Divididos se presentó en Córdoba ante más de 4mil personas, en un show sin sorpresas.
Miles de chicos comieron durante semanas galletitas saladas en todas sus comidas. El objetivo no era tanto apalear el hambre o hacerle caso a Pergolini, sino conseguir la cantidad de envases necesarios para ser acreedores de un ticket para el show. Divididos arribaba a Córdoba una vez más, pero esta vez no se esperaban mayores sorpresas.
Nada nuevo para oir, nada nuevo para ver; simplemente una banda sin la cual no se puede hablar de rock en este país. Agotadas las entradas, solo restaba aguardar que empezara la función y, si de esperas se trata, un tanto impacientes el público hizo notar que una hora de demora es mucho tiempo.
Pero ejecutadas las once campanadas, Mollo depositó su mochila en el escenario y el show comenzó. Dejando de lado los clásicos de Sumo, Paraguay y Haciendo cosas raras fueron los primeros temas en sonar. En el centro de la escena se destacó una remera blanca con el rostro del máximo ídolo cordobés, La Mona, que lucía Catriel Ciavarella; esta vez no se lo vio al más punk de los cuarteteros rondar por el lugar.
Casi Estatua, Salir a Asustar, Tomando mate en la paz y Sábado daban cuentas claras de que no sería ésta la ocasión para estrenar composiciones nuevas ni mostrar demasiadas rarezas; sin embargo poco le importaba a la marea de cuerpos que se chocaban alocadamente con cada canción. El invitado tampoco fue raro, pero si un lujo que Divididos puede darse: «¡Guarda!, tenemos visitas…Ban Ban Miranda», anunció Mollo al sumarse al trío el gran señor de los timbales para Que Tal.
La lluvia de clásicos seguía, y es que a esta banda si algo le sobran son temas legitimados por la «academia» del cancionero popular. Que ves, dedicado por el cantante «para todos los que tienen el mismo problemas que tuvimos nosotros: no saber quienes son», Salir a comprar, El 38 y la combinación de Cristoforo Carcarnú e Indio deja el Mezcal «dedicado a nuestra historia y toda la mierda que tuvimos hace 500 años por culpa de esa gente que quiere lo de los otros».
Ambiente distendido propicio para el diálogo, materia en la cual Ricardo no es especialista pero igual lo sigue intentando. El feedback con el público era total. No solo le alcanzaron zapatillas al cantante, como es costumbre, sino también una papa que decidió reservar para un tema que lo amerite y la tradicional lluvia de billeteras y documentos que procedieron a mencionar junto a Arnedo.
No pudieron faltar las remembranzas a Sumo de la mano de TV Caliente y luego la incursión fuera de programa de Mollo en la batería, Arnedo en la guitarra y Catriel en el bajo en Hace que Hace. Después de anunciada la despedida.
«Gracias por habernos venido a escuchar. No somos novedad, somos una banda que hace música», sentenció uno de los guitarristas más respetados del mundillo rocker. Los broches de oro fueron Ala Delta y Basta Fuerte, donde finalmente se dio el gusto de tocar con la papa que le habían arrojado en los primeros temas. Más de dos horas de música fuerte, y una banda que se renueva conservando las formas.