente que, en oleada, se fue hacia el temático heavy, los brasileños de Natiruts largaron con la tardecita reggae y su «vibra posichiva». Trajeron el verano y las playas de Florianópolis, donde conocieron a varios argentinos, según contaron. Su show tuvo una obligada cita a Marley (Jamming), un guiño a Hendrix y un resto de temas propios que generó bamboleo de caderas.
El imaginario «Jamaica» tuvo una mejor representación con Andrew Tosh, quien tocó una hora más tarde de lo esperado porque llegó al predio demorado «por un accidente en la ruta», según anunciaron desde la organización.
Andrew se encendió junto con las pantallas, a las 20.20. Con impecables dreadlocks y traje blanco de lino, el hijo de Peter Tosh intentó recuperar el tiempo haciendo correr sangre rasta con ribetes ska y toques funkies. Pese a ese intento de diversidad, logró la usual comunión que propone el reggae roots. Apenas terminó Andrew, las banderas y los ánimos empezaron a inquietarse. Es que venía La Mancha de Rolando con sus rosario de hits a cuestas, pero, para seguir en sintonía, se apeló a un enroque y salieron Los Cafres.
El movimiento desconcertó a los de la primera fila quienes se miraron, se encogieron de hombros y entendieron que no les quedaba otra que mecerse y dar saltitos al son de A pesar. A esa altura, las estrellas (las del cielo), finalmente aparecieron y se reinstaló la buena racha climática de las primeras noches en San Roque.
Los Cafres, que ya consiguieron el pase del temático al principal, se encargaron de un público heterogéneo en una edición en la que el reggae tomó el lugar que el pop ostentó el año pasado.
Más tarde, plantó bandera La Mancha de Rolando y el rock canción dio su primer pisada firme en el festival. Su cantante Manuel Quieto llamó a la paz y a la unidad de las tribus al cantar Arde la ciudad, pero abajo se pelearon una pibe y un pibe. Lamentable. Al cierre, la multitud esperaban por La 25, Rata Blanca y Las Pelotas.
¿Barro? Tal vez. Entre el lodo tenue y el riguroso negro que anoche vistió la mayoría heavy, los trapos de la concurrencia adquirieron ese tono “camuflaje”, tan característico de tropas invasoras.
Pero en este caso, los guerreros del rock no buscaron armas de destrucción masiva sino su propia satisfacción, que se vio apenas alterada por la lluvia de ayer a la mañana. Hay que decirlo: a diferencia del tierral de los secos años anteriores, el predio de la comuna San Roque amaneció ayer tapizado por un césped alfombra. No obstante ello, la lluvia formó charquitos y, entre un escenario y otro, un “vado”, espacios que dificultaron el desplazamiento de los espectadores.
Susana y su compañero, por ejemplo, que llegaron temprano en su moto para ver al grupo duro Magma, de La Falda, no sólo se perdieron el show sino que pasaron de lleno a un mini lodazal. Sus respectivas camperas de cuero, y sobre todo las botas altas de goma de ella, atenuaron el impacto.
Mientras la pareja relata el percance, que no alcanzó a torcer su estado de ánimo, pasa un trío de flacuchos: uno es de Río Tercero, otro de Río Cuarto y el restante, el que habla, de Córdoba. Se llama Marcial y sobre él recayó la responsabilidad de cargar “los pilotines”. Al tiempo que sus amigos van de aquí para allá disfrutando de las opciones del programa, Marcial se pone ídem y deja una cara de fastidio que comunica: “estos se divierten y yo les cargo el bulto, ¿a vos te parece?”.
Si alguien pretendía zafar con algún aislante conseguido en el predio, a mal monte fue por leña. En la tiendas dispuestas por ahí, no había nada para la lluvia. Ni paraguas, ni sombrillas, ni capuchas. Ni de hop, ni de nada. El que no vino adaptado, se empapó. Así, hasta que las brisas mermaron hasta desaparecer, las banderas se convirtieron en piloto automático.
Aterrizajes forzosos. Desde la Cruz Roja, en tanto, informaron que la alfombra húmeda del predio dejó chicos con un par de raspones, resultantes de aterrizajes forzosos. Nada grave.
A todo esto, por allí se las vio a Alisa y “Cheli”, que llegaron desde Santiago de Chile. Vinieron a las sierras de vacaciones, alentadas por ver al Cosquín Rock. Las trasandinas se confesaron “súper punkitas” y revelaron que, por sobre todas las cosas, esperan los shows de Attaque 77 y 2‘, ambos programados para hoy. Las chicas estaban mojadas, pero ya a la tardecita declaraban: “Está rico el clima, bien fresquito”. Atrás de las chilenitas, pasaba un fan de Carajo, con el rímel rigurosamente corrido.
¿Estética, puchero de llanto inminente o gotas pasajeras que no se detuvieron a tiempo?