El cantautor se presentó en el Gran Rex con su nuevo disco y los viejos éxitos. La crónica de Mauro Apicella, para La Nación.
Ya lo había aclarado al principio del show: «Hoy es todo joda, todo vale y todo pa´ arriba». Por eso fue que al final de la primera función mostró el video del tema «Después de ti», donde aparece en una apasionada (pero no promiscua) escena con Catherine Fulop. «Un aplauso para Catherine y para Ova que me la prestó un ratito», dijo antes de que se vieran las imágenes, evitando el tono canchero.
Es el privilegio que le da su nombre. O, también, la posibilidad de dejar su lugar de tipo famoso para cumplir la fantasía de hombre común. Que puede ser convertirse en Ova por un ratito, o en galán para una diva del cine, o en cantante pop que elige para sus videos a las mejores modelos que no pasan los 20 años. Quien pudiera, ¿no?
De todos modos, en la historia del nuevo clip Lerner adopta cierta imagen de patetismo que busca a propósito, como un simple juego divertido y gracioso. Quizá como un matiz a sus gestos -siempre políticamente correctos- y a las facetas paralelas que muestra en su presente musical: los temas que hablan de la Argentina, las baladas de amor, su admiración por Carlos Santana (a quién ahora tiene de amigo), las canciones de la tevé y las que han entrado en un sonido latinizado . Todo esto, o casi todo, reunido en su último CD, «Buen viaje», que por estos días está presentando en el Gran Rex.
Curiosa combinación es la que se ve en el escenario. El músico está sentado detrás de un piano Midi de cola pintado como el cuero de una vaca Holando-argentina. El look de Lerner parece el de un latino de la costa oeste de los Estados Unidos que se ve en las películas. Será que vive entre dos mundos con notables diferencias, o en dos hemisferios que intenta conciliar a través de su música.
Intérpretes y compositores que lo reclaman en el Norte y un público que lo cela aquí, o hasta algún musicalizador de televisión que le pedirá un tema para una tira diaria o un unitario. Porque este repertorio, que no incluye más de un cincuenta o sesenta por ciento de lo registrado en el nuevo disco, también da cuenta de esto. Como si Lerner se hubiera adaptado con facilidad a la composición que requiere la tevé actual, o como si la pantalla se hubiera adaptado a sus canciones. Porque no hay que olvidar que «Juntos para siempre», de «La banda del Golden Rocket», fue grabada hace mucho tiempo, en 1990, con Carlos Mellino. Quién no la recuerda.
Así es como toda la acción que Lerner desarrolla puede ser desplegada en el recital. Es probable que falten algunos títulos ineludibles en lo más destacado de su carrera. Pero, en general, el cantante ataca desde todos los frentes, y cualquiera sea su forma es bien recibida por el público. Estrena «Cuando una mujer se enamora» y «Mira hacia tu alrededor», que no desentonaría en la voz de Diego Torres. Comparte con Sandra Mihanovich «Sin tu amor»; rockea con el viejo hit «Nena neurótica»; complace a la audiencia con «Campeones de la vida».
Toca un aire de chacarera y luego «Desconfío». Ambos en versiones espantosas que no sólo ahuyentarían a folkloristas y bluseros, respectivamente. En compensación aporta «La belleza» e «Indulto» y otros momentos para piano y voz que refieren al gran baladista que demostró ser en sus primeros discos. Porque intercalados en su lista están «Todo a pulmón» y «No hace falta que lo digas», que aparecen como verdaderos ases salidos de la manga.
Claro que el final no llegará en ese tono sino dentro de un clima más festivo, impuesto por los estribillos de «Animales de costumbres», con los colores de la insignia patria y lluvia de papel picado. «Te quiero por ser parte de mi vida -entona Alejandro- (…) y cuando muy lejos me voy/ te llevo dentro de mi corazón.» Las fans que llenan la sala, de manera discreta o efusiva, le desearán un «Buen viaje».