La noche en La Trastienda era larga. Todo había comenzado a las 22 del 28, entre mesas y sillas con Javier Calamaro. Ahora ya que era otro día, los mobiliarios habían volado y la banda que rockeaba se llama Turf.
Ya desde temprano, una larga cola se aprestaba en puerta para la presentación del grupo liderado por Joaquín Levigton y la espera llevó a mirar con detenimiento los atuendo de los fans, que realmente son para destacar. La elección pasaba por el negro predominante para las niñas y el saco obligatorio para los del sexo masculino. El pelo con hebillas o el corte con flequillo peinado al costado. Eso sí, para ambos la infaltable mochila llena de pins e inscripciones con liquid. Asimismo se podía ver también buzos de rugby acompañando algún perfume de procedencia extranjera como para completar el cuadro.
Una vez adentro la banda abrió la música con «El candado» y «Oh Dios!», temas rockeros que marcaron la idea del show por venir. «Mambo» sirvió para que los que no se habían movido todavía lo hicieran y preparar el camino para el archiconocido «No se llama amor», que dio rienda suelta al salto colectivo.
La atmósfera oscura cortada por luces verdes, lilas y algunas que otras blancas mostraban al grupo a full, aprovechando el espacio y conjugándose con su gente que feliz cantaba cada tema. De pronto salió «Tarjeta postal», un reggae glamoroso que aplacó un poco los ánimos, pero de poco sirvió si a continuación sonaron «Pasos al costado» y «Cuatro personalidades», clásicos indiscutidos de la banda.
El Indio Marquez se quedó del evento anterior para subir como invitado en varios tramos del show: «Magia Blanca» y «Ranchera», en este caso sufrieron su distorsión tan bien aplicada. Un breve corte permitiría que Joaquín cambiara su remera negra con flecos por otra blanca con rayas horizontales celeste y para que «Piolines» se cruzara con «Desconfió» de Pappo, a modo homenaje, e inaugurara el momento más rocker de la jornada. «Juventurf» amenazó con convertirse en punk, «El espectador» sonó muy hard rock, «La chispa de mi mente» se convirtió en un tema de rock barrial y «Yo no me quiero casar y usted?» desparramó furia stone por la sala.
«¿Les parece poco?», parecía preguntar el líder con la mirada clavada en el micrófono y las cuerdas vocales a mil. La gente con su contorneo le replicaba que no, que querían más… y desde el escenario mandaron «Crónica TV» y «Para mi, para vos», como cierre de un interesante show.
Turf en vivo es cosa seria. Va mucho mas allá de los hits que las radios se dedican a pregonar. Suena fuerte, genera movimiento y tiene su público fiel. No es poca cosa para una noche de rock.