Postergada, discutira, la película de Bebe Kamin se estrena por fin en Buenos Aires. El Expreso conversó con su director.
Aquel espectáculo realizado el cinco de setiembre de 1975 sirvió para reunir a la música y a la gente, algo que seguramente reflejará tu película. Pero el recital de Sui Generis escapó, multitudinariamente, a esos moldes, Se convirtió en un fenómeno colectivo. ¿Cómo recogió Adiós, Sui Generis, esa corteza y su correspondiente carozo?
Lo más importante fue encararlo como un “desconocido en el recital”, Antes, no tenía idea de lo que eso significaba como manifestación social-cultural. Y durante el recitalme dí cuenta en qué medida eso era representativo de un estado más generalizado que abarcaba, sobre todo, el sector amplio de la población joven.
No puedo decir que los cuatro muchachos de Sui Generis “representen” a toda la gente que estaba allí. Pero sí asegurar que, mutuamente conformaban un todo indivisible. En ese punto de coincidencia los músicos encontraban su propia forma de expresión en la platea y a la inversa.
La comunión, como una forma de exaltación general que revalida los sentimientos, estaba entonces a la vista.
Esta comunión fue posible, entre otras causas, por la existencia de un talento musical que permitió ese nivel de comunicación. Charlie García resulta un tipo insoslayable para la historia de la música argentina contemporánea. Sus características vitales, histriónicas y de todo tipo son consecuencia de su propio talento y, sobre todo, de la necesidad social de que ese talento se manifieste. Los momentos culminantes del recital se dieron a partir de esa dualidad aparente: en el momento en que se unen la necesidad de expresarse con la necesidad de recibir.
Sería apresurado y superficial —sobre todo en este reportaje hecho antes de su estreno— encasillar a «Adiós, Sui Generis» como una muestra de cine-rock o un documental musical. No hay de masiados antecedentes argentinos en el género. La pobreza es evidente. Ha oscilado de la utilización oportunista («Hasta que se ponga el sol», de Aníbal Uset) a la demagogia de divos insistentes («Tú me enloqueces», de Sandro).
Estos títulos, como muchos extranjeros, han insistido en una miopía atroz: la música no aparece como elemento provocador de situaciones sino como injerto redundante de anécdotas banales al servicio publicitario de compañías grabadoras.
La pionera «Woodstock» del norteamericano Michael Wadieigh, —para mencionar una obra arrasadora pero parcial— marcó ya una limitación luego repetida. En su interés por reflejar la música, no describía suficientemente lo ocurrido alrededor del tablado, las situaciones directas o indirectas que producía el mensaje lanzado desde el escenario.
Con estos antecedentes, sería interesante saber cuál fue la utilización de las cámaras y el sonido elegidas por Bebe Kamin para atrapar la realidad multifacética e individual de aquella noche.
Existían muchas posibilidades de abordar el tema. Partir del reportaje a cada uno de los integrantes de Sui Generis, tomarlos en conjunto, confrontarlos con elementos extraños, contar sus vidas, Debido a las características del festival y las formas de producción predeterminadas, mi enfoque fue de fidelidad extrema en términos de registrar lo que había sucedido.
Tanto las cámaras como el sonido fueron diseñados para abarcar la mayor cantidad de acciones paralelas. El material logrado fue objeto luego de un trabajo de compaginado bastante exigente. Nos propusimos captar las sensaciones de la participación.
Creo que la película transmite, en la medida en que puede hacerlo el cine, algo de lo que sucedió dentro y fuera del Luna Park.
La actuación de Sui Generis, las reacciones del público y las letras no aparecían como elementos suficientes para lograr un largometraje.
Si bien las canciones existen del principio al final, se incorporaron además secuencias de la gente que estaba esperando entrar al estadio. También se realizaron varios reportajes, con la certeza de acceder a una cantidad de respuestas francas. Luego de esta introducción, entramos de lleno al festival, describiendo la presentación “con saña”. A partir de allí, desarrollamos los distintos temas.
Aunque el intento inicial fue de registro, luego podemos advertir una especie de desarrollo dramático provocado por la oposición de las partes, los distintos tipos de ritmo. Se trata de un desarrollo que se da en el plano de las sensaciones.
TRAYECTORIA DE KAMIN
1967: Comienza a trabajar en cine. Antes era espectador e ingeniero electrónico. Conoció a Alberto Fischerman, que filmaba entonces The Players vs. Angeles Caídos. “Ese hecho signó mi carrera. Largué todo y me dediqué a trabajar en el espacio sonoro”.
1968: Kamin se erige como uno de los directores de sonido de mayor prestigio. “Creo que mi generación logró dos cosas. Por un lado, un complejo industrial del sonido, en cuanto a la mejora de la técnica. Por otro, iniciar una etapa de búsqueda de creación en la banda sonora de las películas. La bands sonora transmite mensajes que van simultáneamente á la razón y a lo irracional”.
1969-72: Renovando una disciplina a ta que los cineastas argentinos nunca prestaron mayor importancia, el trabajo de Kamin resulta de importancia fundamental para la generación de directores más jóvenes: Raúl de la Torre (Juan Lamaglia y Sra.), Miguel Bejo (La familia unida esperando la llegada de Hallewyn), Mario David (Paño verde), Néstor Lescovich (Ceremonias), Edgardo Cozarinsky (Puntos suspensivos), Jorge Cedrón (El habilitado).
1973-74: “Pero a mí me interesaba el cine en su conjunto, su lenguaje y sus características expresivas”. La posibilidad de filmar llegó recién en 1973, cuando asociado a otros dos sonidistas jóvenes como Néstor Barberis (responsable de la excelente banda sonora de Nazareno Cruz y el tobo) y Edgardo Kleinman (director del incisivo mediometraje nunca estrenado Repita con nosotros el siguiente ejercicio) establece la productora Zoara Films,
En cooperativa con actores y técnicos financia El búho, cuyo rodaje comienza el 23 de enero de 1974,
1975-76: El búho se presenta en el Festival de Pesaro (Italia) y en el de Manheim (Alemania Occidental).
Como productores, Leopoldo Torre Nilsson y Jorge Alvarez le ofrecen la dirección de Adiós, Sui Generis. El film participará del festival de San Francisco, en octubre próximo, y en el Cine Documental de Bilbao (España), en noviembre.
EL BUHO
“En la casa donde filmamos había un búho que se llamaba Samuel. El último día de rodaje, en el jardín Zoológico, nos enteramos que se trataba de un búho hembra. En la película sim. boliza el nexo entre el mundo real y aquello que está en la sombra. Fue un símbolo utilizado en la filosofía griega; es el mirador de las sombras, despierto de noche y por lo tanto conocedor de esas sombras”.
Intérpretes: Virginia Lago, Walter Soubrié, Hugo Alvarez, Alfonso Senatore. Fotografía: Alberto Basail. Montaje: Julio Di Risio. Música: Pedro Caryerschi. Escenografía: Margarita Jusid.
ADIOS, SUI GENERIS
“No casualmente la cámara capta ciertas cosas y no otras. Los técnicos tenían indicaciones de cuáles debían ser los objetivos pero, en muchos momentos, se imponían la libertad de cada uno en la medida que no existía una puesta en escena y se filmaba a medida que los acontecimientos se desarrollaban. Lo registrado delató luego que, todo era muy coherente. Todo tenía su cuota de belleza en la manifestación de lo espontáneo, de lo vivido muy plenamente en esos momentos”. Fotografía: Anfbal Di Salvo. Producción: Leopoldo Torre Nilsson y Jorge Alvarez.
ES