Presentaron el libro «Martropía», con aspectos poco conocidos de la vida y obra de Spinetta. Es el fruto de cinco años de charlas nocturnas entre grabaciones, ensayos y cenas. La nota de Mariano del Mazo, para Clarín.
A casi veinte años del fundamental «Crónicas e iluminaciones» de Eduardo Berti, Aguilar acaba de editar «Martropía. Conversaciones con Spinetta», de Juan Carlos Diez. Periodista (trabaja en Clarín Zonal), pero básicamente apasionado por la obra de Luis Alberto Spinetta, Diez mantuvo a lo largo de cinco años distendidas charlas con el músico, principalmente de madrugada y en el estudio La Diosa Salvaje de la calle Iberá.
El que aparece es un Spinetta coloquial pero resbaladizo, poético, reflexivo y dueño de un discurso apasionado y enrevesado al mismo tiempo. Si bien una parte del libro se pierde en devaneos existenciales —en un momento en que se habla sobre Artaud, Sade y Bataille, entre otros, Spinetta tiene el tino de comentar a Diez: «Estamos delirando, tenelo en cuenta»—, la otra ofrece aportes fundamentales de la arquitectura de canciones de todas las épocas (Barro tal vez, El anillo del Capitán Beto, Lago de forma mía, La verdad de las grullas y más). También resultan deliciosas para los fanáticos las anécdotas alrededor de Tanguito, la declamada pasión por Los Beatles, sus experiencias con LSD, los primeros años de rock nacional, etcétera.
Teniendo en cuenta el silencio autoimpuesto desde hace años en relación con la prensa —sólo quebrado por algunas entrevistas otorgadas siempre con condicionamientos—, este formato permite conocer el pensamiento actualizado del músico. Como cuando reflexiona sobre su obra: «Por ahí, a la juventud de ahora no le gusta nada de lo que yo hago. Muchos van a una música más violenta, porque es un poco el estado actual de las cosas. Esas músicas no nacen porque sí. El mundo es esa música, más que una balada con una letra poética (…). Me gusta ese estado fogoso, virulento, de la juventud, y me gusta que esa propuesta tenga una garra inclaudicable».
Lo más interesante de Martropía es el capítulo final, Bonus tracks. Se trata de una serie de nostálgicas viñetas sobre la protohistoria de Almendra. Es el Luis Alberto de 15, 16 años: su amistad con Emilio del Guercio, el descubrimiento de nuevas músicas gracias a Rodolfo García (que le hizo escuchar de Gillespie a Piazzolla), la locura del rock and roll de Little Richard y de Ray Charles y la primera canción que aprendió en guitarra: Ki chororó. Todo con el fondo de los trenes pasando por las vías del Bajo Belgrano y la voz inefable del Flaco, rubricando en el siglo XXI el mañana es mejor de Cantata de puentes amarillos: «Te cuento estas cosas y las revivo en mi mente (…) A la vez, me agarra una especie de antinostalgia. Yo estoy entregado al futuro, tanto que casi no vivo el presente.»