Leeva, Legendario Valentino Spinetta, dejó el colegio secundario para convertirse en un alumno ejemplar de la cultura hip-hop. Ex Geo Ramma (grupo que compartió con Alejandro Tocker, alias Omega), Leeva hablaba de G-Funk cuando recién había perdido los dientes de leche. Ahora, con 28 años, parece haberse tomado todo el Toddy y olvidado en algún placard el sombrero de Antonio Ríos que usaba en la época de Pon paz a tu muerte (Geo Ramma, 1997), mutando en la versión rapera del estudiante de la canción de Los Twist. Desde que se separó de Omega, el último varón artista del clan de Luis Alberto se ha mantenido recluido en Villa Urquiza con la Triple Yo! Villurca Nuclear Protection, al margen de la escena, titilando de forma intermitente y haciendo escasas -y, hay que decirlo, poco prometedorasapariciones: la más brillante, sin duda, fue la colaboración en el debut solista de su hermano Dante, Elevado, en el track «Retrato de un día en nuestras vidas». En su retrasado primer disco en solitario, Leeva pasa al frente con una ajustada adaptación del sonido de la West Coast norteamericana, y aunque algunos de sus temas no admiten corrección (el cajoneado hit «After Hour» + su versión «radio edit» como bonus; o «Barrio Diablo», con el bajo digital y la guitarra de Dante), en otros comete algunos desaciertos: clava rimas fuera de tempo y repite esto como un recurso que por momentos se vuelve molesto; y apela a un exceso innecesario del arte de trabar palabras. Leeva tiene muy buenas ideas para hacer rap, aunque no siempre puede simplificarlas. Queda claro en «La memoria D tu corazón», donde un comienzo largo y relativamente intrascendente da paso a una segunda sección que hace renacer el track en el minuto 2.37, con una base voladora y flow vocal que te pone el cerebro a hacer traveling.