El Flaco tocó en Rosario con un cuarteto, pero la poesía de siempre.
El teatro El Círculo, qué mejor lugar para disfrutar de Luis Alberto Spinetta. Cómodas butacas, un buen encuadre para el escenario con los detalles dorados de los palcos, frescos en su techo, regocijo del oído y de la vista. Un sonido impecable, luces impresionantes.
La noche del sábado 17 Spinetta presentó su nueva banda, en Rosario. No hace mucho estuvo inaugurando en el mismo teatro su último disco «Para los áboles», pero en esta nueva presentación mostró una banda más acotada que la anterior. No tiene más segunda guitarra ni percusionista, y tanto baterista como bajista han cambiado.
La nueva banda quedó conformada de la siguiente forma: Spinetta en guitarra y voz, Claudio Cardone en teclados, Cristian Judurcha en batería y Nerina Nicotra, esposa de Badalá, bajista de Fito Paéz, en bajo.
La noche se dividió en dos partes: una acústica, compuesta por Luis Alberto en guitarra acústica, acompañado de su tecladista, y otra eléctrica a la que se sumaron el resto de los músicos. Esta primera sección fue inigualable, íntima, intensa, profunda. Las letras parecían alcanzar lugares más lejanos, tocar cuerdas internas.
Después en la parte eléctrica se fueron integrando el baterista en primer lugar, y tras un par de temas la nueva bajista. No por desmerecer de ninguna forma a la bajista, quien realizó un muy buen trabajo, sorprende la partida del virtuoso Javier Malosetti, sobre la cual Spinetta no brindó ninguna aclaración.
El espectáculo visual jugó un papel importante. Luces verdes y azules formaban una estrella sobre Luis Alberto, el humo dibujaba figuras extrañas a sus espaldas, y parecía transformarlo en un ser flotante, suspendido en el aire de sus notas.
Spinetta es un ser casi etéreo. Presenciar uno de sus recitales es una experiencia extraña. Hay algo en él, algo de lejanía. Tenerlo a metros nomás, respondiendo a los gritos de su público, parece casi irreal por momentos. Es como si un cuadro perfecto, maravilloso, de pronto cobrara vida y nos acariciara el rostro.
Los temas elegidos pasaron pantallaza de todas sus épocas, pero también hubo un set de su último disco. Entre ellos interpretó «Barro tal vez», «Un niño nace», «Vera», «Prométeme un paraíso» (de su hijo Dante), «A Starosta, el idiota», «Plegaria para un niño dormido», «Pequeño ángel» el cual lo dedicó a las víctimas de la AMIA en el aniversario del atentado.
Algunos de los temas de «Para los árboles» fueron «Néctar», «Agua de la miseria», «Su amor, allí», «Vidami» lo cual significa que cuando se ama tanto no alcanza con decir «Vida mía»…
El último tema fue «Magnolia», después del cual estuvieron «La herida de París» y «Seguir viviendo sin tu amor», como yapa final.
Aclaró bien que no le pidan más temas, porque se tenía que ir «de joda», y no iban a tocar más. Fue una noche relajada, de gran acercamiento con su público y en la cual alentó en todo momento a sus nuevos músicos.
Su buen humor, sus cabriolas en el escenario… pareciera por momentos un niño. Hay algo intocable en él, como si un cristal lo protegiera. Pero traspasa el cristal, y lo atraviesa con sus palabras sin quebrarlo.