Iván Noble interpretó en Mendoza sus temas solista, canciones de Los Caballeros, covers y perlitas nuevas.
Y sucedió no más… Silencio, atención, final, aplauso, grito. Repite la secuencia: silencio, atención, final, aplauso, grito. Y vuelve a repetir. Así durante catorce canciones hasta que en última todos se pararon y despidieron de la mejor manera al cantante.
Dentro de un panorama pobre -tanto en lo poético y en lo musical- como es el que ofrece en la actualidad el rock argentino, un tipo como Iván Noble conquista sin más sólo con un puñado de canciones, con letras expectantes y sonidos tranquilos. Y esa situación termina siendo valorada por el público que con el correr de los temas va descubriendo al artista.
Noble subió al escenario diez minutos antes de la una de la mañana y acompañado por Sufián Cantilo al piano fue paseando por canciones de su etapa solista, otras de Los Caballeros de la Quema, hizo uno nuevo («Waterloo») y se despachó con dos homenajes muy bien elegidos («Y si acaso no brillara el sol», de Luis Alberto Spinetta y «Ella ya me olvidó», de Leonardo Favio –excusa ideal para recordar al grande de Mendoza en el día de su cumpleaños-). Entonces, pasaron «Viento en proa», «Un minuto antes de dejar de quererte», «Preguntas equivocadas», «No cuentes conmigo», «Nadie sabe dónde», «Me tengo cansado» y «Sapo de otro pozo», «Oxidado», y «Otro jueves cobarde» de la recordada banda que tuvo su momento de gloria allá por fines de los 90.
Así, piano y guitarra, escenario muy pegado a la gente (unas 400 personas asistieron a Apeteco), luces tenues y buena predisposición se conjugaron para que las canciones fueron saliendo y con tanta letra el diálogo con el público se hizo innecesario. Lógicamente, esa unión artista-público se fue haciendo tan intensa que al final encontró a todos cantando como viejos amigos en un fogón, con la complicidad de una recordada melodía de Los Caballeros de la Quema.
Noble bajó del escenario y por los parlantes se determinó que la fiesta debía seguir, y fue precisamente en ese instante cuando cada uno de los temas que habían pasado por el lugar durante la hora y media anterior tomó expansión, demostrando que cuando una canción es buena en todo concepto nunca se oxida.