Los Gardelitos pusieron fin a un año de ausencia en Capital para festejar en el Teatro de Flores.
Nuevamente el reducto de Flores invitaba a participar de un evento que hacía rato no se daba en Capital, con tres fechas atestadas de gente y mucho para dar, Los Gardelitos se presentaban después de un año en la ciudad de Buenos Aires.
El primer fin de semana del último mes del año fue todo de la banda de Bajo Flores, cubriendo ampliamente las expectativas y superándolas inclusive, a tal punto que el propio cantante de la banda experimentó en un cuasi lamento argumentando «…no haber hecho esto mismo en un solo lugar para estar todos juntos…», quizás dejando entrever que Obras podría ser su destino más próximo.
El calor se hacia presente en cada rincón del espacio rockero. La cita anunciada «a las 19 puntual!!!» comenzaría su desandar más allá de las 21, con mas de dos horas de espera, lo cual no molestó a la gran mayoría de su gente pero incomodó a más de uno. Así, con el ala protectora de la voz en off de Carlos Gardel, el show dio sus primeros pasos.
Una extensa lista de temas depararía casi tres horas de un espectáculo sin fisuras que arremete y se mete entre el público, que festeja y canta cada track como si fuera el último. Este trío de guitarra, bajo y batería liderados por Eli Suarez se las arregla para sonar con el suficiente aplomo como para no desentonar ante tal auditorio. Las letras, los ritmos y el culto que existe entre la banda y el público son los ingredientes principales de este plato fuerte.
«Los querandíes» y «América del sur» fueron los primeros en sonar y le dieron razón de ser a la escenografía que mostraba motivos indígenas siendo avasallados por el «hombre blanco», una vieja y sana costumbre de Los Gardelitos recordarnos aquel genocidio. Se fueron sucediendo los diferentes momentos, en los cuales hubo cabida para los desaparecidos, Cromañón, una versión mucho mas rocker de «Cobarde para amar», la balada de la noche «Maquinas viejas» y la presentación de «Una roca en el humo», tema compuesto por el fallecido Korneta que nunca llegó a tocar en vivo.
Así viento en popa y con rumbo fijo, el concierto traería una seguidilla de clásicos: «Los chicos de la esquina», «Llámame», «Nadie cree en mi canción» y «Comandante Marcos», festejados hasta el hartazgo por una multitud exhausta de baile y calor. El final llegaría de la mano de «La calle es un espejo» y «Gardeliando», tema emblema, una muestra de sentimiento barrial incurable.
Un regreso con gloria y con mucha más distorsión quizás perdiendo un poco de ese toque que marcaba la diferencia con otras bandas del palo. Pero para nada Los Gardelitos pierden la esencia de su existencia y el legado marcado a fuego por su principal mentor, Korneta Suarez, que cada vez que suenen los gardeles revivirá en el canto popular de su gente.