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Saldos y retazos de Cosquín Rock

  • Natalia Rozada
  • 13 febrero, 2004

Aproximadamente 85mil personas pasaron en cuatro días de rock. Balances, aciertos y errores de la cuarta edición del festival más importante del país

Esta historia se inicia por el mes de agosto, cuando comenzaron a correrse los primeros rumores sobre las bandas que participarían en la cuarta edición de Cosquín Rock. Por esos días se debatía entre un par de

marcas de cerveza el sponsoreo del festival, pero nadie se imaginaba que la bebida más tradicional de Córdoba después del «tetra» sería la que pondría cientos de miles de pesos para estampar su marca en todas las remeras.

Cuando La Renga visitó Córdoba se manejó la idea de que estuvieran presentes, pero los de Mataderos honraron sus principios y se negaron a participar de un festival que llevaría por nombre una marca. Así pasó el tiempo y tres meses después se presentaba a la prensa la grilla oficial y el festival en sí mismo.

El principio del final se remonta al jueves 4 de febrero. La ciudad de Cosquín recibía a los roqueros de todo el país que con sus mochilas al hombro llegaban para ser parte del evento más federal del año. Campings llenos, hoteles listos para alojar a los artistas y todas las casas de alquiler temporal estaban ocupadas. Pero nunca está demasiado llena esta ciudad como para dejar sin alojamiento a un roquero de ley: las plazas, las orillas del Río Cosquín, las entradas de las casas y hasta las escalinatas de algún que otro edificio servían como hotel transitorio para quienes llegaron con la entrada en una mano, el pasaje de vuelta en la otra y unos pocos pesos en el bolsillo.

La plaza Prospero Molina debía prepararse cinco días antes, pero la extensión del festival de folclore y un acto evangelista el día lunes hicieron que todo se atrasara un par de días. A las 16:20, cuando las puertas se abrieron, los cientos de chicos que aguardaban desde hacía varias horas en las inmediaciones se apuraron para ingresar. Cinco minutos después 250 Centavos comenzaría a consumir sus 20 minutos de gloria arriba del escenario más importante del rock hoy por hoy.

Esa noche, doce bandas pasarían por el escenario, y los problemas de sonido hacían su aparición. Mientras 250 Centavos tocaba me situé sobre el escenario detrás de sus equipos, el retorno era escaso y la acústica no ayudaba en nada. Pero la vista de la plaza que comenzaba a poblarse era imperdible. Poco a poco cada rincón se iba cubriendo y cuando Massacre hizo su ingreso dos horas y media después el lugar estaba a

pleno.

Ver las caras de quienes llegaban por primera vez a este festival era un espectáculo imperdible: con los ojos bien abiertos y la boca en la misma posición, rotaban su cuello casi 180 grados deteniéndose en cada detalle. Desde la fosa del escenario podían apreciarse las cientos de manos y ojitos que se asomaban por sobre los tablones negros.

La energía que se respiraba era tal que hasta Wallas, a pesar de ser el líder de una de las bandas con más historia en Argentina, decidió colocarse un par de lentes oscuros para sobrellevar el «cagazo» que le daba ver tantos ojos observando su accionar en el escenario.

Este Cosquín será recordado por los cordobeses como el primero en tener a una banda local tocando en el set de los grandes. Armando Flores pasará a la historia como la primer banda cordobesa que estrenó las luces en un Cosquín Rock. Hace pocas horas leí un mail de un lector de rock.com.ar que, maravillado por la actuación de los Armando, me pedía información sobre la banda; ¿cuántas cosas como esta puede generar una buena ubicación en la grilla del festival? Porque la banda del Ají Rivarola no fue la única en realizar un excelente show sin ser masiva. Por el contrario, las bandas del interior demostraron una vez más que en este país nada nace y muere en la Capital.

Karamelo Santo repitió su fiesta descontrolada y con contenido, dando cátedra de cómo divertir al público sin caer en fórmulas embasadas ni simplismos de hit. Los mendocinos hicieron explotar la plaza con canciones como Joven Argentino, Guerrillero y Soy Cuyano; cargadas de ideología y sentido social. A.N.I.M.A.L fue la primer gran ausencia de este festival, las razones aducidas por la banda y la organización fueron las mismas: querían traer sus propios equipos y la producción no estaba dispuesta a afrontar los costos ya que tenían contratado un backline para todas las bandas.

Catupecu Machu repitió sus locuras en el escenario y más relajado en su camarín Fernando Ruiz Díaz nos aseguraba que «las ideas están ahí, el día que Catupecu deje de experimentar» cosas nuevas el aburrimiento hará que se dediquen a otra cosa.

