La Fiesta de la X convocó en Montevideo a unos 80.000 espectadores, en el show más multitudinario del año uruguayo. La crónica de Esteban Varela, desde Montevideo.
Se realizó la edición 2006 de La Fiesta de la X , originario evento de la ya desaparecida emisora rockera de FM de Montevideo. La idea nació en el 94 como una excusa para festejar los finales de año en el faro de Punta Carretas en la rambla de la capital uruguaya. El éxito y la cada vez mayor concurrencia llevó a cambiar de locación hasta el céntrico Parque Batlle que parece calzar la justa medida.
Seis escenarios con más de diez bandas cada una, barras de los boliches locales más importantes, espectáculos itinerantes, pantallas gigantes y la colmada capacidad limitada de 80.000 mil personas disfrutaron del evento bajo la consigna de diversidad y tolerancia. La idea que ya fue vendida al exterior – México por ejemplo – se presenta con una múltiple oferta cultural que cada uno puede vivir de manera única de acuerdo al itinerario elegido.
Este cronista, lejos de la actitud errática tomada en anteriores ediciones, hizo gala de su madurez intelectual y desechó la improvisación que valoraba más los recorridos – entre escenarios – que los puntos fijos y tomó el prolijo menú de opciones que la producción puso a disposición marcando un caprichoso itinerario.
En el escenario De acá, ya estaba tocando Mateo x 6, una formación de consolidados músicos solistas como Jorge Schellember, Edu Lombardo y Mandrake Wolf que eventualmente se juntan a versionar al mítico Eduardo Mateo. Un show exquisito que siempre vale la pena y que juntó a los más veteranos de la concurrencia con los pibes que saben apreciar la vigencia del rock de los 60 y 70.
Frente al acceso de la Avda. Soca, en el escenario Motel / Tendencias, se presentaba Dani Umpi, el ya consolidado entertainer que al igual que en la entrega de los premios MTV llegó con una hora de atraso. Tocó temas de su disco «Perfecto», acompañado de sus ya habituales guardaespaldas Pichón y Bebe, con Adrián Zoiza a la guitarra, la cantante lírica Patricia Curzio en voz y teclados y Felipe Ridao tirando imágenes. El show cumple su objetivo principal de divertir y siempre es mejor que escucharlo en casa donde sinceramente no encuentro un momento para hacerlo.
Luego subió La hermana menor, la banda de Tussi, que además de ser una de mis preferidas de la escena local, se caracteriza por seguir siendo siempre la hermana a pesar del desfile de integrantes que ha tenido en todo este tiempo, un mérito mayor de su fat-frontman. El indie rock ha sido la base desde la que proyectan otras lineas que lo llevan desde el cuidado melódico hasta la más podrida distorsión de sus guitarras. Especial cuidado hay que tener en las letras nacidas de un tipo que algo sabe de esto. Su labor periodística como crítico cultural y el blog más visitado del Uruguay sirven como ejemplos. Por último cabe destacar el buen rendimiento de la banda jugando de visitante y en cancha grande sabiendo el especial gusto por los sótanos y cuevas que la menor de las hermanas tiene.
Disyuntiva: el atraso en el escenario América obliga a elegir entre los Buenos Muchachos y los Babasónicos en la tribuna Ámsterdam del Estadio Centenario. Un excelente show de la banda argentina que en sus repetidas cruzadas al plata regalan siempre una excelente entrega de actitud y auténtico glam-rock. Tocaron temas de sus últimos tres discos, «Jessico», «Infame» y «Anoche» para lo que fue un extendido recital que remató la noche del monumento al fútbol mundial. El público en su mayor parte femenino bailó y cantó la mayoría de las canciones obligando a Dárgelos a callar e invertir el protagonismo en más de una oportunidad. La banda se presentó con la solvencia de siempre y cómodos en la seguridad de saberse ya como en casa.
De retirada elijo la salida más conveniente camino a mi casa y me encuentro con el Open Park Electrónico. No estaba nada mal. Pensé en dejarme llevar, en bailar bajo los árboles como toda esa gente parecía estar disfrutando. Luego pensé en la luz del sol que pronto saldría. Y yo sin mis gafas! No me gustó nada la idea y seguí mi camino. Cosa de vampiros.