La banda tocó en febrero y en marzo en San Telmo, en donde siguió festejando 25 años. Cómo evolucionar sin perder las raíces
Hay algunos ingredientes fijos en los shows de Dancing Mood: en primer lugar, que trece músicos hagan que el virtuosismo parezca algo sencillo. En segundo, el pedido del público de “No me pisen las flores”, el clásico cantito del saxofonista Rubén Mederson en “Latin Goes Ska” (aunque la canción no suene). Y por último, la improvisación: antes de los solos, Hugo Lobo se acerca a un músico y le avisa que será su momento. Por eso, cada noche con Dancing Mood va a ser distinta.
“Es una alegría volver a encontrarnos -dice Lobo en el primero de los dos shows que dan en La Trastienda-. En este lugar presentamos ‘Volumen 2’. Nos dieron la oportunidad cuando no traíamos mucha gente, y hacía un montón que no tocábamos acá”.
Hace algunos años se sumaron nuevos ingredientes a la receta. Uno fue Ramón Lobo, que empezó como guitarrista invitado y hoy ocupa un lugar fijo con Matías Brunel. Ambos se complementan: mientras uno toca la parte líder, el otro acompaña con texturas. Uno de los ejemplos claros está en “Adiós Nonino”, en el que Ramón encara el riff principal junto al flautista Pablo Romagnoli (y Brunel aporta los acordes). En otros momentos, la ecuación se da a la inversa: en Dancing Mood no importa quién se luzca, sino estar al servicio de la canción.
La saxofonista Carolina Mazzocca también se sumó en los últimos años, y su barítono brilla en canciones como “I’m Gonna Come Back to Brixton” (una de las joyas de “Forever”, el nuevo disco de la banda). Son dos componentes que agregan mucho al grupo, y muestran que la receta sigue evolucionando.
En estos shows, además, hay cada vez más canciones propias. Hugo Lobo le contaba a este periodista en 2014 que había hallado una nueva fórmula para escribir: “Siempre tuve una traba: componía desde el piano, hasta que una vez tuve a mano solo la trompeta. Me compré un cuaderno pentagramado y un lápiz, y empecé a escribir melodías y estribillos -decía-. Después me senté en el órgano y le puse acordes. Entonces le encontré la vuelta, e hice once temas en una semana”.
En ambas noches, alrededor de la mitad de las canciones son de su autoría: también suenan “Non Stop”, “Musicology”, “The Killer” (con una versión super extendida), “6 de 5” y “Last Chance N.G.”. Y es palabra mayor que esos temas convivan tan bien con clásicos de The Skatalites, Billy Joel y Earth, Wind & Fire.
El primer show tiene de invitado a Alex Gotlieb, cantante de Palta & The Mood (en “Just The Way You Are” y “You Baby”). La segunda noche, en cambio, sube Sonia Savinelli (en “Where Do Broken Hearts Go” y “Just Don’t Want To Be Lonely”).
Además de sus cualidades vocales, con cada uno se siente el espíritu que Lobo trata de brindar: Dancing Mood se presenta como una familia, una verdadera mesa larga con el aroma de los domingos de barrio. Y es justamente el feeling que también generan con “2031”.
La segunda noche, sobre el final, “Police Woman” explota con la oda a “El Inspector”, de Henry Mancini. Tanto que la banda decide repetir parte del tema. De alguna forma, el público retribuye al grupo cuando ya se fue del escenario: pasaron más de cinco minutos desde que se cerró el telón, pero casi toda La Trastienda sigue coreando la melodía de “A Mis Abuelos”… y recién frena cuando los empleados entran a limpiar la sala.
Por todo esto, la receta de Dancing Mood se reinventa cada noche. No importa cuántas veces se los vea: el menú siempre tiene el gustito de la primera vez. Y esa magia, simplemente, no puede explicarse en una reseña. Hay que vivirla.
Puntaje: 9/10.
Dancing Mood tocará el sábado 12 de abril en el Quilmes Rock. Las entradas anticipadas se consiguen en Enigma Tickets.