Esa noche el punk brillaría con su representante más exitoso: los Attaque 77 presentaron Antihumano y buscaron demostrarle al suplemento juvenil del «gran diario argentino» que el ablande del cual tanto se habló gracias a uno de sus artículos es puro cuento; al menos eso sostuvo con extensos ejemplos un Ciro Pertusi poco conforme con esa crítica que se viene repitiendo durante años.

Seguramente muchos eran los que pagaron su entrada con el propósito de ver a Bersuit Vergarabat en acción. El show que el pelado Cordera brindó no salió demasiado de los esquemas tradicionales: Perro amor explota, A los tambores, La bolsa, Murguita del sur, en la mitad del repertorio cantaron Mi Caramelo, después La petisita culona y el ballet de chicas intentando seducir a los integrantes de la banda. En fin, lo mismo de siempre pero con algunas perlitas, como la presentación del video clip del primer corte de su nuevo álbum, La Soledad, y un par de temas más como El baile de la Gambeta y La Argentinidad al palo. Muy enojado bajó Cordera del escenario, ya que el sonido generaba puteadas desde el primer día.

El viernes fui a buscar la remera oficial del evento en el Centro de Convenciones de la ciudad. Al pasar por la plaza me encontré con un colega amigo que venía en calidad de turista a ver el festival. Caminamos por las calles principales de la ciudad y realmente solo se respiraba rock y orina por las calles: todos los negocios reproducían canciones de Los Redondos, Las Pelotas, Los Piojos, La Renga y en todas las paredes se podía visualizar las secuelas de un baño improvisado.

Llegamos temprano a la plaza y presenciamos la nota que un canal musical le hacía a Babasónicos. Esa sería una noche larga, con más de 15 bandas arriba del escenario. Para destacar la actuación de Doctrina, Hyperstatic, Sr Brass, Kainoas y Manthra; todas bandas del interior del país que pusieron todo para sonar de la mejor manera posible mientras comenzaba a llegar la gran masa pelotera.

Esa noche Vetamadre fue el representante del dark y Viticus el profeta del rock and roll rutero de décadas pasadas. Justamente con Vitico nos hicimos unos minutos para repasar la historia del rock del país, llegando a la conclusión de que a veces parece que «todo tiempo pasado fue mejor» pero en las nuevas bandas todavía brilla una luz de esperanza para el rock nacional.

Ya el río de orina atraviesa de punta a punta la plaza y el puesto de bebidas no deja de vender. Dentro de la plaza un pancho cuesta $1,50 y no te queda otra que gastar en cerveza porque nuevamente las canillas fueron clausuradas. Son muchas las horas que los chicos permanecieron el la plaza cada día. Estaba prohibido el ingreso con bebidas y la sequía en los bolsillos de la mayoría hacían constante el reclamo

hacia los guardias: AGUA!!!

Un verdadero papelón fue lo que hicieron con Carajo. La banda se plantó en el escenario con toda la fuerza que los caracteriza y mostrando el avance musical del grupo y en especial del Terry, el guitarrista; repartieron papel para asegurar la higiene de la plaza luego de que el público se sacara la mierda interior y cuando estaban por tocar el último tema de la lista, les cortaron el sonido. Nunca se vió que hicieran lo mismo cuando una banda «grande» se pasa unos minutos en el tiempo asignado, sin embargo quedó demostrado que a los encargados del escenario les desvelaba el hecho de que Carajo entregara su set cinco minutos más tarde, pero no pusieron el mismo empeño en lograr que los equipos funcionaran correctamente. Un par de horas después nos encontramos con Terry y ya más calmado nos dijo: «y bueno, nos pasamos con el tiempo, que se yo».

La 25 fue el emblema del rock «rollinga», cientos de bengalas se encendieron en la Prospero Molina y miles

de banderas se agitaron cuando la banda comenzó a sonar. Callejeros tuvo también una buena respuesta por parte del público, lo mismo que los uruguayos de La Vela Puerca. Almafuerte subió para demostrar que «en la concha de Dios todos estamos reunidos». Iorio dijo sobre el escenario: «Por segunda vez estar en este festival a los 40 años es un triunfo», cosa que repitió en la conferencia de prensa donde además se mostró a la defensiva y señaló que se le «murieron las ganas» de tocar el bajo razón por la cual lo abandonó hace un tiempo.

Lo de Molotov fue reiterado por todos los medios de comunicación: impresionante. Babasónicos fue por primera vez abucheado por el público de Cosquín. Las Pelotas bajaron muy enojadas del escenario y Sokol se refirió a las fallas de sonido. Un día más terminaba, y todos aguardaban que el sábado fuera la gran fiesta del «dios» del rock nacional.

El sábado comenzó con atrasos, todos comentaban que en el bar destinado a la prensa e invitados especiales servirían café con media lunas en lugar de fernet y pizza. La prueba de sonido de García se demoró pero el público disfrutó del set de cuerdas de García tocando un par de temas con la voz del violero en lugar de Charly que llegaría unas cuantas horas más tarde a Cosquín en su limousine blanca y con la alfombra roja esperándolo.

