E] cierre de algunos teatros para la música de rock, ocurrido en los últimos meses a raíz de ciertos brotes de violencia, ha llevado a los grupos que fundamentan su operatividad en los recitales a una reclusión cercana a la inactividad. Pero a veces la carencia agudiza el ingenio. e fue el caso de Pescado Rabioso y Aquelarre que, a la negativa de alquiler de ciertos teatros, tuvieron la feliz idea de trasladar sus músicos a la carpa de un circo, un ámbito nunca experimientado para la música de: rock, pero seguramente mucho más afín que algunas refinadas salas del centro de Buenos Aires.
También Arco Iris debió soportar las consecuencias y, a último momento le fue denegedo el teatro Coliseo donde el grupo pensaba estrenar su ópera «Sudamérica». A raíz de esa imposibilidad el grupo buscó, casi con desesperación, otra sala para su debut. Fue en vano. También ellos aguzaron el ingenio: después de hacer un preestreno en el estadio Atenas de La Plata, lograron que la Comisión de Cultura del Club River Plate les cediera las instalaciones del estadio Monumental. Anunciada para el 18 de diciembre, debió suspenderse para siete días más tarde a causa de la lluvia. En la segunda oportunidad (una noche realmente espléndidida) más de dos mil personas se esparcieron por las plateas del estadio: eran los primeros porteños que presenciaban una Ópera que en pocos días más recorrerá las principales capitales del interior del país y algunas ciudad del Uruguay.
El grupo estuvo especial mente dinámico y realizó una de las Abtuaciones más pulcras que se le recuerden. Sobre todo en los casos de Gustavo Santaolalla y Ara Tokatlián, que se mostró verdaderamente dúctil en la interpretación de los saxos, flauta y órgano. Esté último instrumento está otorgando a la música de Arco Iris una una nueva dimensión y un sonido realmente compacto, que, in clusive, destaca más que las aspiraciones de ritmos folklóricos a los que están apelando con tanta asiduidad.
La extensión de la obra, casi dos horas de audición, pueden parecer algo monótonas en algunos pasajes, pero el criterio global con el que se encaró el trabajo mantiene la expectativa: un juego de luces correcto, un despliegue y cambio de instrumentos y la excelente, cuidada proyección de imágenes referidas, fueron los condicionantes que hicieron de «Sudamérica» un verdadero espectáculo que fue, con seguridad el mejor que haya presentado en la Argentina cualquier grupo de rock.
La temática de la obra ya es bastante conocida y el grupo, en el escenario, la despliega con convicción, casi con una actitud evangélica.
Ellos parecen estar seguros que, gran parte de la obra presentada como algo fantástico, puede convertirse en algo mediatamente real. De allí la fuerza, la expresividad inusual que consigue Arco Iris para la obra y que cualquier expectador debe reconocerlo, más allá de los planteos críticos al contenido de «Sudamérica».
En el rock argentino existe desde hace muchos años una «fiebre de la ópera». Desde aquella oportunidad en que Almendra anunció su conocida (?) obra muchos fueron los intentos por realizar un trabajo de esta envergadura. Este año, se concretaron dos: la de Materia Gris («Oh Perra vida de Beto») y la de Arco Iris. Sólo la del grupo de Gustavo Santaolalla la ha representado con muchas críticas que cuestionan si es o no una ópera. El rótulo en este caso es lo menos importante, lo que vale es la propuesta (y cumplimiento) de un trabajo realizado con seriedad y con esmero. Un músico argentino, muy conocido, al presenciar la presentación, dijo que se sentía asombrado pór la calidad de todo el trabajo, y que le parecía «muy similar al cuidado que ponen los grupos ingleses en sus trabajos sobre el escenario». Ese detalle convierte a Arco Iris en una organización sólida, homogénea; capaz de emprender cualquier empresa «con márgenes muy probables de éxito. No sería extraño que, antes de terminar este año, el grupo recorra varios países sudamericanos llevando la música progresiva argentina.
Este trabajo del grupo se va a ver complementado, en pocas semanas más con la aparición del álbum que contiene la obra íntegra: dos discos para los que fueron necesarios mucho más de cien horas de grabacián. Cuando el círculo esté completo es probable que los argentinos, y quizás los americanos, asistamos al florecimiento de una de las obras más importantes de la música progresiva de este sur.