El grupo presentó el show «Vírgenes y santos» en el Teatro Municipal de Olavarría. La crónica, de Pablo Zamora para el Diario El Popular.
Indiscutiblemente, fue la noche de Can Can. La noche en que cerca de 500 personas fueron testigos de una suerte de auto-homenaje en el que Claudio Pedreira y Charango Torres contaron con la colaboración de un grupo de amigos que aportaron lo suyo para el proyecto «Vírgenes y santos». Y fue, la noche del jueves, una combinación de reencuentro y de nueva presentación.
La banda de rock que despegó de Olavarría a fines de los ochenta a caballito de su primer disco («Ticket») y que estuvo desaparecida de la escena en gran parte de los noventa, ya había ofrecido un aperitivo en diciembre pasado, con un recital en la discoteca que lleva el nombre de aquel primer trabajo discográfico. Pero lo del jueves en el Teatro Municipal fue algo totalmente distinto.
Ese grupo de amigos que colaboró con los dos únicos sobrevivientes de la formación original está formado por artistas de diversas disciplinas: plásticos, músicos, actores, escultores, bailarines, fotógrafos, videastas y arquitectos. Y cada uno puso lo suyo para que la verdadera vuelta de Can Can fuera algo diferente.
La primera parte del show dividió un poco a los protagonistas. Mientras sonaba la Obertura aparecieron imágenes en video proyectadas sobre ambos lados del escenario. Enseguida, los músicos, los primeros acordes de «Brigitte Bardeó», la voz de Pedreira y el primer videoclip basado en el nuevo material de la banda. La escena se repitió con «Castel», «Psicodélico», «No future», «Alegoría» y «He muerto». Después, «Vírgenes y santos» marcó el final de la nueva etapa de Can Can.
Arriba del escenario, el equipo formó con Claudio Pedreira en teclados y voz, Charango Torres en guitarra y voz, Eduardo Lalanne en teclados, José Larregle en batería, Fichero Mentasti en bajo y Ulises Merlos en violín. En tanto, los videos ofrecieron una combinación de representaciones dramáticas con actores (en escenarios reconocidos del partido de Olavarría), combinados con fotos, pinturas y esculturas de artistas locales. Fin de la primera parte.
Con música en off, luz tenue, movimientos perfectos y sensualidad, hizo su aparición la bailarina Carolina Doartero. Su cuadro marcó el comienzo de lo que fue el gran homenaje a Can Can donde, Claudio y Charango, guitarra en mano, repasaron viejos temas de la banda en un set acústico. Incluso, alguno de la época en la que todavía se llamaban Los Pasajeros.
Pero si hacía falta algo más para que el clima de nostalgia fuera completo, aparecieron las imágenes. Fotos, recortes periodísticos y fragmentos de videos y de programas de TV mostraron aquellos años de gloria en Buenos Aires. Y también, claro, los distintos momentos por los que pasó la banda. Se vio, por ejemplo, a ex integrantes como Fabián Rivalta, Roberto Roselló, Pino Cuadrado y Rolfi Calahorrano, entre otros.
La última parte del recital mostró a los músicos más sueltos. Ya no había imágenes para captar la atención de los ojos y entonces el rock and roll se encargó de ponerle ritmo a la noche con temas del segundo disco de Can Can («Backgamon»). Para el cierre no podía faltar «Cara de documento» y entonces los músicos se despidieron. Pero el inevitable «otra» que brotó del público no los dejó abandonar el escenario.
Charango invitó a subir a todos los artistas que colaboraron en el proyecto, y el adiós fue al ritmo del pegadizo reggae «Loco amor en Hawai». Cuando el público comenzaba a retirarse apareció el bonus track en la pantalla que mostró los mejores momentos en el backstage de los videos.
Así, «Vírgenes y santos» cumplió su objetivo de mostrar algo diferente. Y la ambiciosa puesta en escena colaboró mucho para que este regreso de Can Can resultara, también, un buen comienzo.