Ya todos más cansados, nos costaba mucho subir y bajar escalones por lo que la mayoría optó por charlar con algunos amigos. Encontré a Goy de Karamelo Santo que continuaba recorriendo los pasillos del escenario escuchando las bandas del interior y me dijo que era su última noche en Cosquín antes de regresar a La Boca donde lo esperan en el estudio para terminar la tercer placa de la banda. Todos los músicos estaban dando vueltas. Palo Pandolfo, los chicos de La Portuaria y un amigo de la casa: Piltrafa. Un poco enojado porque no le dieron micrófono, descargó su furia puteando a un par de músicos… y entre nos, bastante razón tenía.

Árbol fue la banda que me dejó con la boca abierta. Pablito, Edu y compañía reventaron la plaza en lo que fue el mejor show de este Fernet Cinzano Cosquín Rock. Lo de Fito no tiene palabras que puedan describirlo y lo de Charly es un tema aparte del que mucho se ha hablado. El sábado dejó como saldo un par de heridos y media docena de detenidos. Algo que pocos vieron fue la reacción de uno de los guardias de seguridad de la empresa privada, que superado por los hechos desatados después de Charly se dirigió a la policía exigiendo que tiraran un par de tiros porque sino no se iba nadie. Menos mal que esta vez la policía actuó a conciencia y correctamente, sino el desastre podría haber sido mayor.

El domingo hubo cosas que no cambiaron: el olor de la plaza y el mal sonido. Es una lástima que un festival de esta envergadura sea recordado por estas cuestiones. Pero también hay que remarcar un hecho muy positivo: gracias a Omar Mollo, Melingo y Los Navarros el tango tuvo su lugar entre el público rockero.

Primero Omar presentó algunos temas de su disco solista, después Los Navarros lo invitaron a tocar junto a Rubén Juárez el tango Cambalache. El set terminó con un poco comprendido Melingo que lamentablemente fue silbado por un puñado de idiotas.

Spinetta fue adelantado y Gieco anticipó el gran final. Antes de subir León había dicho que si el sonido le fallaba el saldría a tocar con la guitarra acústica y la armónica. El sonido falló, pero León tocó con toda la banda y dio un gran espectáculo haciendo que la ovación de la gente se escuchara a varias cuadras del lugar. De Los Piojos se habló mucho, pero es para rescatar el esfuerzo que realizó la banda para no patear todos los equipos.

En este Cosquín se notaron aún más los desajustes en la grilla, no por la cantidad de bandas que no parece tan preocupante, pero si en cuanto al orden de las mismas. Hay grupos que trabajan durante todo el año con más fuerza que otros. Si bien la calidad de una banda no se mide por la cantidad de ticket que cortan, no podemos pasar por alto el hecho de que, por ejemplo, Violadores tiene más trayectoria que Auténticos Decadentes o Los Pericos y sin embargo estuvo más abajo en la grilla. Y ni hablar de Actitud María Marta que no solo fue incluida a último momento sino que además en un excelente horario (entre Pericos y Decadentes). Sin desmerecer a Callejeros ni a La 25 que dieron muy buenos show, Carajo se merecía estar más arriba en la lista de bandas, lo mismo que Cabezones.

Otro ejemplo de esto es que Massacre, con toda su trayectoria, estuviera por debajo de Intoxicados, lo mismo que Karamelo Santo que viene de una gira de tres meses por Europa y se prepara para la segunda. El negocio del rock es una realidad, pero hay cuestiones que no deberían ceder a las presiones del mercado de la música.

Un cliente feliz es un cliente que vuelve. Seguramente, en la quinta edición de este mega evento sea la última oportunidad que la gente les de para solucionar ciertas cuestiones y seguir apostando a las que salieron correctamente. Fue la fiesta más roquera de todas, y como lo señala el título de la película que se estuvo filmando en la plaza, una reunión de tribus que terminó felizmente en orden. Se habló del final de Cosquín Rock, creemos que sería una gran pérdida para el rock si esto sucede; lo cierto es que los organizadores piensan en mudarse de la plaza hacia otro lugar.

El balance final marca que «salimos hechos». Negativo en cuanto sonido, comodidad, ausencias y precios en el interior de la plaza. Muy positivo en cuanto que decenas de bandas chicas y del interior del país pudieron demostrar que en ellas está el futuro bien cuidado de nuestro rock; además esta es la única vez en el año que podemos ver más de 50 bandas en cuatro días seguidos. Habrá que esperar unos cuantos meses para que nuevamente Cosquín Rock genere noticias frescas, y comencemos a pensar en su quinta edición.

Como ya lo dije una vez, a juntar las monedas… nos vemos el año que viene.

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