En un ambiente bucólico, en Carlos Keen, tocaron grupos y solistas. El final estuvo a cargo de Spinetta. La crónica de Juan José Santillán, para Clarín.
En la madrugada del lunes, el público que terminaba de ver a Luis Alberto Spinetta, en el cierre del Festival Campo Konex, retornaba por las calles anchas de Carlos Keen entre el paso de caballos en la niebla y el rocío. Culminada una velada do minguera que transcurrió entre máquinas cerealeras, mate listos de plásticos y una linealidad musical que, no sólo en el cierre sino durante todo el fin de semana, se mantuvo sin estridencias. Ambiente bucólico, música para reposeras: del Chango Spasiuk, Javier Malossetti, Puente Celeste y el Sexteto Irreal a Charly García. De viernes a domingo —según los organizadores— pasaron por el pueblo alrededor de 18 mil espectadores de los recitales y muestras que se desparramaron por el predio. A la hora de la vuelta, cuando ya ningún vecino permanecía curioso con la silla de plástico sobre la veredas de la calle principal, reaparecía el tranco pueblerino. Una luz que se balanceaba en una esquina, la fachada de un caserón de 1881 con un cartel que llevaba, con letras de tiza blanca mojada, un resabio de las jornadas: «Restó bar».
El domingo abrió el escenario Puente Celeste, la banda de Santiago Vázquez (percusión y tablas), Edgardo Cardozo (guitarras, requinto), Marcelo Moguilevsky (clarinete, saxo, flautas, duduk), Lucas Nikotian (piano y acordeón) y Luciano Dyzenchauz (bajo acústico, percusión). El público que andaba por alrededores y fisgoneaba simulacros de domas, muestras de fotos, insta laciones, o simplemente deambulaba por las calles del pueblo — una especie de herradura alrededor de la antigua estación— fue acercándose tímidamente a los sonidos del ensamble de músicas que proponen en sus discos Pasando el mar y Mañana domingo. Sonidos orientales y letras que desencadenaban un ambient para la caída de la tarde. Aparecieron reposeras y mantas que se instalaron en los espacios de césped, mientras una nube de polvo flotaba con los últimos rayos de sol.
Sola, con un minimalismo extremo — vestida de blanco, guitarra teclados y pedaleras— subió Juana Molina al escenario. Repasó material de Tres cosas y Segundo. Comenzaba la noche y Molina encabalgaba en susurros un raid de temas que concluyó puntual para darle lugar a Kevin Johansen que, junto a su banda The Nada, había llegado a la mañana de una gira por Chile.
Johansen encendió los últimos fuegos de un fin de semana cuyo cansancio empezaba a mermar las ganas del público. Fue el show más largo. Los primeros dos temas fueron Desde que te perdí y El palomo y después ya todo se mantuvo en un registro que promovió el último suspiro de baile de la noche.
Spinetta, que tocó junto a su nueva banda (Nerina Nicotra en bajo, Christian Judurcha en batería y Claudio Cardone en teclados) agradeció la posibilidad de «tocar estos festivales que son los que hacen la diferencia». Luego puso punto final al Festival Campo Konex que comenzó el viernes con Vicentico.
El sábado fue el día más accidentado cuando Charly García, que tenía su show a las 22.30, subió a tocar pasadas las dos de la madrugada. El resto, fue lo más parecido a una pausa del rock en el campo.