En la espalda, sobre una remera negra de La Renga, la chica lleva estampada un ave de fuego: el águila de Truenotierra. La crónica de Juan D’Alessandro, desde Córdoba.
En el Anfiteatro José Hernández, de Jesús María, unas 22 mil personas se aprietan contra las vallas y mientras la banda toca «Canibalismo galáctico», la chica llora y el rimel se escurre por la cara. Á su alrededor, el lugar revienta en un pogo alucinado. Después de cinco meses, La Renga está de vuelta enlos escenarios y el tema que suena es el mismo que sonaba cuando una bengala marítima se le clavó en el cuello a Miguel «Keko» Ramírez el 30 de abril en el Autódromo de La Plata y lo tuvo agonizando nueve días antes de morir. Desde entonces, los planes de La Renga habían quedado congelados: el micro de gira que viajaba hacia Chaco pegó la vuelta hacia Mataderos y se cancelaron todas las fechas que había programadas para la presentación de Algún rayo. En su círculo íntimo, algunos llegaron a hablar de separación.
Pero acá están. Y Chizzo agarra el micrófono para hablar. «Fue un golpe muy duro para nosotros», dice el cantante. «Son, cada uno de ustedes, una célula, un engranaje que construye este sitio único, casi imposible de conseguir en estos tiempos sin más sponsor que el corazón y el espíritu. Miguel era un gran seguidor», agrega, con la mirada fija en Fernanda, la mujer de Miguel, que está parada entre los fanáticos. «Todos los temas que suenen en este concierto Van a estar dedicados a su memoria.» Después de eso, la banda empieza a tocar «El twist del pibe» y en las pantallas aparecen fotos de Miguel Esta noche, los fans van a hacer pogo en cueros durante dos horas y media, siguiendo los saltos de Tete, sintiendo cómo les vibra el pecho con la estampida de Tanque en la batería. Según José Luis Palazzo, el productor del show, el operativo de seguridad fue el habitual. «Y no hubo una sola bengala decomisada», dirá después. Van a ser dos horas de pogo, luces púrpuras sobre el público y el rock como una religión. Al final, después de los últimos acordes de «Hablando de la libertad» y mientras la gente comienza a abandonar el lugar, se escucha: «La Renga somos todos». Es Tete que habla, con una remera negra con la cara de Miguel Ramírez estampada en el pecho y la leyenda «Prohibido olvidar».