No es nada fácil para Fabiana Cantilo deshacerse de los fantasmas del pasado: la inocente Bay Biscuit, la Cleopatra de los primeros y más delirantes Twist, la corista de la banda de García y la novia tormentosa de Fito Páez. Cantilo estuvo siempre en el lugar y en el momento indicados en los tiempos desenfrenados de los 80, ligada a esos nombres que de algún modo la eclipsaron sin pretenderlo. Y que también la hicieron brillar; pero egos son egos y ella nunca se contentará con el papel de personaje secundario. Ella estuvo ahí, en cada instante de esa acelerada dicha en movimiento que dejó paso al clip de “Ambar violeta”, de Páez, y estuvo también en la desprolijidad de una carrera solista iniciada con el traspié del impulsivo Detectives, grabado con la inevitable tutoría de sus mejores amigos.
Fabiana se parece, a veces, al personaje que García dibujara en la canción “No te animás a despegar”. Frágil y seductora, pero siempre ambigua, siguió grabando discos en un intento por dejar atrás esos fantasmas. Y también para no quedarse quieta, para no detenerse. Casi despega cuando golpeó con “Mi enfermedad”, pero, a pesar de que su interpretación pegó más fuerte que la original de Los Rodríguez, no pocos siguieron definiéndola como “la amiga de…”. El corte definitivo comenzó con Golpes al vacío (1994), disco en el que se decidió a buscar y desarrollar su propio camino. Ahora, en ¿De qué se ríen? se muestra a fondo, decidida, ella misma, escribiendo y cantando canciones que más que nunca hablan desde su piel. Pero, ¿por qué los textos remiten a pérdidas, al pasado, aunque ella intente salirse “del planeta por un rato”, si en verdad parece estar continuamente a la – defensiva desde la pregunta del título? El disco resulta así un abanico de estados de ánimo: la densidad de la guitarra melancólica de “Historia” coqueteando con el brit-pop; el pop fresco, pura adrenalina, de “Júpiter”, en el que reaparece la más inocente Cantilo para sobrevolar un pegadizo riff; la bajada de tensión de “Si faltan las flores”, un levísimo blues que roza aires lounge en los arreglos del piano acústico. La banda es correcta, Fabiana aparece apaciguada y meticulosa, y hay en el disco canciones que funcionan; pero algo falta, algún ingrediente que aporte la magia. Y eso debe atribuirse a que los 80 han pasado definitivamente y que, aunque ella crea o intente lo contrario, los tiene marcados a fuego. Así las cosas, el álbum queda a mitad de camino entre el despegue y la mirada melancólica a la euforia perdida.