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Quiero verte otra vez

  • Diario Diario La Voz del Interior
  • 12 febrero, 2007

Ante una multitud de 32 mil personas, Cosquín Rock cerró su séptima edición con Callejeros como show central. Hubo paz en el predio y fraternidad entre las bandas. ¿Será hasta el año que viene? La crónica de Pablo Leites, Rodrigo Rojas y José Heinz, para La Voz del Interior.

El éxito será eterno, será eterna la flor. A Pato Fontanet y a su banda les tocó anoche, en la jornada de clausura del Cosquín Rock, saborear las mieles de eso que solamente podían imaginar cuando escribieron “Imposible”. Treinta y dos mil personas dijeron presente en la cita que se preveía como uno de los cierres de la jornada, aun cuando el show de Callejeros iba a ser a las 19.15.

El horario, hasta ese momento respetado a rajatabla por la organización, se pospuso 35 minutos, algo que lejos de molestar fue una inyección de adrenalina extra y sirvió para esperar a las siete mil personas que todavía no habían logrado ingresar.

Quince minutos antes de las 20, cuando cada movimiento en el escenario se reflejaba en miles de voces y manos alzadas al viento, los de Villa Celina hicieron su impactante debut en el festival: con más público de lo que jamás nadie convocó en el predio de San Roque en una sola jornada. Les guste o no a sus detractores.

“Costó llegar hasta acá, vamos a disfrutarlo en paz”, dijo Fontanet con el ceño fruncido de siempre, y desgranó «Daños», «Parte menor», «Imposible», «Sonando», el tango-rock «Si me cansé» y «Prisión». Más adelante, y sin hablar con el público más que para hacer algún comentario superficial (“Creo que se me rompió el cierre, si se me baja la bragueta me avisan”, dijo en un momento), invitó a Eli de Gardelitos para uno de los puntos más altos de la tarde con «Una nueva noche fría».

Mientras tanto, el espectáculo en la zona más cercana al escenario era dantesco, al punto que la presión que venía desde el otro extremo del predio obligó a abrir el vallado lateral para que la gente saliera y la situación se descomprimiera.

Un par de mangueras hicieron que por un rato lloviera agua sobre las cabezas de los presentes y en el escenario se iban amontonando remeras, banderas y hasta zapatillas arrojadas como prueba de amor. La sección de vientos de Dancing Mood subió para 9 de julio, cuando ya quedaba poco para el final, y se quedaron para Señales, Prohibido, Creo y El nudo, último tema. Con la promesa de volver como invitados de Gardelitos, Callejeros dejó el tablado central.

No es fácil hacer un racconto de lo sucedido antes y después del show de Fontanet y compañía. Y no por menospreciar a las otras bandas, sino sencillamente porque tal como se dieron las cosas, más que tratarse de un día de festival, la sensación era la de estar presenciando un largo desfile de bandas soporte.

Hay que remontarse hasta las cuatro y media de la tarde para relatar el comienzo de una jornada que pareció más larga que las otras dos. Entonces, los cordobeses de Caligaris proponían su cuarte-rock de siempre, más una versión de Aquella solitaria vaca cubana, de los Redondos. Al rato, Botafogo amansaba a las fieras con una dosis de blues que incluyó I’m ready, aquel que popularizara B.B. King. Querido y respetado por todos, Bota recibió la primera ovación cuando recibió la escopetarra, una distinción de la ONU. El de la barba blanca la recibió, apuntó y disparó más blues. El Bordo tuvo, también, su momento.

Pero a esa hora todo era adrenalina y expectativa por lo que iba a suceder al caer la tarde, algo que cambió después de que Callejeros celebrara la comunión con su público, y que se notó cuando Cielo Razzo intentó la difícil tarea de continuar con el espectáculo. Pasaron casi desapercibidos.

No sucedió lo mismo con Jóvenes Pordioseros, que arrancaron su participación poco antes de las once de la noche, en un show que no agregó demasiado a lo que saben hacer, que básicamente descansa en el histrionismo de Toti, uno de los frontman que mejor se manejan en escena, dentro del abanico de opciones que ofrece hoy el rock barrial. Buen show.

