El viernes 18 de noviembre estuvimos en la presentación de la murga 5 Pal Peso. Esta vez la cita fue en el teatro Colonial de San Telmo. Fue una noche cargada de emociones y sensaciones, por ser la última fecha oficial del 2016, la despedida del espectáculo, las canciones de yapa en el recuerdo y el aliciente de tocar en Capital para unos chicos que vienen con su proyecto a cuestas desde Quilmes.
Así nos invitaban, unos días antes, los chicos.
https://www.youtube.com/watch?v=1qdLlVmPZ4I
Y así transcurre:
La noche está hermosa. Hay un viento leve, ya no hace tanto calor como durante el día, y la gente ya está esperando que se abran, por segunda vez en la trayectoria de esta murga, las puertas del teatro Colonial. El show está anunciado para las 22, pero el teatro abre un poco más tarde. Se conserva el buen humor: San Telmo de noche tiene un encanto particular y de a poco se empieza a sentir ese clima de carnaval en pleno noviembre que la murga sabe acercar.
Los aplausos, primero tímidos, intiman a los chicos a salir a escena.En el escenario que guarda la sala de Paseo Colón y Belgrano, los chicos se acomodan, uno por uno, frente a sus micrófonos. Detrás se ve el dibujo de una especie de calesita circense; ellos están maquillados para la ocasión y vestidos con los trajes habituales. Empiezan a cantar.
Con el bombo, los platos y el redoblante marcando el ritmo durante toda la velada, la murga nos trae, primero, la presentación de su espectáculo 2016: Un Circo. A la presentación, sigue el cuplé de la inseguridad; el de los payasos; el del domador y el de los fenómenos. Todo fluye con naturalidad, nos somete a convertirnos, alternativamente, en espectadores de murga; de circo; de murga; de circo; de murga y de circo hasta que, en un emotivo cierre, los nexos con el mundo-murga y el mundo-circo nos hacen entender que no hay tal diferencia. Entendemos que fuimos manipulados en una especie de viaje-espejo a la realidad. Y no nos molesta: nos estimula.
La bajada es alegre. Los versos rezan que ésta es «la historia de un amor como no hay otra igual», y la gente entiende porque es evidente que estos murguistas viven una eterna historia de amor con el carnaval: lo esperan; lo sueñan; lo preparan; lo viven y lo despiden cuando la retirada define el final. Pero, no contentos con decir adiós, saludan a su pueblo en las calles y se fusionan haciendo lo que los mueve: cantando.
Esta vez, la bajada culmina y se van por detrás de los escenarios. Las luces están encendidas. La gente se remueve en su asiento. Sale a escena un murguista con una guitarra. Toca los primeros acordes de la canción final 2015. A partir de acá, se sucede una serie de canciones viejas, del espectáculo del año pasado. Se nota que los chicos disfrutan de volverlas a cantar. El público se mueve. La energía que se siente en el lugar, a esta altura, ya es innegable.
La bajada del 2015 es esta vez el pie para que el público se levante y siga a la murga a la calle, para culminar, todos juntos, cantándola. Rezan los versos, melancólicos, que siguen resonando en las calles cuando se fue hasta el último color.
‘¿Será el destino el que ha querido
que sea esclavo de un reino fugaz?
Como un encanto, será mi canto
muy buena vida
y hasta el otro carnaval.’