Catupecu Machu volvió a Tucumán para dar uno de los mejores shows del año.
Ocho meses de su última tocada en Tucumán, ocho meses de que todo cambió, “ocho meses de vivir una película surrealista”. Un poco de las palabras de Fer Ruiz Díaz, luego de tres temas junto a Macabre y Herrlein que pusieron los pelos de punta a un estadio de 4 mil almas. Algo de “Cuadros…”, algo de “El número imperfecto” y un escenario vacío a la derecha. Antes de presentar a los invitados, y luego de tirarles besos de agradecimiento a sus compañeros, Fernando explicó un poco de la situación que ya todos conocemos. Y la banda sigue tocando “si no después Gaby se levanta y nos caga a palos a todos”.
El sonido es el mismo. Es Catupecu. “Le di sol” mezclado con el “Opus 1”, y “Acaba el fin” con Pichu de Cabezones en perfecta unión con la banda. Para “Preludio en el umbral” apareció Zeta Bosio (que desde el primer tema estuvo bailando y saltando abajo del escenario) y la ovación fue ensordecedora. “Vamos a tocar un tema que escribió este hijo de puta junto a César Andino”, dijo Ruiz Díaz para comenzar con “Pasajero en extinción”, mientras Pichu reía. Después la puteada se extendió a Zeta, cuando Fer presentó “Persiana americana” y las gargantas ya no pudieron más. Una fiesta, mucha emoción y el grito alentador del público que viajó 1.200 km para Gaby.
Esa mañana de viernes amaneció demasiado lluviosa. La idea era un gran festival (Tucumán Music) con exposición de fotos, clínica de batería y muchas bandas locales. La organización, en tiempo récord, trasladó las estructuras bajo techo, a otro club, y las cosas comenzaron a retrasarse. Sin exposición ni clínica, las bandas locales no pudieron tocar (sólo tocaron dos, tres temas cada una) y Karamelo Santo (en un show de fiesta total) y Karma Sudaca (que presentó tema nuevo) tuvieron que acortar sus tiempos.
Igual no llegaron, igual se hicieron las 3 cuando Catupecu subió al escenario. “Demostremos que no somos violentos como ellos. Vayámonos tranquilos, nada de kilombo”, arengaba Fernando veinte minutos después de las 4 am cuando las luces del estadio se encendieron y ya no alcanzaban sus gritos para apagarlas. Expliquemos: en Tucumán nada que implique diversión puede pasar ese tope horario (ah no, perdón, las casas de juego están abiertas toda la noche!) Entonces tolerancia 0 para los recitales, boliches y fiestas. Sí, Tucumán vive a 1 millón de años luz… pero para atrás.
A la mitad de “Dale!”, la presión fue demasiada. Los músicos entendieron, dejaron todo y se acercaron al borde del escenario a saludar a la gente. La ovación fue hermosa: un mar de brazos estirados aplaudiendo, gritando y agradeciendo. Uno de los mejores shows del año, uno de los más emotivos, uno de los más esperados y el que seguramente todos querrán volver a ver. A futuro incierto, esperamos la vuelta.