La banda de Haedo convocó unas 3mil personas en Córdoba en la despedida de «Guau!».
Fría tarde de sábado en Córdoba, mientras las vecinas toman mate en la vereda de sus casas el estadio Juniors retumba en la prueba de sonido. Desde temprano los plomos hacen la puesta a punto y algún que otro tenista curioso se asoma a ver lo que pasa. Un lugar recuperado para el rock, un club de barrio que cede parte de su armonía una vez más a la música.
Con las manos congeladas buscando algún recoveco tibio en cuerpo propio y ajeno, los primeros fanáticos aguardan que den puerta. Una cresta canosa se nos acerca para comentarnos que el lugar «es como Obras, pero más grande»; con los ojos brillosos como nene chiquito, el empresario José Palazzo recorre el lugar que se transformó en su nueva gran ilusión.
Cuando promediaron las 21:15, el grupo local 250 Centavos hizo su aparición en escena. Pogo, empujones y un coro de alaridos femeninos cuando Juanito (voz) se sacó la remera. Fueron los aportes del público para los diez vertiginosos temas que desembolsó la banda punk. «Sonríe!», el corte de su primer disco que se puede ver por MTV, marcó el final de su set, con un coro privilegiado y los aplausos merecidos.
Con el estadio a punto caramelo, la locura se desató cuando los cinco de Haedo subieron a escena. Jugando con los cortes de sus temas, las luces y con la efervescencia de su público, Árbol voló cabezas como es su costumbre. Temas como De Arriba, De abajo, Suerte, Chikanorexika y la Nena Monstruo hicieron saltar a padres e hijos; porque claro está que «los bajitos» también fueron a la fiesta.
La excusa era despedir oficialmente a «Guau!» para ir preparando el terreno a lo que será su próximo disco. Pero más allá de este detalle, la familia del rock se tomó una licencia de dos horas para divertirse a lo grande. Si bien algunos pasajes del show daban una sensación de cosa vivida con anterioridad, lo cierto es que siempre hay un delirio nuevo que mostrar.
Desfilaron Prejuicios, Pequeños Sueños, Mariposas, la Cáscara Máscara y así continuaba la lista interminable de hits. Entre tema y tema la interacción con el público se materializaba en bromas, corridas entre las vallas y alusiones al público infantil que los acompañaba esa noche: después de cada mala palabra, Edu decía: «para ustedes chicos lo que quisimos decir fue: Chu chu hua».
Las gargantas rojas con Trenes, Camiones y Tractores tuvieron su toque final con Rosita. Luego de sacarles hasta el aliento, decidieron hacer las tradicionales bromas sobre la sexualidad de Pablito, el talento de Hernán y un momento único con Sebastián cantando acompañado solo por la guitarra de su coequiper.
Algunos de los covers que flotaron en la espesa nube de sudor y humo de aquellos que no se resignan a no fumar donde quieren, fueron El País de la Libertad de León Gieco, Esta Saliendo el sol de Intoxicados y Woman No Cry de Marley. La despedida fue con Jijiji, el tema más pedido por la gente y así, con esa mezcla habitual de éxtasis y satisfacción, el público partió rumbo a sus respectivos hogares.
Mientras las últimas sombras se perdían en la inmensidad del nudo vial, buscamos un refugio cálido entre las copas de los árboles. El barrio ya puede dormir, nosotros seguramente nos esconderemos en alguna de las cuevas de esta ciudad.