La banda presentó su cuarto disco, «Para mí, para vos». El concierto fue una fiesta compacta y hacia adelante. La crónica de Guillermo Boerr, para Clarín.
Apenas pasadas las diez de la noche del sábado, Turf salió al escenario, y las adolescentes que colmaban el Opera llegaron a la histeria, corriendo a amontonarse al frente y enloqueciendo a los acomodadores. Estaba claro que era una ocasión especial, y no sólo por la presentación de Para mí, para vos, su cuarto disco: para este grupo de dandys bautizado como el deporte de los reyes, la llegada a la calle Corrientes fue todo un hito.
Enfundado en un enterito de malla negra inusable por cualquiera que no sea frontman de una banda de rock, Joaquín Levinton se puso al frente del quinteto. A sus lados, el guitarrista Leandro Lopatín (traje blanco, galera negra) y el bajista Toddy Tapia (traje y camisa negros, pañuelo blanco al cuello) parecían postales de época.
Como últimamente, comenzaron con los cuatro primeros temas de Para mí, para vos, en el mismo orden que el del disco. Una pareja de bailarines apareció para sacarle viruta al piso al compás de los aires de swing de No se llama amor, y en Oh Dios hizo su primera aparición de la noche Daniel Melingo, que recitó el intrermezzo de la canción.
Desde la pantalla, al fondo del escenario, llegaban proyecciones psicodélicas que se alternaban y se superponían con las tomas del grupo. Y en Chicas malas hubo escenas de hentai, los dibujitos porno japoneses. Magia blanca, una de las piezas más logradas del nuevo disco, fue el momento en el que el productor Alfredo Toth y el Indio Márquez se sumaron al grupo, que llegó así a tener cuatro guitarras en escena.
Salvo en las primeras dos canciones, en que la guitarra de Lopatín se perdía, el sonido fue impecable. Además, Turf apeló a los matices: Levinton y el violero cambiaron guitarras toda la noche, Tapia abrazó un contrabajo y el baterista Fernando Caloia recurrió a las escobillas. Las luces podrían haber estado mejor, ya que durante casi todo el show hubo una gran parrilla de spots blancos encandilando al público. Vaya uno a saber por qué, el técnico quería que se viera la audiencia y no apagó estos rayos cegadores ni cuando Levinton lo pidió desde el escenario.
Además de recorrer casi todo el disco nuevo (sólo quedó afuera El espectador), Turf repasó viejas canciones: Casanova, por ejemplo, alternaba tomas de escena con el video original. Y tuvo un «arreglo jamaiquino» en el que Levinton cantó parte del Reggae de los amigos, de Intoxicados, y Lopatín desgranó Iron Lion Zion, de Marley. Loco un poco y Yo no me quiero casar, y Ud.? (con Emiliano, el rolinga que baila en el clip) dieron pie para que, ya fuera de lista y dos horas y media después de su salida, Crónica TV cierre un show compacto y «para adelante», con el grupo agradeciendo visiblemente emocionado.