«Ni sus cuatro integrantes, ni el manager del conjunto, Angel del Guercio, que se había ocupado de los preparativos, auguraban grandes resultados con referencia al público para su primer recital. Es más, el acontecimiento no estaba planificado como un recital para el público: se dirigía más a convocar la crítica, a los amigos, los músicos y a toda la gente conectada con el rock nacional para mostrar el trabajo de más de seis meses por primera vez en forma completa.
El pasado 17 de marzo a la medianoche, fecha y hora prevista para el recital en el Teatro Lorange, todas las previsiones quedaron descartadas: la sala, con una capacidad de seiscientas localidades albergó a más de ochocientas personas. No fue todo lo inesperado: el recital estaba anunciado para la una (en trasnoche) a las 23,30 se habían vendido todas las localidades, y aún permanecían más de cuatrocientas personas en el hall pugnando por conseguir localidades.
«Realmente estamos todos muy contentos —comentó el manager Angel de Guercio, hermano del bajista— no esperábamos ni remotamente esta respuesta para Aquelarre: sobre todo porque sabíamos que estábamos haciendo un recital antes de que se iniciara la temporada.»
Es cierto, el recital de Aquelarre se adelantó a la iniciación de la temporada de recitales que, habitualmente, se desarrolla entre la primera semana de abril y la última de octubre.
Enjambre silencioso, la platea permaneció absorta durante los primeros temas: «Esta sala tiene muy buena acústica —analizó después del recital el baterista Rodolfo García— y yo casi no escuchaba la guitarra de Starc: lo que ocurre es que todo llega perfectamente al público. Yo pensé que la gente no estaba escuchando bien. Lo que ocurrió fue que todos nuestros temas eran novedades. obviamente, y la gente fue entrando en clima, como descubriendo lo que queríamos decir».
Un ensayo en la misma sala el lunes 13 y otro en la mañana del día del recital no sirvieron para calmar los nervios del grupo que si bien no hacía su debut (se presentó oficialmente en B. A. ROCK 72) tomaba esta actuación como el paso fundamental para su actividad de 1972. Sin embargo, esos ensayos fueron útiles para combinar, casi hasta la perfección, el montaje de un show de luces y cine (películas del extraordinario canadiense McLaren) coordinado por Eduardo Becker. Una fatigosa sincronización que deslumbró a los espectadores que tuvieron la oportunidad de presenciar una de las mejores experiencias audiovisuales que se hayan realizado en Buenos Aires.
Sin interrupción, Aquelarre vertió su producción en totalidad con un ensamble realmente excelente, temas trabajados hasta la esquisitez: una virtud que ya habían demostrado en el Festival B. A. ROCK. Pero dejaron perfectamente claro, además, que las predicciones sobre la posibilidad de que Aquelarre se convierta en uno de los grandes de la tercera etapa del rock argentino son realmente acertadas. Tienen el mejor pianista de rock: González Neira y a uno de los mejores guitarristas: Héctor Starc. Del bajista Emilio del Guercio y el baterista Rodolfo García. casi no hace falta hablar: sus antecedentes en Almendra los liberan de juicios analiticos.
Ellos ya han dado el primer paso. Y salieron con un éxito y con un apoyo que no esperaban. Dentro de algunas semanas en B. A. ROCK darán el próximo, quizás el de la consagración.