El martes 23 de agosto tuvimos todo un acontecimiento, y nada menos que en el Teatro Solís. Si habrá hambre de música, que unos días antes habían agotado ya las entradas…! La presentación de Charly García y La Máquina de Hacer Pájaros les pegó un sacudón a todos los que llenaron el Solís, y más aún a los que fueron a ver al Charly de Sui Generis y no al de La Máquina.
Faltaban unos minutos para las 20 horas, y algunos desesperados ya aguardaban desordenadamente en las puertas del Solís. A las 20:30 hs se abrieron las puertas del teatro, el cual se vio sorprendido por un público distinto al que concurre frecuentemente. Poco a poco se fue llenando. El recital estaba fijado a las 21 horas, y a las 21:20 el público comenzó a Impacientarse; la demora debe de haber sido a causa de todos los que tuvieron que salir a dejar en ropería los grabadores y las máquinas de fotos (la ropería parecía un bazar). Esta medida se tomó desde que Charles Mingus interrumpió su recital porque había grabadores en la sala. Habrán pensado que todos los músicos llamados «Charlie» piensan igual, o les tienen miedo a las «grabaciones piratas en el Uruguay»…
Con 15 minutos de retraso comenzó el recital: a la derecha del escenario Charlie con sus teclados, a su costado José Luis, al centro Moro, a la izquierda Bazterrica y Cutaia. Hicieron el primer tema y el público respiraba y se aflojaba en su sillón. No hicieron falta muchos temas para que el recital tomara calor y color. El público devoró atento cada sonido emitido por La Máquina, Al término de la primera parte ya se había entablado un diálogo entre la audiencia y Charly, y entre las luces, las botellas, el sonido Milrud que sonó pasable y un tema llamado «Hipercandombe», que no tenía nada de candombe, ya podíamos notar las condiciones de cada integrante del grupo, principalmente las del bajista, que
acaparó la atención de los presentes. En el camarín hablamos con Charly y nos dijo: «Hay clima, la gente está bien; se nota que hay una muy buena onda.»
Antes de comenzar la segunda parte, Charly se arremangó los pantalones, dejando al descubierto sus medias azules que le cubrían toda la pierna y sus botas; luego se arrepintió y se los bajó. Comenzó tocando suavemente el piano de cola: de a poco cada pieza de La Máquina de ponía en movimiento y brotaba desde atrás de la cortina una suave melodía, hasta que se levanta el telón, y comienza la segunda parte. El clima en el escenario va creciendo, y el público trata de ponerse a tono pera le hace falta entrenamiento. Se establece un duelo entre Charly y sus teclados. Cutaia —el que menos sobresale en el escenario responde aportando mucho en los momentos claves de cada tema. Charly se entusiasma y se pone a bailar entre Moro y José Luis. La Máquina está en pleno vuelo, el público quiere rock, pero ya habían estado «Giovanni y los de plástico», que interpretaron un rock cuadradísimo en el cual pudimos notar que Bazterrica salió de su quietud para transformarse en un guitarrista rockero. El grupo continuó con sus temas mientras de varias partes algunos gritaban: «¡Vengan más seguido!». Moro hizo un solo de batería, al que se sumó José Luis para hacer una pizza que mostró a la Máquina por dentro y por fuera, y alcanzó para hacer parar a algún espectador fuera de entrenamiento. La música entraba por todas partes cuando llegaba el último tema. Se baja el telón una, dos, tres veces, saludan, el público quiere más, José Luis y Charlie levantan el telón con las manos, se levanta y hay más…
Es difícil decir que terminó, porque para nosotros el recital de La Máquina puede ser el comienzo, el reencuentro con eso que tanto soñamos y buscamos…
Aldo Darío Novick
desde el Uruguay