Open 24 presentó el disco «Dos» en Thelonious. Lucas y Ezequiel Cutaia y Rodrigo Gómez ganaron en madurez y vitalidad. La crónica de César Pradines, para La Nación.
Sin decir agua va, Open 24 descargó una oleada de vitalidad musical sobre el abigarrado auditorio que llenó Thelonious, que debió retroceder ante el calor que bajaba del escenario. El trío rodeado de tres tubos fluorescentes desarrolló en tres cuartos de hora un concierto concreto, sin distracciones ni altibajos. Además, con una evidente capacidad de síntesis que mantuvo al público en vilo. El grupo, integrado por Lucas y Ezequiel Cutaia, en guitarra y bajo, respectivamente, y Rodrigo Gómez en la batería, hizo una acotada performance en la que lucieron muy asentados musicalmente.
Comenzaron con «Post-crucifixión», de Pescado Rabioso, atado a un riff dominante y con Ezequiel Cutaia fraseando la letras a medio camino entre el rock y el rap. El tema está arreglado con miras a crear un arco de tensión permanente, pues se quedan en los acordes fuertes y las vueltas sin definición, como sí sucede en el original.
Para los Cutaia, el rock ha sido su primera escuela y no quieren traicionarla. En «Paraíso», por ejemplo, el grupo siguió desarrollando sus ideas sobre la base de riffs, en los que se mueven cómodamente. Durante el show fueron pocos los solos; más bien el grupo crea una suerte de cortina sonora sobre la que avanza con pequeños cambios. «Olvídate» es una balada, pero tan romántica como el abrazo de un oso. «Me quiero perder y no encontrarte», canta Ezequiel desde el escenario, mientras el núcleo del tema, otro riff, toma la forma de melodía. Hay en este trío una suerte de andar caricaturesco, pero con absoluta seriedad, en especial del baterista, que además de sólido en su tarea de respaldo se agita detrás de los tambores como enardecido.
Nada parece verdad en esta propuesta. Suena rock, pero sin dirección, como si la música cayese sobre ellos. «Lágrimas» es un blues que se abre con el guitarvox de Lucas Cutaia. Cadencia cercana a aquel género pero con una mirada libre que no buscó arquetipos. Por ejemplo, en «Tato» utilizan un riff que parece inverso al que tocaron en «Post-crucifixion». Cerraron con «Funkdamentalistas», un tema categórico en el que el grupo mostró una solidez envidiable. En los últimos meses, Open 24 ganó en madurez y asentamiento de la música. El trío mantiene una línea en el que predomina la edificación de atmósferas, sobre las que se monta una lírica hecha como de retazos de historias, rapsódica y con vestigios de los Illya Kuryaki.