Los Ratones Paranoicos, al término de los de Lugano, volvieron a probar su eficacia y el respeto que ganaron en 25 años de carrera. Juanse y los suyos arrancaron con Rock del pedazo, un cover de Satisfaction de los Rolling Stones, Sucia estrella y Ruta 66, un show que se extendió un poco de más, pero que fue bien recibido.

Con los últimos acordes de Sigue girando resonando en la montaña, el final comenzaba a acercarse con Los Gardelitos. A buen ritmo entregaron 25 canciones (casi todas festejadas y coreadas por una multitud que si bien no era la misma de la tarde, se mantenía en las 20 y tantos miles), con invitados como Pato Fontanet en Nadie cree en mi canción y Rubén Patagonia en Los querandíes. El cierre encontraría otra vez a Fontanet y los suyos, más Gardelitos, Bordo, Jóvenes Pordioseros y la Covacha en una suerte de convención rolinga, para Vicioso, jugador y mujeriego.

Y las últimas palabras fueron las del de Callejeros: “Dejen de joder, vamos a seguir juntos porque es lo que mejor sabemos hacer”. Tras cartón, agradecimientos, abrazos y todos a su casa.

¿Será hasta el año que viene?

¿Querían rock?

Por algo se llama Cosquín Rock, ¿no? Anoche la gente ya lo había dejado en claro cuando Pity Álvarez les preguntó “¿Qué m… quieren?” Rock, claro. Y la jornada del domingo lo tuvo en altas dosis en los escenarios secundarios.

Los Cayos sonaban a las 16 para dar inicio al imparable rocanrol en el camión del Gobierno. En el temático, Invencibles peleaba con el sonido hasta pasadas las 17, cuando finalmente pudieron comenzar. El calor era abrasador y la gente ingresaba desde temprano al predio. Entre tanta remera callejera, había varios personajes cuya imagen ilustraría a la perfección un artículo de Wikipedia titulado “rolinga”: flequillo al ras, pañuelitos al cuello y zapatillas de lona rotosas.

A metros de allí, el blues llegaba a través de la Clavos Band, con unos 300 espectadores escuchando una versión tremenda de Desconfío y otros tantos buenos temas. Más tarde llegarían los cordobeses de Insólito Rey junto a varios de sus seguidores, mezclando funk y furia rock, con reminiscencias a Sumo. En el temático, Soul Blanch también bluseaba con un set de rock americano y pelos largos. El sol todavía no se quería ir y los equipos seguían sonando. Salta dijo presente con Perro Ciego. La postal arrojaba rocanroles con armónica y a varios del norte del país que habían llegado para hacer el aguante.

A las 18 en punto subieron las chicas de Lucila Cueva al escenario temático y la rompieron. Con altas dosis de funk caliente, lo de las cordobesas, al menos por estas tierras, ya no es una novedad. Hasta se dieron el lujo de tocar Todo un palo, tema que incluyeron en un tributo a los Redondos.

Ravioles sonaba a la derecha. Y ellos también trajeron un par de pibes para corear los temas. Fueron los encargados de cerrar el espacio auspiciado por el Gobierno.

Un buen marco de público ya merodeaba el lugar. La 66 subía al temático a las 18.25, con buena onda y un guitarrista que vestía una extraña musculosa de leopardo. Su show tuvo rock, homenajes, invitados y ronroneo a cargo de una bailarina.

Con el inminente recital de Callejeros a punto de comenzar, la gente se iba desplazando hacia el escenario principal. Antes de su show, pasó por el temático Sucias Rockas con su divertida actitud. Un frontman hilarante (incluso le mostró sus nalgas al público) dedicó un tema a los de Villa Celina. Luego se produciría un impasse de dos horas en el temático.

A las 21 subió Lovorne, presentador incluido. El trío de Luciano Napolitano ofreció un combo de riffs sobre letras que decían cosas como “sólo busco mi destino: sexo, fierro y rock & roll”. Como dice el refrán, de tal palo, tal astilla.

Más tarde, el show de Viticus fue potente y lleno de canciones de Riff. Vitico dedicó varios temas al Carpo, incluido el clásico Mucho por hacer para el cierre. Luego cerraron los chicos de La Covacha. En medio del recital, muchos pibes se llegaron para comprobar lo que se decía de boca en boca: habían invitado a Pato Fontanet a cantar un tema. La gente que se llegó quería rock y lo tuvo.

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