El guitarrista, compositor y productor inglés visitó por tercera vez Argentina para presentar su cuarto trabajo solista, «Hand.Cannot.Erase» y recorrer algunos de los mejores momentos de su carrera. Fue el pasado 12 de mayo en el Teatro Vorterix.
Acompañado por los estables Nick Beggs (bajo) y Adam Holzman (teclados), más David Kilminster (guitarra) y Craig Blundell (batería) reemplazando a Guthrie Govan y Marco Minnemann respectivamente – y sin contar la sorpresiva ausencia del amo de los vientos Theo Travis -, el cuarteto salió a escena apenas pasadas las 20:30 para abrir la velada con «First Regret/3 Years OIder», tandem que inicia la obra más nueva, de la que sonarían 10 de sus 11 pistas.
Respetando el orden original, y luego de que Wilson relatara sus peripecias en nuestra muy especial oficina de aduanas y agradeciera el haber podido llegar a tiempo para el show, el setlist continuaría con la pop «Hand Cannot Erase», la electrónica «Perfect Life» y la épica «Routine».
La primera pausa en la continuidad del trabajo más reciente llegaría con una particular versión de «Index», incluída en «Grace For Drowning» (2011). De vuelta en el rastro del último trabajo, Wilson regalaría el imbatible combo formado por la funky «Home Invasion» y el tenso y emotivo instrumental «Regret #9», en una versión bastante libre pero aun así genial de Holzman y una heroica performance del suplente Kilminster, que tranquilamente podría pelear una eventual titularidad.
Inmediatamente, en un clima inmejorable, llegaría una que todos cantarían, la preciosa balada de Porcupine Tree «Lazarus», y justo antes de volver a la senda principal, una inesperada, de su «Cover Version I»: arreglada para guitarra acústica y piano, «Thank U», de Alanis Morissette, y enseguida el tenebroso homenaje a la Shoegaze Music de los 80s, «Harmony Korine».
Entonces, las últimas de Hand.Cannot.Erase: la oscura y compleja obra progresiva de 13 minutos y medio «Ancestral» y la melódica, casi pop, «Happy Returns». Los músicos dejarían la escena mientras Holzman, aun apostado frente a las teclas, despedía el disco con la ambiental «Ascendant Here On…».
Cuando el telón translúcido se desplegó sorpresivamente delante del escenario, todos intuyeron lo que se venía, y así lo festejaron al tiempo que una perturbadora imagen de una cara en primerísimo primer plano anunciaba el inicio del ya clásico «The Watchmaker», seguido por otra de Porcupine Tree, la banda insignia del artista por más de 20 años: «Sleep Together».
Tras otra breve pausa, llegaría el momento más emotivo de la noche, doblemente emotivo: porque sería la última en sonar, pero sobre todo porque la triste y a la vez esperanzadora «The Raven That Refused To Sing» está pensada para arrancar alguna que otra lágrima. Y nunca falla.
Steven Wilson volvió a hacerlo. Una vez más mantuvo a una sala repleta en vilo durante casi 2 horas y media, con piezas atrapantes, historias envolventes, un sonido perfecto, hipnótico, una performance musical digna de los mejores. Nuevamente se llevó infinitos aplausos, interminables e incontrolables ovaciones, incontables elogios. De nuevo dejó en claro por qué las grandes figuras del rock progresivo – y sus seguidores – lo siguen eligiendo, una y otra vez.
Fotos: Víctor Spinelli