El dream team capitaneado por Tobias Sammet volvió a la Argentina para presentar Ghostlights, su séptimo disco de estudio. Fue el 22 de abril en el Teatro de Flores.
Tobias Sammet hace todo bien. Sería una tarea imposible detallar, en algunas pocas palabras, cada momento, cada diálogo entre compañeros, cada palabra de cariño hacia el público, cada tono, cada matiz, cada todo de lo ocurrido en las más de 3 hs de show que brindo Avantasia. Pero esta parece ser una buena síntesis: Tobias Sammet hace todo bien.
Como de costumbre, la nueva visita de Avantasia explotaría la taquilla. A sala repleta, Sammet y amigos tomarían el escenario a las 20:30 con «Mystery of a blood red rose», primer single y primer track de Ghostlights. Inmediatamente, con la canción que da título al disco, llegaría el primero de los vocalistas itinerantes y sin dudas el invitado más festejado de la noche, el gran coequiper del capitán Toby, ex Helloween y actual Unisonic: el inoxidable, carismático y en extremo talentoso Michael Kiske. La introducción de colaboradores de lujo continuaría con «Invoke the machine» y el explosivo danés Ronnie Atkins (Pretty Maids) y enseguida el trío Sammet-Kiske-Atkins para «Unchain the light».
Enseguida, Oliver Hartmann (ex At-Vance) dejaría boquiabierto a todo Flores cuando, en dueto con Sammet, interpretara «The Watchmakers Dream», pero sin dudas uno de los momentos más intensos de la noche llegaría inmediatamente después, cuando el noruego Jorn Lande (ex Masterplan) hiciese su primera aparición sobre las tablas para descocerla con «The Scarecrow» y «Lucifer». El histórico Eric Martin (Mr Big) sería el último colaborador en hacerse presente frente al público local, con «What’s left of me».
Con toda la troupe presentada en sociedad, el setlist continuaría recorriendo algunos de los mejores momentos de los 16 años de Avantasia: «The Wicked Symphony», «Draconian Love», «Farewell», «Stargazers, «Shelter from the rain». El primer bloque cerraría con dos de alto vuelo: primero, la que el propio Sammet calificaría de futuro clásico, «Let the storm descend upon you» y, antes de irse a descansar, una que, según el capitán, definiría a la perfección a nuestro país, porque «ustedes son la razón por la que me hice músico, son el sueño de todo músico. Argentina es la tierra prometida «: «Promised land». Preludio.
A la vuelta, entre chistes internos, dos más del duo dinámico Sammet-Kiske, «Reach out for the light» y «Avantasia»; «Twisted mind» con Ronnie Atkins y Eric Martin como protagonistas, y dos más de Sammet-Martin, «The Great Mystery» y una tremenda interpretación del vocalista de Mr Big para «Dying for an angel», originalmente interpretada por Klaus Meine, de Scorpions. El final, cercano, aunque no inminente, se dejaría ver con «The story ain’t over». Y un nuevo preludio.
«Esta es la última canción», avisaría Sammet apenas vuelto del merecido descanso y, ante la zozobra de la audiencia, se apuraría a aclarar: «Pero los vamos a dejar elegir la canción con que nos iremos». Ovación. «Como somos profesionales, trajimos la lista preparada: pueden elegir entre «Lost in space», y…. «Lost in space». Risas, ovación. Y claro: «Lost in space».
El alemán mintió: no era la última «¿Quieren una más?». Ahora sí, la última que, en realidad, serían dos: con absolutamente todo el staff (más de 10 personas en escena), y como un himno que resonaría en cada rincón de la sala, sonaría «Sign of the angels», la contracción perfecta entre «Sign of the cross» y «The seven angels».
Y lo dicho: Tobías Sammet hace todo bien.