La reunión de Charly García, Luis Alberto Spinetta y sus respectivos grupos movilizó una gran cantidad de público que durante tres noches colmó las instalaciones del club Obras. Evidentemente, la posibilidad de ver en un mismo escenario a dos figuras de estilos musicales tan diferentes fue un atractivo muy fuerte para el público porteño. Rescate de una nota publicada en la Revista Pelo Nº135, octubre de 1980.?
No se puede decir que este evento obedeció a la necesidad de tocar juntos por el solo hecho de hacer música; ni Spinetta ni García tienen afinidades musicales o estilísticas, eso quedó demostrado en el material que tocaron juntos. Más bien se trató de reunir en un mismo show a dos figuras y a dos bandas que podían captar, en diferentes proporciones, la adhesión del público. En un principio, en los días programados para este concierto iban a presentarse Spinetta y León Gieco; reunión que se frustró por razones ampliamente conocidas por el público.
García y Spinetta brindaron un espectáculo de gran jerarquía, sin concesiones a la demagogía o al sentimentalismo.
Cada uno cumplió su parte correctamente; y a la hora de hacerlo juntos, tocaron bien, sin que nada fuera producto de la improvisación.
Es evidente que la música de Seru Giran es diferente a la de Jade, y que así también es la respuesta del público. Sin ninguna, duda, García, Lebón, Aznar y Moro integran la formación de rock más popular del momento, la que más consigue motivar a las audiencias. Esa adhesión cuantitativa por parte del público fue harto manifiesta en cada uno de los conciertos.
El comienzo del show estuvo a cargo de Spinetta con su tema, “Que ves el cielo”. La canción pertenece a la época de Invisible, y no representa lo mejor de la producción de esa banda. En mitad del tema, se acopló Charly García en los teclados. La canción siguiente fue la primera conmoción de la noche: “Cuando ya me empiece a quedar solo” tuvo la inmediata respuesta que aún tienen las canciones de Sui Generis. Para el tema siguiente, hizo su ingreso la otra gran figura de estos conciertos: David Lebón. Por presencia, talento, y hasta por su manejo del escenario, Lebón se impuso como la tercera estrella de los shows. Juntos interpretaron “Música del alma”.
Con el ingreso de Pedro Aznar y Oscar Moro, dio comienzo la actuación de Seru Giran. La banda ha conseguido un ensamble, una integración tan perfecta con su música que puede introducir todo tipo de arreglos e improvisaciones novedosas, capaz de revitalizar cada una de las canciones. Esta soltura escénica, posibilitó que el show se transftormara en una verdadera fiesta en la que la audiencia y los músicos compartieron la música en idénticas proporciones. Como una máquina devastadora, Seru Giran tocó un tema detrás de otro, sin interrupciones. La repetición en el final del rock “No te sobra una moneda”, llevó al delirio a un público emocionalmente enfervorizado.
A continuación, le tocó el turno a Spinetta-Jade. La apertura fue con “Dale gracias”, una canción muy serena que contrastó con la energía desbordante que aún flotaba en el ambiente. Lo siguieron otras canciones como “Diosa salvaje” y “Sólo el amor puede sostener”, y temas instrumentales como “Amenábar” y “Digital Ayatollah”. La música de Jade varió sustancialmente con respecto a las primeras actuaciones de este año. Spinetta, acusó el impacto de la falta de respuesta por parte del público, e intentó buscar matices menos complejos para su música. En ese cambio también influyó la presencia de Diego Rapoport, en reemplazo de Lito Vitale. Cada una de las canciones fue impecablemente interpretada, con igual cantidad de aciertos (en guitarra eléctrica) y desaciertos (guitarra acústica) por parte de Spinetta. El resto de la banda cumplió su cometido, destacándose el trabajo de Rapoport y Pomo. Del Barrio pareció no poder superar la frialdad de las composiciones, y Beto Satragni (que debutó reemplazando a Aznar) hizo su parte sin errores, pero sintiendo el peso del debut. El jazz-rock de Jade es una música fría, en la que ni siquiera aflora la vertiginosidad técnica que caracteriza al género, y que por momentos llega a ser tediosa. En la parte final, ingresó el guitarrista Gustavo Bazterrica, que hizo algunos aportes interesantes.
El gran final llegó con las dos bandas en escena, cuando el público ya reclamaba insistentemente la presencia de García. Conjuntamente tocaron “Crisálida”, una canción del álbum doble de Pescado Rabioso (y una de las mejores de la producción de Spinetta), fue uno de los momentos culminantes del show. Detrás de la atronadora muralla de sonido que creaban Jade y Seru Giran, surgían claras las cristalinas voces de Spinetta y Lebón. Y resulta imposible no comparar la belleza y magnificiencia de esta música de Spinetta con la que hace actualmente. El cierre fue con “Despiertate nena”, otro ardoroso tema de la época de Pescado (en el que también estaba Lebón), llevó al público al paroxismo.
Este concierto tuvo una vibración especial, en algunos músicos y, mayoritariamente, en el público. Pareció como si se rescatara parte de aquel viejo espíritu de los primeros años del rock. Y eso fue lo mejor, más allá o más acá de las mentiras, las trampas y las mezquindades que suelen rodear a las cosas buenas. Si todavía somos capaces de cantar como una sola voz, y que el sentimiento nos erize la piel, significa que estamos vivos. “Yo se que puedes amarme…”.