El sello platense Cala Discos festejó el sábado su aniversario con una ceremonia decisiva.
Algo de culpa cargan las manos del (i)responsable de la publicación de ésta crónica. Sensación como de haber desechado un consejo sabio y tener que pagar las consecuencias con cierta pena o algo de vacío. Lo efímero de los recitales los hace valiosos, pero son pocas las veces que son memorables tanto para los músicos, el público, los managers y los organizadores. Y son mucho menos las veces que el momento toma tanta fuerza que los presentes tienen la convicción de estar viendo algo que no sólo quedará grabado en sus retinas, sino que se transformará en un acontecimiento social que marca una época.
El sábado pasado, en el Galpón de la Grieta (un viejo galpón ferroviario recuperado como espacio cultural), se cristalizó el gran momento creativo de un puñado de bandas platenses agrupadas alrededor de un sello independiente. Pero no fue sólo eso: había una atmósfera optimista que cargó al aire de un entusiasmo particular, como si muchas personas hubieran arribado a la llegada de una carrera corta que a partir de entonces se convierte en una maratón.
Y más allá de incumplir con el deber profesional de llegar a horario para cubrir un evento, lo que más le molesta al autor de estas líneas es no poder transcribir más de lo que ocurrió el sábado a la noche en los festejos por el segundo aniversario de Cala Discos. Lo poco que podrá recuperar éste reportero es que había cierta euforia en el aire, una delicada musicalización y muchas chicas lindas con peinados modernos entre las quinientas personas que estaban en el lugar. Y también que había muchos trabajadores del plantel de Radio Universidad.
Era cerca de las dos de la mañana cuando los cuatro integrantes de Norma salieron a escena vestidos con camisas de fajina para desatar un show consagratorio. Se trata de una banda que tiene una notoria influencia de Joy Division, pero son mucho más optimistas. Realizan un punk rock bailable cargado de ironía, desencanto tecnofóbico y desconfianza a los medios. Abrieron con «Música», un instrumental con arenga (como el «Durango 95» de los Ramones), y le pegaron «Diamante». En el tercer tema, «Uno», unas treinta personas materializaron el entusiasmo a través de un pogo que se mantuvo hasta el final de la contundente actuación. Le siguieron «Chalet», la contagiosa «Enamorado» y «Cenizas». Entonces hubo una apreciación triunfalista de Chivas (cantante y guitarrista) que marcó la importancia de la noche: «Esto es La Plata. Esto es Cala Discos. Esto es la Cofradía. Somos la flor de la cofradía de la luna», enunció entre aplausos de aprobación. Para el final del set presentaron cuatro canciones con las que redondearon una actuación vibrante: «Pc», «Tv» (con Gustavo Astarita de Mister América como cantante invitado), «Warhol» y «Chicks».
La clausura del evento quedó en manos de músicos de los hermanitos Kaiser, Norma y Mister América, quienes se cruzaron en el escenario para tocar socarronas versiones de «Wish you were here» de Pink Floyd y un «Smoke over water», ambas en castellano. Al final uno de los Kaiser anunció «una canción de un compositor al que quiero rescatar porque nos marcó a todos y hoy vino pero se fue temprano porque vive lejos: Raúl Porchetto». Entonces los dos bateristas presentes sobre el escenario, los dos tecladistas (aunque sólo se oía el instrumento de uno de ellos), el único guitarrista y los cuatro o cinco cantantes y coristas que estaban sobre las tablas hicieron una descontrolada versión de «Toda la noche hasta que salga el sol…».
Después de eso, en los baños se hablaba de lo que había pasado antes: Mostró tocó un tema de Kiss en castellano, hubo un fotógrafo tocando en vivo (Martín Bonetto y su proyecto San Martan), Stella Cinderella presentó sus covers en italiano y Villaelisa mostró sus canciones de amor silvestre. Todo lo que este cronista no llego a ver. Exíjanle la renuncia.