El artista uruguayo Dani Umpi presentó su álbum «Perfecto», editado hace más de un año. La crónica de Silvana Moreno, para La Nación.
Empezaron las vacaciones de invierno. Casualidad o no, Dani Umpi llamaba al público «chiquilines» y, en un momento del show, dos muñecotes de género escocés y ojos saltones bailaban a su lado. Cuestión de códigos, al público le encantaba. Lo mismo que todo lo demás que convivió en el mismo escenario: Adrián Dárgelos cantando una cumbia, María Fernanda Callejón desafinando como nadie, clases de gimnasia aeróbica, la etérea Isol en un exorcismo dance de una pena de amor, una docena de performers noveles y… un sólo instrumento: la guitarra de Adrián Soiza (el resto, pista y voces). Bastante para una noche. El que se lo perdió, se lo perdió.
El miércoles, el uruguayo Dani Umpi presentó en La Trastienda su CD Perfecto (editado acá hace más de un año, eso sí), desgarros de amor que hacen bailar («mi corazón tiene un condón/ que no lo puedes perforar»), canciones para los ex novios que se quedan con los amigos de uno («hoy no voy a salir/ hoy voy a ser feliz/ te dejaré la ciudad esta noche sólo para ti»), para sentarse en el piso y corear, un poco melancólicos («si mi fe mueve montañas ¿por qué no mueve tus pies?») y también para hacer gimnasia todos juntos («tiene buena piel, buena presencia, me tiene mucha paciencia/ tiene mucho para dar»), siguiendo las indicaciones de Bebe y Pichón, los guardaespaldas bailarines de Umpi.
Pero sólo fueron entrenadores físicos por un rato: también fueron ellos los muñecotes escoceses, los raperos de traje y anteojos oscuros y los reggaetoneros brasileños arengados. Siempre inspirados. Muy. El show no decayó ni un minuto. Es que siempre había algo que mirar: Dárgelos cantando «Una calle me/nos separa» (compuesta por Leo Dan, Néstor en Bloque lo hizo hit de la Cumbia Villera el año último) mucho más prolijo que cuando acompañó a Ian Brown en su show porteño; amigas y amigos de Umpi bailando en el escenario; el estreno del videoclip de «Viñeta» donde, entre una muchachada variopinta, Umpi, pintado de azul, casi reza «California (que el cielo existe)», el poema de Esteban García, y el contraste entre Isol (la ex cantante de Entre Ríos que apenas se mueve y alguna vez ha cantado en alemán sólo acompañada por copas) y María Fernanda Callejón, que, al parecer, tendría un público incondicional.
Artista visual, escritor, músico y fotologuero, Umpi atrae una audiencia tan variopinta como sus ocupaciones: ahí estaban Zeta Bosio, Mercedes Morán, la diseñadora Fernanda Sibilia, el coleccionista de arte Javier Cainzos, la karaokista Lara Correa, el escritor Pablo Pérez y, en medio, muchos «chiquilines» fotologueros; durante todo el show iban proyectándose fotologs de posibles fans de Umpi (se sabe, Dani Umpi es un integrante más que activo en esa cibercomunidad).
Al final, el público recibió cadenas de cartulina (muy acto escolar del 9 de julio) y Umpi los animaba (muy conferencia de Jodorowsky): «Piensen en algo que los tenga encadenados, que los haga sufrir, concéntrense en eso ahora… Piensen en eso, cuenten hasta tres, corten la cadena y corten con eso». Y así, todo el mundo quedó liberado. Si uno se ponía a hilar fino, el que faltaba era Miguel Bosé, así que nada mejor para cerrar la fiesta que una versión a puro papel picado de «Amante bandido». Alegría.