Entre tantos mails que hemos recibido en relación al Quilmes Rock, hemos seleccionado el siguiente, que relata en forma de crónica periodística la visión del autor (que firma solamente con su seudónimo «Ro.») de la segunda fecha del Festival. Vale aclarar que no le modificamos ni una coma.
Como no arreglé con nadie, fui solo. Me tomé el 42, que increíblemente vino en un par minutos y casi vacío. El colectivero, que tenía la voz más rasposa y seca que mostaza Merlo, era ricotero, así que viajamos escuchando a los redondos. Llegué cuando estaban empezando Los Guasones. La verdad que casi ni les di bola. Nunca los había escuchado antes y no me llamaron la atención. Luego, La Mancha de Rolando hizo un show prolijo y parejo. Empezaron bien arriba, tocaron casi todos hits, incluida la versión de Mi semilla de los uruguayos de La Vela Puerca, que les salió mucho mejor en vivo a como está en el disco. Al final no entendí bien qué pasó con el último tema. Pareció como que se les cortó el sonido justo cuando empezaban esa última canción y terminaron el mini-recital de esa manera. Quince, veinte minutos de intervalo y subieron Las Pelotas. IM-PRE-SIO-NAN-TE. La rompieron. Comenzaron con Desaparecido, que ya habían sacado el año pasado en Maxisimple, pero es del último disco. Siguieron con los hits Orugas, Saltando, Hola que tal, y un par más. Luego vino la parte más caliente: el excelente lento Abejas, del último disco, y al toque el pogo más grande de la noche con Capitán América, Será y Bombachitas Rosas. Después hicieron un par de temas más, la gente siempre cantando, saltando y gritando, Sokol una masa, como siempre, al principio cantó sin retorno hasta que se lo arreglaron, bailó, saltó y hasta subió al escenario a su hijo para cantar Luna de miel en Hawai. En un intervalo, Germán Daffunchio ante los reclamos del público soltó: «lo importante es la música, no quien cierra» y terminaron con todo con Esperando el milagro, Shine y el bocha gritando fuck you y puteando a políticos, entre otros y otras cosas. Un show contundente, compacto, caliente, con mucho clima, un sonido impresionante, muy buenas luces y un final a pleno. Cuando se bajaron, el escenario estaba en llamas. «Tomá, a ver cómo te las arreglás para tocar después de esto» pareció que le hubieran dicho a Juanse, y es lo que pensaba yo. !
Fue como en la peli Bolas de fuego, cuando Jerry Lee Lewis era soporte de no me acuerdo quien y el loco hizo tal show (hasta prendió fuego el piano) que el artista principal se negó a tocar después de él. Así. Tal cual. Y al rato salieron los Ratones con Para siempre. Y ahí empezaron mal. No es un tema para comenzar un show, y menos después de cómo habían terminado Las Pelotas. La gente parecía estancada, paralizada. Juanse cantaba muy bajito, perecía con miedo. La banda también sonaba bajo. No sé si fue porque Las Pelotas nos habán tapado el oído a todos, pero no se escuchaba bien. Siguieron con Enlace y Estrella, dos temazos viejos pero en versiones aggiornadas no muy buenas. Luego de esos dos temas, Juanse hizo el primer agradecimiento de la noche a Las Pelotas. Con el correr de los temas y el apoyo incondicional de la gente, los Ratones empezaron a levantar. Subió al escenario Déborah Dixon, de las Blacanblues, un gordo onda Blues Brothers, que no supe quién era, a tocar la armónica, y se sumó Gillespie, primero en un tema al bajo (el zorrito pasó al teclado) y luego en lo suyo, la trompeta. Y ahí la banda alcanzó su pico con la balada Tomo y obligo, del último disco. Sin duda fue el momento más alto de recital de los Ratones Paranoicos. Como siempre, hicieron Boggie para que Roy se luzca unos 5 minutos en la batería mientras los demás descansaban, y para hacer las presentaciones, y cerraron con el Rock del gato. Y ahí tendrían que haberse ido, porque lo que vino después… bueh. Juanse volvió con una remera amarilla del Che!!! Sí, tenía estampada la famosa foto del Che Guevara!!! CUALQUIERA. La verdad que no entendí. Que La Renga use su imagen está bien. Los Piojos, bueno. La Bersuit, ok. Otras bandas menos masivas, también. Pero los Ratones Paranoicos con la foto del Che. No podés cantar en español «se menea de Chicago hasta L.A…. andarás bien, por la 66», cantar en inglés «I can’t get no satisfaction», decir viva el rocanrol, viva Argentina, usar anteojos de sol, una bufanda de terciopelo negro y una remera amarilla fashion con la imagen del Che. Muy confuso. Muy contradictorio. Y el final, también, cualquiera. El escenario se pobló de chicas, adolescentes, muy rollingas todas ellas, que Juanse invitó a subir para bailar, cosa que casi ni hicieron y se la pasaron abrazando y besando a su ídolo como si fuera Jagger. Antes de comenzar con el último tema, Juanse volvió a agradecer a las Pelotas y los invitó a subir a tocar Satisfaction. Obviamente, ni se acercaron al escenario. Sin dudas, el peor recital de los Ratones que vi en mi vida. Quedó demostrado que no son una banda de estadio, y deberían seguir tocando en Obras o Cemento que es donde mejor suenan y dónde se deben sentir más cómodos. Cuando volvía en el 42 me acordé de las palabras de Daffunchio, y cuanta razón que tiene. Lo importante sigue siendo la música. Las Pelotas, una banda casi sin imagen, dónde hacer música es lo principal. Los Ratones, una banda para la cual la «imagen es todo» (salieron los cuatro con anteojos de sol, Sarco tenía una campera de cuero y una camisa blanca, Juanse, su bufanda negra y la remera del Che amarilla, el zorrito y su carpa-backstage del Soul Café con entrada de 100 mangos…) dónde la música dejó de ser lo principal hace tiempo. Y en la segunda fecha del Quilmes rock, se notó. Y mucho.