La fiesta ricotera no tiene igual. Sin embargo, más allá del fanatismo, hay que remarcar el mal sonido y la infinidad de colados. La opinión del colega mendocino Wálter Gazzo, que hacemos propia.
Lo que pasó el sábado en el concierto del Indio habría que dividirlo en dos:
Uno: La maravillosa fiesta que desatan los miles y miles y miles de personas que llegan de todo el país para crear una Babel moderna en cualquier lado. Por suerte, durante dos años consecutivos fue nuestro San Martín.
Cada canción que sale desde el escenario es un mundo, una pasión, un recuerdo y una alegría para cada uno de los cien mil. Desata lo mejor de cada uno y lo maravilloso de ese efecto es que se comparte con el que está al lado, atrás, adelante.
Y durante dos horas, miles y miles y miles disfrutan del mejor momento de sus vidas. Se les nota en la cara, se les ríen los huesos. No hay cansancio que pueda mitigar tantas ganas, no hay agua que pueda apagar ese fuego. No hay mejores canciones que esas para ese momento y ese lugar.
Y eso pasó, otra vez, en Mendoza. Y hay que ser agradecidos porque no es algo habitual.
Dos: La fiesta pudo ser mejor pero no lo fue porque desde la misma organización no se hicieron bien las cosas.
«No importa si no se escucha, esto es una fiesta igual», me dijo un pibe a mi lado que intentaba justificar de cualquier forma al Indio Solari. Pero internamente, él sabía que con un volumen adecuado, la misa era completa.
Peor cara puso esa chica que vio que nunca le pidieron la entrada. «Soy una pelotuda, pagué 500 mangos» dijo mirando al cielo. Y tenía razón, porque no fue su decisión ser una pelotuda: la tomaron como tal.
Si alguien, alguna vez, vio un show internacional sabrá que puede fallar mil cosas, pero no el sonido. A nadie dentro de una organización de un espectáculo se le podría ocurrir escaparle en tal punto. Y el sábado una conferencia de nefastos acordaron que no era necesario poner retardos a la mitad del campo (como sí los pusieron en el 2013) y chau pinela, a imaginarse el show y las frases del cantante.
Parece que sus adláteres le venden al Indio el diario que quiere leer.
Nadie honró a esos esforzados que pagaron 500 mangos una entrada y que viajaron de todo el país cortándole el ticket. Es más, tuvieron que ver cómo a su lado entraban orondos todos los que tenían ganas de hacerlo. Y mucho menos pensaron en darles un buen show sonoramente hablando.
Se abusaron de los pibes.
Saben que igual lo van a seguir adorando al Indio y que lo van a defender a diestra y siniestra. Pero interiormente saben que los estafaron.
Indio, vos podés hacerlo. Cambiá y hacé cambiar a los de tu entorno, porque algún día los pibes se van a avivar.
La crónica completa, de Wálter Gazzo para el diario MDZol
Fotos de Catriel Remedi