Con Aznar y una sección sinfónica se presentó en una importante sala de Buenos Aires después de mucho tiempo. La crónica de Mauro Apicella, para La Nación.
Dos secuencias; dos postales que deja el show. La primera: David Lebón rockea furiosamente un solo, baja del escenario, camina por uno de los pasillos de la sala, saluda al sonidista y regresa por el otro pasillo pero con lentitud, sin oponer resistencia a quienes se cruzan en su camino (que son muchos) para darle un beso o un abrazo. Todo eso sin dejar de tocar, de hacer chillar los agudos de su guitarra. En la otra también aparece Lebón junto a su amigo Pedro Aznar para una bellísima versión de «Noche de perros» que termina con toda la banda y una formación de cámara ampliada.
Quizá sirvan estos dos momentos para hacer una síntesis del deseo cumplido de Lebón, anteayer, en el Gran Rex. Volver a tocar en una sala importante de Buenos Aires. Reencontrarse con el cariño de su público de la manera más directa, lograr una buena comunión con su viejo compañero de ruta Aznar. Tener a su banda mendocina en escena e intentar que congenie con instrumentos de secciones sinfónicas (cuerdas, cornos, oboe, trombón, trompeta y fagot, entre otros).
También se dio el gusto de tocar algunos de los temas de su último CD, «Yo lo soñé», en la primera parte del recital, y de deleitar al público con algunos de sus clásicos, de su colección solista y de la etapa con Serú Girán.
El espectáculo se desarrolló en los mismos niveles de las obras. Es decir: tuvo momentos que probablemente no serán recordados y otros realmente brillantes, como los que ofrece la producción discográfica del guitarrista, que comenzó hace treinta años.
La pequeña orquesta sinfónica demostró una participación discreta, a veces opacada por el volumen de la banda. Sólo hizo valer un poco más su presencia en un bloque solista de Pedro Aznar y luego en algunas piezas propiciadas a partir de la dupla Aznar-Lebón (ese medio Serú Girán que, en realidad, si se dejan de lado las matemáticas, representa más del cincuenta por ciento de aquel cuarteto del rock nacional).
El dúo ofreció lo mejor de la noche. Tal vez porque juntos eligieron temas como «Noche de perros», «San Francisco y el lobo», «Seminare» o «El tiempo es veloz» -del Lebón solista-, que además de la carga nostálgica son los de mayor peso y profundidad musical: melódica, armónica, rítmica y lírica.