El viernes y sábado pasado, Skay Beilinson y Los Seguidores de la Diosa Kali se plantaron en el escenario del Auditorio Sur para hacer lo que mejor les sale: rockear. El repertorio, maduro y potente, mixturó cantables de “A través del Mar de los Sargazos”, “Talismán” y “La Marca de Caín”. La concurrencia pogueó y disfrutó viejos y renovados acordes redondos que con discreción se perfilan a convertirse en joyitas cruciales de nuestro rock.
La serenidad de esta localidad de casas bajas se vio interrumpida diez minutos antes de las 22 cuando se produjo el estallido. ¡Por fin!¡Por fin! De Negativo (”Soldadito de plomo”) a Espiroqueta (”El Gourmet del Infierno”) no habría respiro, ni palabras. Sólo rock y un par de acoples de sonido. Hasta que un augurio de “feliz 2009 para todos” quebraría el silencio previo a “Meroe y los Sortilegios” y Niño robot (”Canción de Cuna”). Una pausa que duró segundos y, primero los golpes secos del Topo Espíndola sobre su bombo y luego el juego de dedos de Cofia Quartero sobre su bajo, anunciaban “Los Caminos del Viento”. Sonido ondulatorio mediante, llegaría el primer brazo arriba de Skay (ese gesto significativo que describí tiempito atrás, ¡recorran el blog!). Curiosamente con esta canción se lucen todos los músicos (y se destacan los teclados de Javier Lecumberry). “Bye Bye” ofrece nuevamente un panorama algo dispar a la versión de Talismán (2004): incorpora riffs zeppelinezcos y prolonga el desenlace con un arrollador tándem de guitarras. Definitivamente dejó de ser una melodía sedante. “Vamos a algún lugar… tierra de dragones” sugería el guitarrista. Y el baile de la multitud sobre los aires de tarantela italiana completaba “Dragones”. Novedad: volvió “Nene Nena” (sin el coro de Lecu, pero con una exhibición del bajo de Cofia). Y a diferencia de varias perlitas redondas en que los punteos pasaron a ser tarea exclusiva de Oscar Reyna (”Jijiji” y “Todo un palo” por ejemplo), Skay conserva el solo del inédito ochentoso. La Parca (”Oda a la sin Nombre”) sellaría la primera parte del set.
La Flecha (”Memorias de un Perro Mutante”) y Callejón (”Flores Secas”) devolvería los músicos al escenario. Después, Killmer (”Arcano XIV”) interpretada con una variante en el canto: más protestona que en el CD. “Recitada” sería el vocablo preciso. Y “Presagio” y Rosarito (”Ángeles Caídos”) que elevarían al violero hacia un horizonte sólo comprobable en vivo. Momento de tomar un tren a Katmandú (”Tal vez mañana”). La canción que evoca a “Sultans of swing” de Dire Straits introduce una bifurcación en la letra original: “nunca olvida lo perdido…”. La mística ricotera no quedaría relegada: “Todo un palo” potenciaría las pasiones y los ánimos de la masa, al punto tal de los inevitables cantos que proclaman la vuelta. En la parte musical se destacó el Topo que imprimió sobre los parches una atrocidad digna de un tema que hasta cantan los Prevención. Antes de la última pausa, los devotos de Kali tocarían “El Gólem de Paternal” y nos remontarían a una atmósfera psicodélica: “Bueno mis amiguitos, nos estamos yendo. Vamos con el Fantasma del 5to piso”. La parte final se valió de “¿Dónde estás?”, el agite clásico y único de “Jijiji” y “Gengis khan”». El saludo formal, los gritos, la euforia, la lucha titánica por los palillos y las púas; y a las doce menos veinte las hordas ricoteras emprendieron la vuelta a casa.
“Eres parte del rock & roll. Vamos Patricio…¡vamos ya!… ¡Por fin! ¡Por fin!” clamaba una de las banderas. La expresión pertenece a “¡Por fin! ¡Por fin!”, un tema que Los Redonditos solían degustar a fines de los ´70 y principios de los ´80. Época en que pubs y pequeños teatritos como el Lozano, el Polaco, el De La Cortada y Margarita Xirgú servían como guarida para desahogarse de una realidad social tensa, hastiada de incertidumbre. El “Docente”, “Mufercho”, Bernardo Rubaja, Edy “La Foca” Rodríguez, Beto Verne, “Govinda”, Fenton, el ballet ricotero y “Onanos Karampalis” (el hermano de Skay) eran algunos de los personajes que amenizaban la tertulia del Rey Patricio. Indio y Skay estaban entre ellos, pero… el orden de los factores no alteraba el producto.
Treinta y pico de años después de aquellos recitales minúsculos, El Flaco sigue honrando su naturaleza junto a Los Seguidores de la Diosa Kali. Los espectáculos ya no son tan rudimentarios y espontáneos como antes, pero guardan la misma frescura. Hay que decirlo señores: Skay lidera una verdadera máquina de hacer rock, intensa y penetrante. Este parate de la grabación del próximo disco no hizo más que saciar la voz de fieles y memoriosos adeptos que con ímpetu y lealtad han construido una figura inquebrantable.