La banda de Eric Martin volvió por tercera vez al país, esta vez con un show que superó las expectativas. Fotos de Víctor Spinelli.
“Siento que falta algo en este escenario… como que no está completo”, dice el bajista Billy Sheehan, antes del cuarto tema. Acto seguido, el baterista Pat Torpey -quien sufre de parkinson- sube y agarra unos instrumentos de percusión. La escena es similar a la que se vivió en el mismo lugar (El Teatro de Flores), hace poco más de dos años, sólo que este recital es distinto.
“¿Ven la imagen de la pantalla?”, pregunta el vocalista Eric Martin. “Es la tapa de nuestro nuevo disco. Por eso, vamos a hacer un tema de ahí”. Entonces, suena “Everybody needs a little trouble”.
De “Defying Gravity” (el álbum recién salido, y que vienen a presentar) sólo tocarán esa canción y “1992”. Una verdadera lástima y hasta una ironía, considerando que la portada del disco fue la única visual que hubo.
Por otro lado, “Defying…” es un álbum que tiene buenas composiciones, pero que flaquea en cuanto al sonido. Entonces, escuchar más de él en vivo hubiera servido para descubrir el verdadero potencial de los temas.
La sorpresa, en este caso positiva, llega con el festejo inmenso de canciones como “Undertow” y “Around the world” (de “What if…”, 2010), que son vitoreadas con la misma intensidad que clásicos como “Alive and kickin’” y “Colorado bulldog”.
No existen, ni existirán, palabras para describir al guitarrista Paul Gilbert. Es virtuoso, carismático y dueño de un perfil bajo, aunque varias veces agarre su Ibanez y la toque con los dientes sin perder la cadencia. ¿Cuántos pueden ostentar lo mismo? No faltarán cantitos dedicados a él, como tampoco al resto de los miembros -incluyendo al baterista Matt Starr-.
Las monótonas luces -que prácticamente rotan entre azules y verdes- no están a la altura del concierto, pero es algo que se olvida cuando se repasa el setlist. A diferencia de su visita anterior -con un recital en el que habían faltado 5 temas de los bises, y los músicos se habían retirado de golpe-, el saldo es más que positivo.
Tanto, que hasta Billy Sheehan y Paul Gilbert se ponen a jugar con sus relojes sobre el escenario, en obvia alusión a aquel episodio. Ahora sí: para Mr. Big, y las mil personas que hay en el Teatro de Flores, hoy la casa está en orden.