Crónica de la filmación de «Cacho el camionero», videoclip del último disco de Alfredo Casero, en las afueras de Azul.
Mientras viajaba de Madryn a Buenos Aires, una tarde Alfredo Casero paró a comer en el cruce de las rutas 3 & 60. Contempló el paisaje y después de pasar mil veces se dio cuenta que era el lugar ideal para filmar el video clip del primer corte de su nuevo disco.
La historia que cuenta el video de «Cacho» se desarrolla sobre una canción de unos seis minutos que empieza muy folk, atraviesa un clímax muy reposado con violines y culmina en un estallido punk donde se escucha a los Attaque 77. El personaje central de la historia es Cacho, un camionero con tintes heroicos. Durante la filmación del video clip un irritable Alfredo Casero se mueve por el set con autoridad y talante obsesivo. Sólo su cerebro se emite las coordenadas que transforman la historia que concibió en forma de canción, en un videoclip. Omnipresente; se asegura que todos los detalles pasen por su intuición y sus ojos. Delega pocas tareas: dirige a los actores, elige los encuadres, controla y exprime al equipo de producción, marca todos los tiempos y, fundamental, domina la energía y el espíritu de todos. Hay mucha gente que depende anímicamente de él y, como a un patrón de estancia, nadie lo contradice.
Las sesiones son largas: la jornada anterior terminó a las tres de la mañana y el segundo día empezaron a trabajar a las cuatro de la tarde en locaciones sobre la ruta, a bordo de un camión Scania rojo. A las nueve de la noche empiezan a trabajar en el parador donde se cruzan las rutas 3 y 60, a 8 kilómetros de Azul. El lugar, en la historia del clip, es un cabarulo de pueblo. En el set hay algunas mujeres jóvenes encarnando prostitutas, incluida una blonda secretaria municipal. Excepto una chica llamada Eva que participó en Locas de amor y un pelado que tiene que hacer un par de escenas con un arma, no hay actores profesionales. Todos los extras tienen que filmar una nota donde dice que actúan gratis y no van a reclamar derechos de imagen. En ese momento son alrededor de treinta personas entre extras, camioneros y curiosos, además de los doce o quince técnicos. Casero invita a actuar a todos los presentes y pide que los periodistas nos alejemos (somos dos y uno está pertrechado con una cámara de fotos que lo atemoriza). Durante media hora le explica a los actores que tienen que dejarse fluir y que es importante poder reflejarse después en su video para poder verse en televisión y decir «estuve ahí». Los lleva a un lugar oscuro entre los árboles y les propone un ejercicio que consiste en que caminen en círculo mirándose sin tocarse. Después, dentro del set, les asigna una personalidad y los ubica. Todos se divierten con los chistes ocurrentes de Casero. En eso quién pareciera compartir la dirección lo llama para hacer unas escenas de pelea en la puerta del local.
A las dos de la mañana una lluvia amenaza con suspender la filmación. Casero sabe que no tiene tiempo para deprimirse por eso ya que el equipo depende de él. Aprovecha y hace una pausa para comer. Algunos técnicos jóvenes tienen la mala suerte de ser vistos mientras toman una cerveza y reciben un reto fuerte. Irónicamente les dice, delante de todos y en voz alta, que si quieren se prendan un faso también y que no es profesional lo que hacen. Más tarde alguien le comenta el hecho y le recuerda que no trabajan en un banco. La lluvia cede y siguen filmando en la puerta.
Para cuando quiere empezar a filmar las escenas que había pensado dentro del local el sol está por aparecer y no quedan mas de ocho extras con cara de «no soporto más». Igualmente Casero exhibe (restos de) energía y actitud. En las muy contadas pausas habla con la gente y piropea a las prostitutas. Le pide a un técnico que le de un masaje en la espalda y el técnico aduce no saber hacerlos; «un hombre que no sabe hacer masajes es como una mujer que no le gusta tomar mate… no es una buena compañía», le comenta entre risas. Después alguien le pregunta acerca de su opinión sobre De la Guarda y dice que no le gusta, que no es de acá esa manera de hacer teatro, que solamente provocan miedo por tirarle una cabeza de cerdo al público.
A las seis y media de la mañana una escena de plano y contraplano donde se cruzan las miradas de Cacho y una-chica-capaz-de-provocar-locura-con-una-mirada trastorna a Casero. Repite la escena más de diez veces y les muestra a los actores cuales son los gestos precisos que busca. La secuencia exige que la chica bese a Harry, el mecánico de Puerto Madryn que interpreta a Cacho.
Mientras, converso con la mujer en la vida real de Harry, quién también encarna a una prostituta. Ella observa la escena, incómoda, a dos metros de distancia. Al principio hecha fuego por los ojos. Después se queja en voz baja y me cuenta que cuando lo conoció él no era así. Que a ella le gusta que sea mecánico y que si quiere seguir con la actuación ella lo deja. Le pregunto si Harry antes había actuado y me dice que si, que aparecía en «Cha cha cha, el programa de chistes…». En un momento Harry le dice va estar con ella toda la vida y recupera la serenidad, aunque le aclara que se quiere ir. Cuando la escena es perfecta Casero festeja con gritos y un abrazo a la actriz. El reloj marca las siete y alguien le dice que los técnicos tienen que ir a trabajar a Mar del Plata; Alfredo les pide que se queden lo máximo posible, que ya terminan, que queda un último plano. En ese último plano me invita a aparecer como un bulto de fondo y acepto. Cuando termina. todos lo abrazan y le expresan cariño y admiración.
Cuando ya se fueron casi todos le comento que en algún momento me gustaría hacer un reportaje y me promete que cuando vuelva para estrenar el video y agradecer a la gente que participó, me va a conceder la nota… pasaron cinco meses: volvió hace diez días, dejó un disco en el parador y siguió viaje.
