El sábado se llevó adelante la jornada más extensa y con mejor nivel del Gesell Rock. A medida que fueron pasando las bandas, el clímax fue in crescendo hasta la soberbia actuación de García. En el escenario se agregó una pasarela, lo que favoreció a los cantantes que necesitan desfilar para interpretar sus canciones. Hacía las 19:30 ya habían pasado Volador G, Victoria Mil, Gazpacho y Dancing Mood estaba repasando los últimos tramos de su actuación.
Si bien la noche es el horario ideal para ver recitales al aire libre, a la cadencia reagge de Los Cafres le queda bien el cielo rojo sangre del atardecer. Dieron un show de treinta minutos donde lograron que el público se distienda y provocaron una nube de humo optimista que les facilitó una cálida respuesta. Entre otras, interpretaron la delicadísima «Hijo», «Si el amor se cae» (el primer corte de su flamante ¿Quién da más?) y terminaron con «Aire».
El nuevo grupo de Flavio Cianciarulo tomó la posta. El ex Cadillac no transpiró mucho la camiseta pero le alcanzó para ganar cierta aprobación. El repertorio de La Mandinga se basa en ritmos rioplatenses fusionados con rock latino, alguna percusión afro y una pequeña dosis de distorsión. Abrieron y cerraron con «Mandinga beat»; en el medio expusieron su mini hit carnavalero «Agujeros» y «El toque porteño» (una murga chispeante). También recordaron a los Fabulosos con canciones como «Matador», «Paquito» y «Mal bicho» (en versión punk).
Con la noche aparecieron los brillos, las sombras y los delineadores de Miranda!. El vestuario, siempre impecable, del grupo tenía mucho negro y blanco. Fueron los primeros que aprovecharon la pasarela para llegar más cerca del público, pero parecían modelos pretendiendo ser vistos antes que músicos buscando ser escuchados. Pareció todo muy estudiado y les salió bien. La seguidilla de «Tu juego», «Otra vez» y «Yo te diré» fue lo más llevadero de su paso por el escenario.
A las diez de la noche estaba por subir uno de los pesos pesados: Catupecu Machu concretaría el primer show desde la edición del oscurísimo El número imperfecto. Una de los columnas de la escudería Ruiz Díaz es su convicción por hacer puestas jugadas y complejas. El sonido tecno (mucha pista de batería y bajo) que envuelve las melodías de sus últimas canciones le otorga un plus de innovación a la potencia que generan. Aunque la energía les puede salir cara: rompen los parches de la batería bastante seguido. Los músicos del cuarteto salieron vestidos de negro y arrancaron su set con la festiva «Le di sol» y «Perfectos cromosomas». Hubo muchos momentos destacables: el riff criminal de «Oxido en el aire», la sentimental «A veces vuelvo», un instrumental machacante y biomecánico y el cover de «Plan B» de Massacre. En un momento Fernando Ruíz Díaz le puso los puntos a una parte de su público: «recién algunos estaban haciendo un canto de mierda, que Catupecu no se qué y que Miranda! qué se yo… hay otras bandas de rock a las que les gusta que hagan eso. A nosotros no. Miranda! nos encanta, esto es un festival de rock y el rock es admisión de personas. Nada está prohibido. Hubo años en los que en la Argentina había bandas a las que les gustaba plantear diferencias. Y eso genera violencia, y la violencia genera más violencia. Nosotros no somos violentos, entonces, a los que cantaron eso, vayan a ver otro grupo. Terminemos con esto. Es muy argentino eso de ver qué banda tiene la pija más larga. La tenemos cortita, chicos». Después pidió un aplauso para Miranda! y se produjo una ovación. El final fue a puro salto con «Dale!», «Y lo que quiero» y «Eso vive».
Ay, ay, ay Babasónicos… pensar que en una época eran los abanderados de la mutación y el inconformismo… poco queda de una banda que supo conquistar un lugar entre los discos de culto de varios melómanos. Y eso que a pesar del comienzo con «Irresponsable», parecía que iban a repuntar: tocaron algunas canciones de los discos viejos como «El médium» y «La hiedra crece» en versiones bastante más distorsionadas que las originales. Pero en la segunda mitad del recital se distendieron, Mariano Roger empezó a tocar los boleros sentado al borde del escenario y todo fue para que las chicas coreen «Putita», «Deléctrico» y «Gratis».
Charly García se presentó a horario… increíble. Cero divismo, respeto a los espectadores (calificó al auditorio como «un público culto que no parece de festival»)… Es incomprensible que un músico de la genialidad de García no se permita brillar siempre. La noche del 22 de enero casi dio una cátedra demostrando vitalidad y concentración en el pico musical del Gesell Rock. El bicolor hizo un surco caminando como una fiera por la pasarela hacía los teclados ubicados en el extremo del escenario. Separó su actuación en dos bloques: en el primero brillaron «Influencia», «El aguante» y un «Estaba en llamas» que incluyó pequeños monólogos y no la letra habitual. Tal vez ese haya sido el aporte de SNM al clímax post 30-D. Los arreglos de cuerdas hicieron brillar melodías clásicas, como «Yendo de la cama al living» o «Desarma y sangra». Charly se mostró radiante, aunque se irritó cuando alguien le tiró un rollo de papel higiénico. Anunció que su banda tiene nombre («The prostitucions») y en un momento pidió que «ojalá no prohíban la Navidad». También confesó que «uno de mis temas favoritos es hacer sentir culpable a la gente. Puede ser la madre de uno, puede ser un policía, un médico… todos menos yo» y empezaron a sonar los acordes de la vertiginosa «Me tiré por vos». El segundo bloque (Charly salió con un vestido de mujer rojo) empezó con «Funky» y «Cerca de la revolución». En un parate hizo referencia a aquel escándalo que se desató precisamente en Villa Gesell a mediados de los noventa: señalando una lata de gaseosa verseó entre risas idiotas «Coca Cola/ cola sin conga/ cola sin sol/ sol sin conga/ sol sin sol/ droga sin droga» (bue… la influencia de Cippolatti). Las últimas canciones que brillaron fueron «Anhedonia» (brillantemente enganchada con «Comfortambly Numb», de Pink Floyd) y la despedida con «Rezo por vos».