Las veinte mil personas que enmarcaron la presentación de «Nada personal», decretaron algo que va mucho más allá de la consagración de un grupo, hecho que suele suceder algunas veces por año. Que un grupo como Soda Stereo haya alcanzado una aceptación masiva señala que, definitivamente, algo ha cambiado en el rock en la Argentina y que se han abierto puertas para que propuestas estético musicales puedan adquirir cierta trascendencia.
Soda Stereo ya es un grupo grande. Con el extenuante trabajo que el trío llevó a cabo desde que su nivel de popularidad comenzó a intensificarse, Gustavo Cerati, Charly Alberti y Zeta ganaron muchísimo en la escena, lo cual, en un contexto como el estadio Obras lleno, dio al espectáculo presentado gran magnitud.
Ya definitivamente alejado del trío enérgico y elemental de los comienzos, Soda Stereo se ha nutrido de elementos musicales y sonoros que han ampliando su propio espectro. Ahora Soda es una banda que necesita de la tecnología y de los invitados —como el infaltable Von Quintiero, el complemento desde los teclados y en esta ocasión la guitarra de Richard Coleman y el saxo del Gonzo —para elaborar una propuesta concisa que no es un puñado de buenas canciones. En cuanto a producción, en Obras Soda Stereo jugó todas sus cartas. El detalle lujoso fue una orquesta de cuerdas que tocó arreglos adecuados en algunos temas, aunque por inconvenientes con el sonido no pudo lucirse demasiado. También se reparó especialmente en la escenografía e iluminación, correctas en ambos casos sin llegar a ser tan memorables como las que se llevaron a cabo en el Teatro Astros, durante las anteriores presentaciones del grupo.
En el paso tan importante que es convertirse en un grupo consagrado a nivel masivo Soda Stereo no falló. Tiene una energía intrínseca que mantiene la intensidad de un show cuando la exigencia de público es ante todo moverse. Soda Stereo tiene las cualidades y está en las circunstancias ideales como para no ser una página más en la historia del rock en la Argentina. No es más que esa misma energía del comienzo la que mantendrá la balanza inclinada hacia adelante, si la autoindulgencia no permite lo contrario.
Federico Oldenburg