Con aplausos, chiflidos y cánticos agitadores el público argentino más federal avivó la antesala de una salida a escena que se dilataba cada vez más (nada inusual con Intoxicados). Pity Álvarez estaba perdido y algo bajoneado por la despedida del grupo que formó en 2001 y especulaba con esquivar el escenario. Pero… ¿quién otra que Poli y sus artificios de ondina curadora para animarlo? una palabra de aliento y la euforia del predio San Rocke para recibir a su ídolo por última vez bajo este formato.
Ustedes dirán “¿Poli?”. Si, Skay y Poli estaban detrás de bambalinas del Cosquín. Aparentemente estarían haciendo un paréntesis en la visita que tiene por objeto acordar la fecha que le seguirá a Temperley (13 y 14 de marzo). La pareja guarda con José Palazzo (productor cordobés y organizador del evento) una relación que excede lo artístico. Son muy compinches entre los tres, incluso cada tanto se los ve por algunos bares de Palermo.
La ingeniera psíquica de Patricio Rey ya había contribuido con sus dotes de madrina de la grey rockera, y en instantes le llegaría la hora al músico. El espectáculo se desarrollaba con normalidad: habían pasado “Espero que la vida”, “No tengo ganas”, “Volver a casa”, “¿Que vas a hacer tan sola hoy?”, “Lo artesanal”, “Reggae para los amigos”, “Perra”, “Nunca quise” y “Fuego”, hasta que el paladín presentó al invitado sorpresa para el final del repertorio: Skay Beilinson. Juntos, zaparon unos minutos e interpretaron “Las cosas que no se tocan” y “Quieren rock”. “Gracias señor Skay, muchas gracias” le agradecería Pity en un impasse.
Para complementar el posteo, se me ocurrió contarles informalmente una anécdota relacionada a Pity y Skay allá por 2006:
Todavía tengo en la cabeza aquella merienda salada del sábado 10 de junio de 2006 en el buffet del Estadio Juniors de Córdoba. La misma tarde que, con goles de Saviola y Crespo, Argentina venció por dos goles a uno a Costa de Marfil por el mundial de Alemania. Serían las siete de la tarde (el show de Skay estaba anunciado para las diez) cuando Pity y su séquito ingresaron al comedor del club. Intoxicados estaba en plena gira cordobesa, y su cantante aprovechó el día libre para sumarse a la Kermesse redonda. Vestía una campera livianita amarilla y jeans (sus lentes espejados llamaban mucho la atención). Desalineado y torpe, pero divino como pocos. Lo saludamos, nos saludó. Inmediatamente desafió a las no más de seis o siete personas presentes (incluidos nosotros) a jugar al Wonder Boy, hasta que se aburrió y prefirió tomar una coca y comer un tostado de jamón y queso. Nos pusimos a charlar, quedé impresionado con la fascinación que expresaba por el violero. De esto ya pasaron tres años, pero nos dijo algo así como “me gusta por que los temas del disco son re rockeros. Es una reee banda de rock”. Al enterarse de nuestras vivencias alrededor de los shows del flaco, multiplicó sus preguntas, quería saber todo. Nos rogó que le contemos qué canción nos parecía la mejor. Sin dudar, “Astrolabio” dije yo. ¡Ah! y también curioseaba con las poses de Skay para tocar la guitarra en vivo. Increíble.
Ni bien sonó el primer tema (”Lluvia sobre Bagdad”, de Talismán) se instaló en la platea para disfrutar del show junto a Poli (”es una masa”, nos había asegurado sobre ella). Al término de las veinte canciones, compartieron un ratito en la intimidad. Todo esto sucedió días antes de que se lo declararía prófugo de la justicia por haber robado un remis y dejarlo abandonado al costado de una ruta.